Capítulo 24: Colisión

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Amelia actuó con normalidad los días siguientes pero Luisa seguía sin fiarse de sus verdaderas intenciones. Tenían un artículo entre manos que requería consultar bastante documentación así que se centraron tanto en él que acabaron perdiendo la noción del tiempo.

— Chicas, me marcho ya a casa. — les informó Marta, que solía ser de las últimas en irse.

— ¿Pero qué hora es? — preguntó Luisa y miró el reloj. — Madre mía, qué tarde se ha hecho.

— Nos queda poco para terminar, déjanos las llaves y ahora cerramos nosotras. — dijo Amelia.

Luisa no intervino pero se quedó algo extrañada ante tal ofrecimiento.

— Vale, pues muchas gracias. — se las puso encima de la mesa. — Buenas noches.

— Buenas noches. — se despidieron y en seguida escucharon la puerta del piso de abajo.

Amelia siguió escribiendo como si nada, pero Luisa ya estaba con la mosca detrás de la oreja.

— Podemos acabarlo mañana, vamos bien de tiempo.

— Ya, pero para lo que queda... — levantó la vista. — Que si tú te quieres ir no pasa nada, eh, lo termino yo y mañana te enseño el borrador.

— Me sabe mal, Amelia.

— ¿Por qué? Si a mí no me importa... además, que también necesito consultar el archivo para un trabajo de la escuela.

— ¿No estaba la información en la biblioteca?

— Supongo, pero no he tenido tiempo de ir y aquí la información está mejor organizada.

— Ah... bueno, pues me encargo yo del artículo y tú mientras consulta lo que tengas que consultar.

— No, que no es justo.

— ¿El qué?

— Pues que te has pegado una buena paliza recopilando la información, lo mínimo es que lo redacte yo.

— ¿Y eso qué más da?

— Que el artículo es de la dos, no quiero que salgan mis iniciales si lo has hecho casi todo tú.

— Es una tontería, Amelia.

— Para mí no, encima se nota que estás cansada. Deberías dormir. — la miró.

— No puedo dejar que vuelvas sola, no son horas.

— No te preocupes, que no tardaré mucho y sé cuidarme.

De acuerdo, quieres que me vaya.

Luisa se mostró indecisa pero al final se levantó de su silla.

— Está bien, pero cuando vuelvas llama al hostal para saber que has llegado bien, Benigna se suele acostar tarde.

— Vale. — dijo con una sonrisa y se acercó para darle un beso de despedida. — Hasta mañana, descansa.

— Hasta mañana.

Luisa bajó al portal y se encendió un cigarro para dejar pasar unos minutos. Ni por asomo iba a permitir que Amelia volviera a casa sola y si tenía pensado hacer algo la iba a pillar con las manos en la masa. Dejó que se consumiera la colilla mientras observaba el reflejo de la luz de la farola en el suelo, que tenía la bombilla medio fundida y no paraba de parpadear, y volvió a subir a la redacción sin hacer ruido. Entreabrió la puerta y pudo distinguir a la morena de espaldas que no estaba precisamente en el archivo.

—¿Qué haces? — le preguntó cruzándose de brazos y Amelia se giró sobresaltada.

— Joder, qué susto. — exclamó. — ¿No te ibas?

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