Lo primero que hizo al acabar su turno fue dirigirse a una cabina telefónica. Tener a Sara merodeando por la redacción era de todo menos bueno, ya no solo por sus rencillas personales y por la misión, sino también por las consecuencias que aquello podía tener para Amelia. Estaba segura de que en cuanto la conociera la iba a poner en su punto de mira y, sabiendo las intenciones de la morena de investigar sobre la detención de Fede, era el peor momento para tener detrás a un perro de presa.
Metió las monedas y marcó el número del despacho consciente de que iba a ser muy difícil convencerle, y que aún haciéndolo Sara podía irle con las quejas a su padre y que obligara al comandante a revocar su decisión, pero no podía quedarse de brazos cruzados. Tenía que intentarlo todo para que Sara no siguiera allí ni un minuto más.
— Comandante Martín-Cuesta al habla, dígame.
— Comandante soy yo, Luisa Gómez.
— Vaya, ¿a qué se debe tu llamada? ¿has recibido ya los refuerzos?
— Sí y quería agradecerle el gesto pero creo que no es necesario.
— Pensaba que quedarías satisfecha con la decisión, al fin y al cabo es quitarte trabajo.
— Lo sé, y de verdad que lo aprecio, pero la redacción no es tan grande como para requerir otro agente más.
— Lo siento, Gómez, pero no estoy de acuerdo. La agente Martín está muy capacitada para ayudarla e insistió mucho en que la destináramos allí.
— Pero –
— Estoy ocupado, Gómez. Si no precisas conversar de otro asunto tengo que colgar.
Luisa suspiró.
— No, eso era todo, comandante.
— Aprovecha la ayuda y céntrate en lo que nos ocupa.
— De acuerdo, perdón por las molestias.
— Nos vemos en la próxima reunión.
Colgó el teléfono y se contuvo las ganas de golpear el lateral de la cabina por no llamar la atención. Miró a ambos lados para asegurarse de que Sara no la estaba siguiendo y fue al piso, donde la esperaba Virginia. Había que acelerar el acercamiento con Amelia, a ser posible que coincidieran ese mismo fin de semana.
— ¿A qué vienen estas prisas de repente? El otro día te pareció bien esperar hasta que volviera a la redacción.
— Ya, pero es que cada día que pasa Amelia se puede estar metiendo en más problemas.
— Desde que habló con la madre de Fede no ha hecho más movimientos extraños.
— Virginia, por favor...
— ¿Prefieres mandar el plan al garete?
— Prefiero que el plan se haga rápido y bien.
— Ya, y yo quiero ser millonaria y estar en un guateque en la playa en vez de metida en este jaleo. — Luisa se cruzó de brazos. — Dime la verdad, ¿qué es lo que pasa?
Luisa resopló y se sentó.
— Me desespera no poder hacer nada, me siento una inútil.
— No eres una inútil por asumir un rol secundario durante unos días. — vio que seguía contrariada. — Entiendo que te resulte complicado, pero no podemos arriesgarnos a cometer un fallo.
— Solo te estoy pidiendo que pruebes a forzar un encuentro fortuito con ella este fin de semana. Si luego ves que nos va a perjudicar no lo hagas, pero al menos inténtalo. —la miró. — Por favor.