Cuando bajó unos minutos después a la planta de abajo Amelia ya se había marchado, pero no era ella a quien buscaba.
- Pásate en un rato por mi habitación, tenemos que hablar – le dijo a Virginia. – Cuando acabes aquí da una vuelta a la manzana para disimular, fíjate en que nadie te sigue. Si te pregunta Benigna, dile que me he olvidado un pañuelo y quieres devolvérmelo. Lo he dejado en una silla del despacho de arriba.
- Vale, acabo con unos papeles y voy.
- No tardes.
⋆★⋆
- Su pañuelo, señorita Gómez, que se lo ha dejado en la redacción – dijo cuando Luisa le abrió la puerta de su habitación. – Mira que eres despistada.
- Suficiente teatro por hoy – la cerró – Toma, una entrada para el cine.
- Uy, ¿y esta generosidad? – dijo cogiéndola. – ¿Gilda?
- Sí, bueno, es que iba a ir con Amelia pero ha habido un pequeño cambio de planes y me parece una pena desperdiciarla.
- Pequeño cambio de planes – dijo con intención de que le aclarara en qué consistía. - ¿Algún avance?
- ¿Avance? Bueno... digamos que he quedado con ella esta noche para acabar lo que hemos dejado a medias en la redacción. – se sentó ligeramente sobre el escritorio, orgullosa.
- Vaya, enhorabuena.
- Gracias – con una amplia sonrisa. – Pero no te he llamado solo para presumir de mis logros.
- Pues tú dirás.
Luisa abrió uno de los cajones del escritorio y sacó un juego de llaves.
- No deberíamos vernos más aquí y en la redacción es demasiado arriesgado tratar ciertos asuntos así que espero que te congratule ser mi nueva compañera de piso – le ofreció las llaves.
- ¿Te vas a ir del hostal?
- Claro que no, este sitio es para reunirnos – Virginia las agarró. – He tirado de contactos, no te preocupes por el precio.
- Veo que no pierdes el tiempo.
- No hay tiempo que perder – volvió a girarse y accedió al doble fondo de otro de los cajones, sacando algo más de su interior. - ¿Qué te parece?
- ¿De dónde la has sacado?
- Es una historia demasiado larga – la apuntó con la pistola – Tranquila, está descargada – dijo entre risas al verle la cara. – No pensarías que te iba a disparar.
- No sería muy inteligente por tu parte pero hay que reconocer que intimida.
- Sí, es bonita – la repasó con la mirada antes de guardarla. – Tengo un encargo que hacerte.
- Dime.
- Lleva comida – Virginia la miró desconcertada. – Tendremos que tener algo de provisiones en el piso, ¿no?
- Eh... sí, supongo.
- No sé tú, pero a mí pensar me da hambre. – se encogió de hombros.
- ¿Algo más?
- No, creo que eso es todo – dijo pensativa. – Ya puedes marcharte y disfrutar de la película.
- No como tú, que vas a tener que pasarte la noche trabajando – dijo leyéndole el pensamiento y Luisa soltó una carcajada.
- Me gusta hacer horas extra.
- Ya me contarás mañana cómo te ha ido – agarró el pomo de la puerta.
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