Capítulo 17: Encargos

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Se levantó de la cama y se puso frente al pequeño espejo de la habitación. Miró su reflejo y suspiró, pasándose las manos por la cara al observar los estragos de otra noche en la que apenas había dormido. Eran alrededor de las seis de la mañana, demasiado temprano como para que el resto de huéspedes estuviera despierto aún, pero tenía que reunirse con alguien urgentemente antes de ir a la redacción con Amelia.

Fue hasta el armario para vestirse y cuando estuvo lista abrió el segundo cajón del escritorio, levantó el doble fondo y sacó aquellos informes que tenía más que releídos. Le echó un vistazo a las fichas de sus compañeros, todas llenas de notas que podían serle de utilidad llegado el momento, y reparó específicamente en una. Se la guardó en el bolsillo y salió de la habitación sin hacer ruido. Bajó un poco la guardia al no ver a nadie en el pasillo y las zonas comunes y agarró una de las llaves del recibidor antes de cerrar la puerta principal.

La brisa mañanera que recorría las calles como pez en el agua le sirvió para aplacar el cansancio y terminar de despertarse. Cuando llegó al punto de encuentro se apoyó en un muro y fijó la vista en el gran reloj del campanario de la Iglesia que había justo en frente, a la espera de que llegara la otra persona.

— Hola Luisita — fue lo primero que le dijo al llegar a su altura.

— Te tengo dicho que no me llames así.

— Perdón, es la costumbre.

— No me vengas con esas, Sebastián. — le miró seria y él echó a reír. — Por muchos años que pasen sigues igual, eh.

Andaban picándose desde que tenían uso de razón y peleándose desde que empezaron a balbucear sus primeras palabras pero, a la hora de la verdad, sabían que podían confiar el uno en el otro e incluso poner la mano en el fuego de ser necesario. Por eso le había llamado, porque lo que tenía en mente no podía encomendárselo a cualquiera.

— Es bonito que haya cosas que no cambien a pesar de todo, ¿no crees?

— ¿Cómo va todo? — cambió de tema.

— Bien, por el momento todo controlado y según lo previsto. — dijo ya poniéndose algo más serio. — ¿Y tú?

— Podría estar peor.

— ¿Para qué querías verme?

— Tengo que pedirte un par de favores.

— Pues tú dirás. — se cruzó de brazos.

— Investiga a Hugo Torres, no me fío de él y creo que puede poner en riesgo la misión. Necesito saberlo todo, tanto personal como profesional.

— Veré lo que puedo averiguar. ¿Y lo otro?

— Lo otro es un poco más delicado pero sé que serás capaz de hacerlo. — se sacó la ficha del bolsillo. — Memoriza esta información y sigue mis instrucciones al pie de la letra.

⋆★⋆

Cuando bajó a la plaza, Luisa ya estaba esperándola con aquella actitud despreocupada que tanto le atraía de ella.

— Buenos días.

— Buenos días. — apagó el cigarro, que ya estaba en las últimas.

— Antes de nada, perdón por lo de ayer.

— ¿Qué es lo de ayer? — preguntó pasándose la mano por el pelo.

— Lo de Hugo, que nos interrumpió y...

— Amelia, ni siquiera fue culpa tuya.

— Ya, bueno, pero... además en el camino de vuelta se centró demasiado en mí y debió de ser incómodo.

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