Se encendió un cigarro para hacer la espera más amena hasta que escuchó la puerta y volvió a ponerse en pie. Ya no llevaba el pañuelo, así que cuando Virginia la vio no pudo ignorar la prueba del delito.
— A ver, explícate. ¿Qué es eso que ha pasado con lo que no contabas y que te ha empujado a los brazos de Amelia otra vez?
— Déjate de tonterías, eh. — apagó el cigarro en el cenicero. — Hugo ayer intentó abusar de ella.
— ¿Qué?
— Lo que oyes. Por suerte llegué a tiempo y no consiguió lo que se proponía.
— Joder... ¿y Amelia cómo está?
— Se quedó con el susto en el cuerpo como te puedes imaginar pero ya está mejor. — se sirvió una copa. — ¿Quieres otra?
— No, gracias.
Luisa le dio un trago.
— Tuve un encontronazo con Hugo hace unos días. Se dio cuenta de que le faltaban las fotos y me relacionó con el robo.
— Pero no tiene pruebas, ¿no?
— Qué va, simplemente ató cabos. — volvió a beber. — Cuando comí con los Ledesma hablaron de irse unos días de vacaciones a un balneario que él les había recomendado y ahí es cuando me olí que tramaba algo. Luego pasó todo lo de Sara y cuando Sebastián me llamó para informarme me vine aquí a ahogar las penas y por casualidad escuché una conversación entre Amelia y él. Quedaron en verse al día siguiente porque Amelia quería preguntarle algo.
— ¿Algo de qué?
— Amelia me ha dicho que notaba raro a su padre y que pensó que tenía que ver con Hugo. — bebió. — Me crucé con Tomás antes de que se fueran y me dio una copia de las llaves de su casa porque les dijimos que me quedaría a hacerle compañía por las noches en su ausencia. Vi a Hugo entrar en el portal y subí hasta su casa. Me pegué a la puerta para intentar escuchar y en cuanto oí los gritos entré. — bebió. — Si Amelia no hubiera intervenido le habría matado ahí mismo.
— Pues menos mal que te paró porque en menudo lío te habrías metido.
— Eso habría sido lo de menos, al menos Amelia estaría a salvo de ese hijo de puta.
— ¿Dónde está ahora Amelia?
— Iba a comer con su amigo Mateo. Me ha propuesto ir con ellos pero le he puesto una excusa. — bebió. — La cuestión es que me pidió que me quedara con ella anoche. Estaba alterada y no quería estar sola por si volvía a rematar la faena.
— Bueno, entiendo que te quedaras pero aun así una cosa es hacerle compañía y otra encamarte con ella. — razonó.
Luisa suspiró, consciente de que dijera lo que dijera en realidad no tenía justificación, y volvió a echarse un trago.
— Acabó confesándome que se ha enamorado de mí.
— ¿En serio?
— Te juro que traté de convencerla de que no podíamos tener nada pero insistió una y otra vez y...
— Y aunque te esfuerces en aparentarlo no eres de piedra.
Luisa volvió a beber, como si aquello le fuera a servir para aceptar que lo que acababa de decir era verdad.
— No te haces una idea de lo mal que me siento con todo esto. — se sentó y apoyó el vaso en la mesa. — Si es que no paro de empeorar las cosas.
— A ver... piensa que con este acercamiento puedes ganarte su confianza y que te tenga informada de sus movimientos. — intentó hacerle ver la parte buena porque no necesitaba que le echara una bronca, ya se sentía culpable. — No te pongas otra.
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