— ¿Seguro que no hay nadie? — preguntó entre beso y beso.
— Mi tía se ha ido unos días a casa de un hijo suyo. — tiró de él para que pasara y cerró la puerta como pudo en medio de su batalla particular.
Los dos se sonrieron hasta que tuvieron que parar de repente.
— ¿Has oído lo mismo que yo? — dijo en voz baja.
— No puede ser... — susurró. — Espérate aquí un momento, voy a ver.
— ¿Y si es un ladrón? De eso nada, voy contigo.
— Igual ha sido el viento, que ha entrado corriente y ha tirado algo. — insistió. — De verdad, Fabián, no te preocupes. Si me pasa algo grito, ¿vale?
Se escuchó otro golpe, esta vez un poco más fuerte que el anterior. Fabián no se quedó muy convencido pero Virginia no le dio margen y atravesó el pasillo rápidamente. Abrió la puerta con cautela, para no hacer ruido, y cuando entró al salón se encontró con un marrón que aunque en el fondo se podía ver venir, no se imaginaba que estuviera pasando justo ahora.
— ¿Pero tú qué haces aquí? ¿Y así?
— Nada. — le pegó otro trago a la botella de whisky.
— Joder, ya te vale...
Se giró para salir y avisar a Fabián de que tenía que irse pero ya estaba ahí asomado.
— Perdón, es que como no volvías...
— Eh... lo siento mucho pero lo vamos a tener que dejar para otro día.
— Oye, que yo ya... me iba. — logró decir y Virginia tuvo que sujetarla para que no se cayera al intentar levantarse del sofá.
— Estás tú para irte a ningún sitio. — miró a su novio. — Mi prima, que debe haber aprovechado que mi tía no está para cogerse una buena.
Luisa rio al escucharla decir que era su prima y su compañera le lanzó una mirada asesina.
— Bueno, pues... entonces mejor me voy. Nos vemos otro día. — Virginia le sonrió agradecida rezando para que no se lo hubiera tomado mal. — Buenas noches y... encantado.
— Igualmente. — dijo alzando la mano para despedirse.
— Buenas noches... — suspiró cuando escuchó cerrarse la puerta. — ¿Se puede saber qué coño te pasa?
— ¿A mí? Nada. — le pegó otro trago a la botella.
— Pues permíteme que me parezca raro que así sin venir a cuento te hayas pillado una borrachera de campeonato.
— No sé... me apetecía. ¿No puedo?
— ¿Has vuelto a discutir con Amelia?
— Amelia... — rio. — Ya tardabas en nombrarla... — consiguió incorporarse un poco y quedarse sentada. — Ojalá no haberla conocido nunca.
Virginia suspiró de nuevo. Menuda le acababa de caer encima.
— Venga, dame la botella que ya has bebido suficiente.
— No. — se giró para protegerla con el cuerpo.
— Luisa, no seas cría. Bebiendo no vas a solucionar nada. — intentó razonar con ella. — Además, te recuerdo que mañana tienes que colarte en casa de Hugo.
— ¿Es mañana?
— Sí, es mañana. — aprovechó esos segundos de debilidad para hacerse con la botella.
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