Capítulo 36: Adicción

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— Buenos días, compañera. — Amelia levantó la vista. — ¿Mucho trabajo?

— Como todos los viernes.

— Sí, ya me voy haciendo a la idea de cómo funcionan las cosas por aquí. — se acercó a su mesa. — Por cierto, ¿tienes el esquema de la semana que viene?

— Eso es cosa de... Luisa.

Joder, me cuesta hasta decir su nombre.

— Ya, pero como todavía no ha venido... por si sabías algo y así adelanto trabajo.

— Pues no, no sé nada. Lo siento.

— ¿Suele ser siempre así de impuntual?

— No, igual le ha surgido un imprevisto. — volvió a ponerse con lo que estaba haciendo a ver si así se daba cuenta de que no quería seguir hablando.

— Bueno... me voy que tengo que revelar unas fotos. Ánimo.

Amelia le sonrió como muestra de agradecimiento y la vio meterse en la sala de revelado. No es que le disgustara encontrarse a Sara, pero aún se le hacía raro no ver a Fede merodeando por la redacción con la mochila a las espaldas y arrebatado por no llegar tarde a los sitios. A pesar de que era un poco trasto nunca había entregado nada con retraso y se notaba que le apasionaba lo que hacía. Seguía sin entender cómo alguien podía haberle destrozado la vida de esa forma, ¿qué clase de desalmado era capaz de hacer algo así?

Escuchó la puerta y por instinto miró, aunque desearía no haberlo hecho. Luisa saludó al resto de los compañeros pero a ella la ignoró por completo. No le sentó mal, al fin y al cabo era lo que quería, ¿no?

Me da igual.

La mañana transcurrió, que ya era bastante, hasta que Sara apareció de nuevo.

— Bueno, pues ya lo he dejado todo secándose.

— Ya ha llegado, por si quieres subir. — le informó.

— Ah, gracias. Sí, voy y me lo quito de encima. — dijo con una sonrisa.

Luisa escuchó la puerta y levantó la cabeza sin demasiadas ganas, esperando que fuera Amelia para entregarle sus artículos, pero ver a Sara fue todavía peor.

— ¿Qué te ha pasado para llegar tan tarde?

— No he llegado tarde, le pedí permiso a Carvajal para entrar después.

— Ya, ya... bueno, que necesito que me pases el esquema de la semana que viene para organizarme.

— Lo debo de tener por aquí... — rebuscó entre la montaña de papeles que había en su mesa y consiguió dar con él. — Toma.

— No te vendría mal organizar un poco esto, que lo tienes hecho una leonera.

Luisa le puso la sonrisa más falsa que fue capaz de articular.

— Muchísimas gracias, Sara. No me había dado cuenta del desorden.

— Era la morenaza la que se encargaba de ordenar, ¿no? Y ahora que no quiere ni verte estás sufriendo las consecuencias... ¿qué es lo que le has hecho?

Lo de que se hubiera mudado a la planta de abajo hacía demasiado evidente que algo no iba bien entre las dos. Ya lo sospechaba toda la redacción, aunque no le hubieran dicho nada directamente, y Sara por supuesto que no iba a ser menos.

— Lo que pase o deje de pasar entre Amelia y yo no te incumbe.

— Va, venga, que nos conocemos de hace tiempo. Conmigo puedes ser sincera. — se acercó más. — Has roto con ella y ahora está despechada, ¿no?

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