Capítulo 39: Muros invisibles.

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Sasuke se aseguró de colocarse bien estacionado en el aparcamiento del instituto, aún montado en su espectacular motocicleta se acomodó para no caerse, llevó sus manos a su cabeza para retirar el pesado casco que funcionaba como seguridad para accidentes, un suspiro de alivio abandonó sus labios, nunca le había gustado usar ese pesado casco. Se decidió a quitarse sus guantes de cuero negro antes de bajarse del vehículo, acomodando todo donde debería estar para así tomar su mochila y dirigirse hacia la escuela, intentando peinar su desordenado cabello.
Ya que últimamente sus retinas le estaban fallando como no deseaba, transportarse en su motocicleta (que casi nunca usaba y dejaba a merced de su hermano mayor), parecía ser la mejor opción después de que notó que no podía conducir bien si la vista le fallaba, en motocicleta era más fácil para sus ojos moverse.

El estar consiente de las cosas que debía hacer esa semana y la próxima, lo hacían sentirse frustrado, se esforzó en mentalizarse para tener un orden perfectamente controlado entre tantos compromisos, iba a ser estúpidamente estresante, pero no estaba para quejarse; como estudiante modelo tenía que estar en todo, siempre perfecto y pulcro, no podía dar de que hablar, así fueran contados los días para graduarse, su imagen como estudiante jamás había sido manchada, y así quería que fuera hasta el último día que tuviese que asistir a esa institución educativa.

Maldita sea la vida a los dieciocho, y maldita la vida adulta que le esperaba junto con la graduación, su cabeza dio vueltas por un momento, provocándole un ligero mareo, había trasnochado y apenas pudo dormir, lo cual se sumaba a su mal genio, probablemente se desquitaria con la primera persona que encontrara en los pasillos del colegio, así fuera sólo mirándole de esa manera sombría con la que acostumbraba a mirar a los idiotas, pero no se esperaba que lo primero que su mirada fuera a distinguir, fuera una cabellera rubia, inmóvil en medio del pasillo; sus pasos se detuvieron en la entrada sin que lo supiera, y el sentimiento agridulce que inundó su pecho al verlo, no supo interpretarlo.
Era su amante otra vez, ese tonto rubio que tanto amaba, lo observó con cuidado mientras se hallaba distraído, de pies a cabeza, lucía hermoso, tanto como una bella obra de arte que él odiaría que fuese exhibida a otras personas.
¡Demonios! Lo amaba tanto, lo extrañaba tanto, el deseo de volver a él estaba presente en su corazón cada día, empeorando el sentimiento al tenerlo enfrente, pero aunque le dolía estar tan serca, no podía quitarle la mirada de encima, así fuera a la distancia iba a admirarlo, no lo podía evitar, siguió cada movimiento del cuerpo contrario, mientras observaba algo que sostenía en la mano que no era ocupada por una pila de libros, sin distracción alguna: hasta que lo vió empezar a caminar hacia uno de los casilleros, colocando aquello que tanto capturaba su atención en una de las rendijas de metal, ahí fue cuando notó que aquello era un sobre, la sorpresa no pudo ser más grande, su rubio le estaba dejando... ¿Una carta?.

Algo se removió en su interior, sintiendo náuseas agradables cuando el menor levantó la mirada, topándose con la suya accidentalmente; por su puesto, era su amante intentando darle un mensaje indirecto, había fallado sin dudas, observó la mano del rubio que aún sostenía el sobre que entraba a su casillero, luego volvió a mirar sus ojos celestes, los notó inundados de miedo por ser descubierto en el acto, entonces empezó a acercarse, pensando con desesperación que debía decirle, y justo después... El kitsune huyó, no hubo suficiente tiempo para que se diera cuenta, sólo se sintió confundido al verlo correr.

Se paró donde antes había estado el omega, observó las rendijas de su casillero, no había nada: lo abrió, y un montón de papeles cayeron a sus pies, suspiró de cansancio debido a aquello, se agachó a recojer las cartas entregadas a su persona, desde que toda la escuela se enteró de que estaba soltero al terminar su relación con Sakura, todos y todas se habían aliado para dejarle esas estúpidas cartas, y aunque no le agradaba la idea de que su amante se sumara a esa molesta bola de fans suyos, agradecía haberlo visto dejando aquel mensaje para él, sin embargo, al revisar cada carta que se hallaba en su loquer, no encontró la de su rubio, todas tenían un remitente desconocido, ninguna de esas cartas pertenecía a su amante.

Efímero (EN PAUSA) Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang