Capítulo 15: En desacuerdo.

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Con tristeza observó como una de las sirvientas sacaba las últimas prendas de ropa de su compañero rubio, doblándolas con delicadeza para después ordenarlas en una maleta abiertas sobre la cama, volvió sus ojos hacia atrás, viendo al pequeño kitsune, quien miraba por la ventana, sentado en la cama completamente quieto.

—Dobe...— Llamó acercándose, el otro niño lo volteo a ver, con una cara inexpresiva, al sentarse a su lado el rubio volvió a ver a la ventana, el azabache también lo hizo, el atardecer estaba a punto de terminar, el cielo pintado de naranja era lo que más ayudaba al menor cuando estaba triste, y el azabache lo sabía, se le acercó aún más, de manera lenta, asta tomarlo, girar su cuerpo hacia él y abrazarlo, sin embargo; a comparación de otras ocasiones, el rubio no devolvió ese abrazo, ni siquiera se movió.

—Naruto, quiero estar contigo... Eres mi familia, y no importa cuanto tiempo pase, o lo lejos que estemos... Te encontraré... Y volveremos a estar juntos...— Susurró el pelinegro, conteniendo lo más que podía sus sentimientos, pues nadie a excepción de su hermano mayor y su madre lo habían visto llorar, y por supuesto que no quería que su kitsune lo viera así, él era el alfa, el fuerte, el orgulloso, no podía llorar...
Las temblorosas manos del ojiazul se fueron deslizando por su espalda, apretando tímidamente el abrazo.

—Sasuke... ¿Tú no vas a olvidarme sierto?... Tú vas a reconocerme sin importar que, verdad?— Preguntó sollozando, escondiéndose en el hombro del azabache, sin poder evitar llorar.

—Si... Eres mi omega, te reconoceré en donde sea...— Respondió el ojinegro, el llanto del rubio lo orilló al suyo, y sus lágrimas salieron finalmente, quemando sus ojos y haciendo de esa despedida lo peor que había experimentado en su corta vida.
Tras aver conocido a los padres del kitsune... Estos habían dicho que se llevarían al menor con ellos, como su hijo que era y viviría con ellos en su casa en otra ciudad, aunque quisieron decir algo, no podían, ellos eran los niños y tenían que obedecer a sus mayores, aunque la incertidumbre de saber cuanto tiempo estarían lejos los asolaba a ambos...

Con tristeza siguieron a las sirvientas que llevaban las maletas del rubio, tomados fuertemente de la mano, sintiendo que ese contacto los mantendría juntos por siempre... Bajaron por las escaleras de la entrada, las puertas de la mansión estaban abiertas de par en par, los pequeños llegaron finalmente con los adultos y adolescente Itachi.

—¿Estas listo Naru?— Preguntó la pelirroja, ahora identificada como la madre del rubio, este asintió tímidamente.

—Oh, Naru-chan, cuídate mucho, te vamos a extrañar...— Le dijo la pelinegra inclinándose para abrazarlo.

—Si, Mikoto-san, también la voy a extrañar...— Dijo el pequeño con un tono sombrío, devolviendo el abrazo a aquella mujer que tanto lo había cuidado y tanto quería, al separase de ella, el primer hijo de esta se acercó, agachándose para estar a su altura, le sonrió un poco, extendió su mano hacia él, dando un suave toque con dos dedos en su frente, el mayor gesto de cariño que este podía dar.

—Te extrañaremos... Regresa a visitarnos pronto, de acuerdo?— Dijo el ojinegro, el ojiazul hizo más pronunciada su mueca de tristeza y rápidamente se le acercó para abrazarlo.

—Si... Itachi-san...— Respondió este sollozando, abrazado del cuello del que consideraba como un hermano mayor, el que más lo cuidaba, en todo sentido, se separó de él y luego miró al imponente alfa dirigente de la familia, a decir verdad; Fugaku siempre le había dado miedo, con ese porte serio y arrogante, aun así, nunca lo trató realmente mal.

Efímero (EN PAUSA) Where stories live. Discover now