Capítulo 20: Mi nuevo hobby.

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Los días habían transcurrido de manera tranquila, cuando su madre o padre estaban en celo se iban de casa, gracias a eso aprendió a cuidar de si mismo, no era difícil vivir solo, sin embargo; en ese momento no estaba del mejor humor, había pasado eso cinco días muy deprimido, no por el hecho de no estar con sus padres, si no por la razón por la que se alejó de ellos, el que quisieran controlar su vida y obligarlo a desposarse con alguien que no quería, no tenía ganas de verlos o hablar con ellos, a pesar de que estos habían estado llamando e intentando contactarlo, pero ya sabía lo que estos le dirían. Se la pasaba descansando, sin hacer nada y solo salía de la habitación para ir al buffet del hotel, apesar de que sabía cosinar, lo suficiente para no morir de hambre o morir intoxicado con lo que cocinaba, pero no tenía ganas de hacer eso, y mientras hojeaba los canales de televisión buscando algo interesante que ver, se escuchó un crujido familiar, ni siquiera quiso voltear pues ya sabía quién acababa de entrar por la puerta principal.
El azabache se quitó un poco de la ropa abrigada que llevaba puesta, para luego acercarse al kitsune, quién estaba sentado cómodamente en el sofá, envuelto en una sábana, frente a él la mesa; llena de envolturas de dulces y un bote de helado a medio comer, era todo un basurero, se paró a su lado, observando inquisitivamente.

—No digas nada...— Dijo el menor desganado, cambiando nuevamente el canal de televisión.

—No iba a hacerlo...— Dijo el cuervo tomando el bote de helado sobre la mesa, llevándoselo.

—No, espera, aún no lo termino— Se apresuró a decir, tomando al azabache del brazo, este se detuvo.

—Te hará daño.. Hace mucho frío— Regañó, pues solo al ojiazul se le ocurría comer helado en pleno invierno.

—No me importa... Me ayuda— Dijo quitándole el helado de las manos, se volvió a sentar en el sofá y abrazó el bote protectoramente, el azabache suspiró con cansancio y se sentó a su lado.

—Si que sabes como lidiar con los problemas— Dijo sarcásticamente, viendo al menor llevarse una gran cucharada de ese elado de vainilla a la boca, comiendo rápidamente, para luego sufrir una cefalea por el frío.

—Más lento— Dijo el cuervo, mientras el kitsune sobaba su cien, quejándose adolorido.

—¿Y tú?.. No me dijiste que vendrías— Dijo este algo aturdido.

—No necesito hacerlo, puedo venir cuando quiera...— Dijo seriamente, haciendo que el rubio lo mirara con cansancio.

—¿Porqué veniste?— Preguntó directamente, el moreno se quedó un momento en silencio, pensando si responder.

—Tus padres quieren verte...— Dijo finalmente, notando la clara sorpresa en el rostro del menor.

—Olvídalo, dattebayo...— Dijo volteando su rostro hacia la televisión, a la que nadie le estaba poniendo atención desde hacía rato.

—Sabía que dirías eso... No te preocupes, no vayas a verlos si no quieres... Solo me dijeron que te lo dijera y ya...— Dijo encogiéndose de hombros.

—¿De verdad...?— Preguntó, ya que realmente pensó que el pelinegro le insistiría para que fuera a verlos.

—Claro, es problema de ustedes, no mío, así que has lo que quieras..
Solo deja de comer esto— Dijo volviendo a quitarle el helado, no le gustaba ver al kitsune así de deprimido, y tampoco quería que se enfermara, este se quedó pensando un momento; no podía seguir así, sentirse triste en esa situación era normal, pero tampoco para no ser capaz de levantarse de la cama, no se fue de su casa para sentirse patético, se fue para demostrar que podía tomar sus propias decisiones. Volteó hacia el ventanal de la habitación, observando que afuera ya era de noche.

Efímero (EN PAUSA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora