Capítulo 16: A escondidas.

714 48 33
                                    

Sus ojos paseaban por la habitación, un escritorio con algunos libros, una lámpara y una computadora, una silla de oficina, una mesita baja encima de la alfombra gris, un armario, un enorme ventanal con cortinas delgadas, la puerta que daba entrada y salida a ese cuarto, el techo con solo un foco de luz y un aire acondicionado en una esquina, todo estaba bien arreglado y limpio, tan elegante como el resto del departamento, aquella vez que lo recorrió todo, esa habías sido la única habitación que le faltaba por ver, y se seguía sintiendo incómodo al pensar que estaba en ese lugar de nuevo, ese lugar donde había tenido su primera vez de manera inconsciente, y era aun más incómodo sentir a la persona con la que había hecho aquello, acostado detrás de él, sentía su caliente respiración sobre su nuca, su cuerpo pegado al suyo, aquella mano pálida paseaba por su cadera, acariciando sobre su ropa con dos dedos, lenta y sensualmente, eso lo estremecía y avergonzaba, el olor de ese alfa estaba impregnado en todo el cuarto, sobre la cama en la que estaba acostado de costado, inundando sus sentidos y cegando su racionalidad, tratando de borrar de su mente la necesidad de mover su cadera contra la potente erección que era capaz de sentir en su trasero, no quería hacerlo, eso sería como darle paso al Uchiha para que avanzara más haya de solo tocar, pero al mismo tiempo, lo deseaba, lo deseaba tanto...

—Naruto...— Susurró suavemente sobre su piel, el kitsune sintió el roze de sus labios al moverse, también como aquella mano pálida se abría paso por debajo de su camiseta.

—¿Puedo poner mi mano en tu vientre?... No la moveré de ahí..— Preguntó con la misma suavidad, pero pegando más sus labios a su nuca, cosa que lo exitó.

—A-adelante...— Susurró en respuesta, la mano caliente del moreno se deslizó por su piel desnuda hasta posarla justo encima del borde de sus pantalones, con suavidad atrajo su cuerpo, pegándole más a él, contuvo un jadeo, sintiendo más cerca esa dureza vestida, haciendo que su pantalón le apretara más de lo que ya lo hacía, pronto esa mano se movió lentamente hacia arriba, casi llegando a su pecho, luego volvió a bajar con la misma suavidad, el movimiento de esas caricias se volvió errático, la respiración sobre su nuca se intensificó, y su deseo por que ese alfa lo tomara creció como su erección y su humedad interior, se encogió intentando no temblar, pero era inevitable no hacerlo, se estaba volviendo loco por ese contacto.
Por otro lado; el moreno estaba perdido en el olor dulce del omega, para él era como una droga adictiva, como un afrodisíaco que lo empujaba a tocar con todo su ser a ese hermoso rubio, quería conocer cada centímetro de su cuerpo, que su excitación se disparara en contra del menor, volver a sentirlo abrazando su miembro, a escucharlo gemir, quería volver a poseerlo, pero romper su palabra era manchar su orgulloso apellido, lo único que podía hacer era rozar su bronceada nuca con sus labios ardientes por el contacto, cuando en realidad quería besar esa piel, explorarla con su lengua, acariciaba su vientre “inocentemente”, cuando en realidad quería meter su mano por debajo de su pantalón y tocar esa erección que sabía que tenía, empujaba su propia dureza contra su cuerpo, cuando en realidad quería empujarla dentro de su cuerpo. Pensar en todo aquello solo lo excitaba, su miembro palpitaba en espasmos dolorosos, y con tan solo ver las orejas del menor sabía que este estaba tan rojo como uno de esos tomates que tanto le gustaban, empujó una última vez con un poco de más fuerza, jadeando con alivio.
El rubio mantenía sus ojos cerrados, jadeó ahogado al sentir ese pequeño empujón, de nuevo se tensó, rogando porque el azabache no hubiese escuchado su sonido lascivo, y se inquietó al sentir como este se movía, se incorporó sobre él, poco a poco abrió sus ojos y volteó hacia el pelinegro, sus miradas se encontraron, aun jadeaba un poco, su frente brillaba ligeramente por el sudor de ese calor excitante y en sus ojos de obsidiana aun se veía un rastro de deseo y lujuria, lentamente se le acercó.

—Éstas muy rojo...— Le susurró con la misma suavidad de antes, el kitsune solo pudo desviar la mirada avergonzado.

—Lo siento. Creo que te manché un poco...— Volvió a decir, separándose del menor, sintiéndose pegajoso, el rubio lo volteó a ver rápidamente.

Efímero (EN PAUSA) Where stories live. Discover now