Capítulo 19: Quiero mas de ti.

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Estaba yendo demaciado lento, más de lo que le gustaría, pero el rubio estaba claramente asustado; no podía presionarlo, tenía que ir lento para no asustarlo más, lo observó a detalle, estaba completamente desnudo, puesto boca abajo sobre la cama, su rostro estaba enterrado en las esponjosas almohadas, y su cadera estaba levantada con ayuda de sus rodillas; se mordió él labio ahogando un jadeo de excitación, esa imagen era demaciado erótica, movió los dos dedos que estaban metidos en esa entrada apretada, en respuesta recibió un gemido ahogado, tenía que lubricarlo y estirarlo bien si quería entrar.

—¡¡Amh..!! ¡Espera..du-duele..!— Chilló ante la intrusión más profunda en su cuerpo, estaba tenso y muy excitado, el moreno intensificó sus hábiles movimientos, se inclinó sobre él, pegando su pecho desnudo contra su espalda sudada.

—Calma... Pronto pasará...— Susurró candentemente en su oído, para después mordisquear y lamer su lóbulo, haciéndolo estremecerse, conteniendo sus gemidos, el cuervo continuó moviendo sus dedos, sintiendo como eran succionados, se fue separando repartiendo besos en aquella espalda bronceada, su miembro palpitaba aprisionado en su pantalón, causándole mucho dolor, se incorporó y maldijo mentalmente por la larga espera. Mientras el ojiazul empezaba a perderse en la lujuria, dejando su miedo y vergüenza atrás, el placer empezó a dominarlo, sus fluidos naturales se escurrieron por sus muslos lentamente, el Uchiha volvió a contener un jadeo ante esa provocativa imagen, le dieron ganas de lamer su piel para probar ese líquido, probar el sabor del rubio, con facilidad metió un tercer dedo, estirando insistentemente.

—¡Aaah..!— No pudo evitar gemir, sus muslos temblaron, y sintió que pronto se derrumbaría, aquellos dedos escarbaron más profundo, volviéndolo loco, derritiendo su cuerpo en el calor que abundaba en el dormitorio, entonces esos largos dedos se retiraron poco a poco, dejando de estimular su entrada, no importaba si se sentía incómodo o si le dolía; pronto comenzó a extrañarlos, su interior palpitaba y quemaba de anticipación, esperando, mientras el moreno jadeó con alivio, finalmente liberando su dureza de su prisión de tela, tomó el trasero del rubio con ambas manos, este se inquietó: sintiendo como separaban sus posaderas, y algo caliente, duro y grandes se posicionaba entre ellas, se estremeció; aquello empezó a moverse, gracias al líquido pegajoso se deslizó de arriba a abajo.

—¡Sa..suke! ¡Aah!— Se retorció, inconscientemente empezó a mover su cadera, su interior quemaba desesperado por atención, mientras el moreno también movía su cadera en una danza candente que lo hacía delirar, frotando su miembro sobre su trasero.

—¡Espera... Por favor, no más! Hn!!— Pidió el rubio, mirando hacia atrás, el cuervo paró de moverse y se inclinó sobre él una vez más, pudo verle la cara finalmente, estaba completamente sonrojado, lagrimeando, con sus ojos cegados en la lujuria.

—¿Qué pasa? ¿Ya vas a correrte?— Cuestionó sensualmente, muy cerca de su rostro.

—No lo...soporto más..— Sollozó impaciente, su interior extrañaba la estimulación, movió más su cadera; tentadoramente, el azabache sonrió con lujuria, se acercó y lo besó, moviendo su lengua en aquella cueva húmeda, ágilmente, dominando, cuidadosamente le dio la vuelta, sin dejar de besarlo, se acomodó entre sus piernas, tomando su cadera, para luego romper el beso y empezar a bajar por su barbilla, cuello y pecho, empezó a chupar uno de sus duros pezones, subiendo las manos por su cintura, el ojiazul se retorsió, desesperado, y el pelinegro se incorporó, admirando nuevamente al rubio acostado, con las piernas abiertas, nuevamente con marcas en su cuerpo; completamente a su merced, con impaciencia tomó su dureza y comenzó a masturbarse, el kitsune abrió sus ojos con completa sorpresa, finalmente pudo ver ese enorme miembro; tan erecto, goteando precum, haciendo que se viera completamente apetitoso, jadeó ante el pensamiento de chuparlo, de tenerlo en su boca, extendió sus piernas aun más. En realidad no estaba mentalmente preparado, se estaba haciendo el fuerte, se sentía asustado por ser lastimado, pero su deceo lo invadía a cada segundo, destruyendo cualquier temor.
El pelinegro colocó la punta de su miembro en aquella entrada, empujó lentamente, el menor dio un largo gemido, enterrando sus uñas en la carne pálida de sus hombros, sintiendo ese ardor doloroso una vez más, el azabache se detuvo, tratando de controlarse, repitiéndose que tenía que ir lento.

Efímero (EN PAUSA) Where stories live. Discover now