2. En casa

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Capítulo II

En casa

—Mi novio y yo nos vamos de paseo por las montañas —salta Olga al ver que me he quedado muda, en un tono de voz exageradamente chirriante para estar encerrados nosotros tres y dos personas más en un espacio tan pequeño—. Invité a Antonella, pero no nos puede acompañar porque... ¡Vienen sus padres a visitarla! —me mira con sus ojos pardos llenos de complicidad.

En todo este tiempo que llevo conociéndola me he dado cuenta de que no sabe mentir. Ni siquiera tiene idea de cómo disimular.

Eso es bueno. «Pero no lo es en estos casos, Olga». La voz en mi cabeza habla apretando los dientes.

El semblante de mi cara debió haberla compadecido para que saliera con semejante invento.

— ¿Tus padres? ¿No vinieron hace días atrás? No suelen venir tan a menudo a la capital ¿No es así? —diserta el señor Arturo arrugando el entrecejo y saludando a tres señores que acaban de entrar, despidiéndose luego de otros dos que acaban de salir. Consulta su reloj.

Observo a Olga, nerviosa y mirando para el suelo con aspavientos de "La he cagado".

Debió haber pasado por alto que papá y el señor Arturo son amigos, y que no fue sólo por mis destacables notas universitarias de los primeros cinco semestres que obtuve la silla ortopédica y el arcaico escritorio del piso de contaduría del edificio Consultants & Associates Bonnell para llevar a cabo mis pasantías de mitad de carrera.
Por supuesto que hubiera preferido quedar en una de las oficinas que ostentan con denuedos los demás pisos, gracias a su reciente y progresista remodelación, pero eso ya sería considerado todo un abuso. Muy pocos son los estudiantes que consiguen pasantías a mitad de carrera como yo.

—Pásenla bien, chicas —se despide el señor Arturo al detenernos en el sótano uno—. Llamaré a tu padre mañana para convidarlo al campeonato de golf del domingo.

El ascensor tranca sus puertas y yo cierro los ojos suspirando. «Estupendo».

—Discúlpame, mi querida. Es que te quedaste callada y... Pero qué pretende este hombre. ¿Salir contigo? ¡Baj!

—Técnicamente no llegó a invitarme —objeto saliendo del ascensor.

—Lo iba a hacer de no ser porque he abierto mi gran boca a tiempo. Qué se cree insinuándosele a jóvenes de esa manera. ¡Tienes diecinueve añitos! Su reputación en cuanto al amor... Y créeme cuando te lo digo, no es nada buena, por no decir aberrante. Por algo nunca se ha casado —se detiene unos momentos atisbando algo en el aire como si acabara de recordar un suceso desagradable—. ¿Es que este hombre no puede mantener las bolas dentro de sus pantalones?

Abro los ojos como platos, despavorida.

—Lo siento, querida. Lo siento. —me aprieta el brazo sacudiendo la cabeza. Volvemos a caminar en dirección al auto—. ¡Y es amigo de tu padre!

—A buenas horas llegas a recordarlo —presiono el botón de la llave para abrir los seguros.

—Sí, no sé en qué estaba pensando. De verás lo siento.

—Está bien, sólo intentabas ayudar —me subo al auto y tranco la puerta—. Llamaré a papá y veré qué se me ocurre.

De seguro llamarlo y decirle que mi asistente tuvo que inventar una excusa para que su hija se librara de salir con su amigo "El jefe baboso viejo verde", sería una revelación que sin dudas lo espantaría, y aunque nunca le miento a mis padres probablemente no me quede de otra que inventar una de vaqueros sólo por esta vez.

El auto de Olga está descompuesto, así que le doy el aventón hasta su casa desde hace tres días. Está lloviendo y el tráfico no se me hace tan pesado con ella al lado. Además de que me gusta su compañía no debo desviarme mucho del trayecto a casa para dejarla en la suya.

SPERO - Piso1 Cuerpo ✔Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang