41. Oculta

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Capítulo XLI

Oculta

Comparar el sitio en donde se desarrolla el festejo con una parcela o habitación del jardín es el punto de balance más congruente para explicarlo. Sí, una amplia habitación en el jardín.

Después de darle la vuelta a un enorme cedro con tronco semejante a un faro de montaña, el espacio cercado por matorrales de un metro y medio de alto con el que nos topamos mantiene encubierta la pieza con el resto del terreno, casi como si se tratara de un jardín secreto colindante con un infinito corredor que surge de la residencia y que se dilata hasta perderse por un paraje dentro de la espesura del vergel.

Bombillas en forma de globo cuelgan de barras de madera con cabos por encima de las mesas. La cantidad de gente es mayor a la que había supuesto; un panorama que acompasa mi nerviosismo, ya que no es tan íntimo como pensé que sería. Un saxofonista se mueve con garbo y produce a su vez una melodía que brota del reluciente instrumento dorado. Todo luce de lujo y me alegra haberle hecho caso a Yenni al ponerme este vestido.

Un mesonero nos aborda al percatarse de nuestra reciente presencia. Nos muestra su bandeja, gustoso de que justo le resten dos copas. Dantel las coge y me entrega una.

—Vamos —pasa su mano por la parte baja de mi espalda y nos adentramos a la celebración.

Por donde vamos pasando la gente se me queda mirando. No es para menos; es Dantel Tesio, el bajista de Chupetas de veneno, una de las estrellas que conforman el motivo de esta fiesta. Es normal que la gente sienta curiosidad de saber quién es la chica que lo acompaña.

—Antonella, me alegro de que estés aquí —me dice Aimé—. Es un gusto que nos acompañes.

—Gracias, Aimé. No había tenido el chance de felicitarte por el nuevo disco —siento que el rostro me arde en llamas.

—Fue un arduo trabajo sacar un disco tras otro, sobre todo los dos últimos después del descanso, pero ya era hora de retomar lo que mejor sabemos hacer.

Creo que las veces anteriores que me he topado con Aimé no me había dirigido más de tres palabras. Supongo que está más familiarizado con mi presencia y que ya no me ve como a una entrometida, aunque yo siga sintiéndome como tal.

—Antonella —se me acerca una mujer de exótica melena brillante—. Bienvenida —me da un beso en la mejilla.

Es Laura, su increíble esposa, a quien conocí el fin de semana pasado en los quinceaños. La barbie. Está usando una braga clara de matiz perlado que la hace ver desmedidamente asombrosa. Esquivo mi mirada al césped y puedo ver que todos van descalzos al igual que nosotros. Una evidente anomalía que crea discrepancia con la elegancia que todo lo rodea, y que le da un toque único y chistoso a la formalidad.

Dantel saca a relucir un comentario acerca de una de las canciones del disco y Aimé se pone a charlar también de ello, en tanto Laura hace una acotación positiva acerca de mi vestido. Somos dos parejas que conversan en una tarde de fiesta bajo los tenues y frescos rayos del sol. Una de esas parejas es perfecta y sólida como una vigorosa gema. La otra es fantasiosa, disímil y... platónica.

Muriel y El flaco se nos han unido y conversan entre los cuatro sobre unas afamadas premiaciones que están próximas a darse en la ciudad.

Mientras Dantel está hablando con sus amigos y yo lo hago con Laura, sus dedos encubiertos por nuestras figuras acarician los míos. La familiar sensación de eso que aún no puedo explicar con palabras precisas comienza a ingresar a mi mano y a regárseme por el cuerpo. Un magnetismo palpable que antes creía que formaba parte de mi invención, pero que ahora tiene una razón de ser basada en la energía de nuestros cuerpos y en el traspaso de esta. Por lo que tengo entendido, la cantidad de energía transmitida es proporcional a la intensidad del sentimiento. De modo que, temo que la cantidad de energía que yo le traspaso a él es considerablemente mayor a la que él me traspasa a mí. En otras palabras, yo lo alimento más de mi energía vital debido a lo que siento por él.

SPERO - Piso1 Cuerpo ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora