46. Entropía

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XLVI

Entropía

Un silbido fuerte, pero breve sale de sus labios en cuanto franqueamos su casa. El portón principal se ha abierto, y la repentina aparición de Tritón, cabalgando de forma moderada hace un excéntrico contraste con la luz del día. Pareciera que este perro gigante, negro y lanudo acabara de salir de la escena de una película épica.

—Vamos, muchacho —lo anima Dantel desde la ventana del auto. Observo a Tritón por el retrovisor seguirnos durante todo el recorrido, manteniéndose en la acera de la calzada. Lo veo detenerse un par de veces para alzar la pata en los arbustos, pero Dantel continua sin esperarlo. Tal parece que la criatura sabe hacia dónde tiene que dirigirse—. Con el vasto jardín que hay en La Carmencita podrás suponer por qué a Tritón le gusta pasar la mayor parte de su tiempo allí.

Me volteo, viendo a Amaranta dentro de su jaula encima de los asientos traseros. Detesta que la meta ahí dentro. Pensé que le gustaría ir a darse un festín en el país de las maravillas y que se divertiría al tener una mayor diversidad de bichos con los que jugar, a parte de los saltamontes y mariposas que poco abundan debajo de la casa. Ahora que Tritón se nos ha unido ya no me parece tan buena idea haberla traído con nosotros.

—Puedo prometerte que se la llevarán bien —me asegura Dantel, entreviendo mi mortificación.

—No lo sé. Detesta a los perros.

—Amaranta me hubiera rechazado desde el primer momento al olfatearme.

—¿Y qué me dices de Tritón? A su lado, Amaranta parece el postre.

—La misma teoría del olfato —indica—. Tú le gustaste a Tritón.

Hemos arribamos a La Carmencita y Tritón es el primero en ingresar a la casa en cuanto se abre el portón. Me bajo del auto abriendo luego la puerta de los asientos traseros para sacar la jaula. La deposito en el suelo y Tritón se viene de inmediato.

—Se bueno, Tritón —Dantel lo pone sobre aviso antes de abrir la jaula. Tengo los pelos de punta.

Un sonido extendido, amenazante y gutural, semejante al de una sirena, sale del interior de la jaula

—Te lo dije. No está contenta.

—Aguarda.

Tritón avanza un paso y retrocede dos, mientras que Amaranta se ha ido al fondo de la jaula. Después de un par de minutos Tritón se aproxima y comienza a olisquear sonoramente. Los bigotes albinos de Amaranta se asoman por la puertecita. Sin querer entierro mis uñas en el brazo de Dantel cuando los dos animales se encuentran cara a cara.

En cualquier momento Tritón abrirá su formidable boca y se la tragara, sino es que Amaranta actúe primero y entierre sus filosas garras en los atípicos ojos de Tritón. Pero mi sorpresa es otra al ver que la gata empieza a acariciarse ella misma con el hocico de Tritón, y este, en respuesta a su tacto, abanica su enorme cola de un lado para el otro. Amaranta no tarda en salir corriendo hacia el jardín con aires juguetones, seguida por Tritón, que dando tumbos como si fuese un cachorrito.

Estoy boquiabierta.

—¿Lo ves? —expresa Dantel trancando las puertas del auto.

—No me lo puedo creer —la sonrisa no me cabe en la cara.

Agarrados de manos entramos al césped, dejando seguidamente los zapatos en el estante que continúa justo donde estaba ayer. Pensé que lo de quitarse los zapatos era una temática de la fiesta, pero ya veo que caminar el jardín estando descalzos es una imposición habitual en esta vivienda.

Un magnetismo no tarda en estremecerme las piernas. Me detengo para sentirlo ahora que sé lo que significa, y prosigo a avanzar respirando el aire fresco de la brisa que bate las ramas de los cedros. El sonido del choque de miles de hojas de todos estos árboles es una abrazadora melodía que no tarda en invadirme.

SPERO - Piso1 Cuerpo ✔Where stories live. Discover now