13. Casualidades

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Capítulo XIII

Casualidades

Esta avenida denominada la Cota mil, debido a su elevación a mil metros sobre el nivel del mar, queda al norte de la ciudad y está a los pies del parque El Ávila; una hermosa y gigantesca formación montañosa vegetal que se extiende de norte a sur derrochando imponencia. Es única como ella sola, tan llena de espesura como de inspiración para el que le admire. No existe punto alguno en esta ciudad donde no se pueda alcanzar con la mirada.

Numerosas personas trotan por la avenida gracias a que únicamente los fines de semana cierran su paso al tráfico de autos para abrirles las puertas a todo aquel que desee ejercitarse a lo largo de sus trece kilómetros. Por supuesto que para mí son suficientes recorrer unos ocho, cuatro de ida y otros cuatro de vuelta, si no es que quiero desaparecer o quedar en la quilla. Sin embargo, por el aspaviento que carga Yenni en la cara presumo que hoy serán menos.

—Nella —está sin aire, boqueando como un pez fuera del agua—. Sigue dándole tú solita... Ya sabes que esto no se me da muy bien. Yo mejor... Mejor me quedo por aquí esperando a que estés de vuelta. Anda —la lengua le cuelga de un lado, en tanto trata de recuperar el aliento. Estira la espalda y apoya las manos sobre las rodillas, hiperventilando—. Creo que me voy a pedir un jugo.

Le entrego el coala que llevo colgado a la cadera y la veo alejarse en dirección a la línea de tenderetes que se extiende por todo el borde de la cuesta, con una mano presionándole la parte baja de la espalda.

Sí que le encanta exagerar. Por algo Javier la cataloga como la reina del drama.

Me coloco nuevamente los audífonos, siguiendo el recorrido por el que andábamos, decidiendo que no llegaré tan lejos antes de virarme.

No he actualizado el iPod con música nueva, pero me gusta lo que escucho: stressed out de 21 Pilots, seguida por Chlorine. Luego Pardon me de Incubus, y le sigue mi canción favorita de todas: Bliss de Muse. Hacen que lleve un paso bastante ligero, aunque veloz.

Procuro mantenerme del lado pertinente a los corredores, conservando el margen para no tropezar con las personas que vienen en sentido contrario al mío. El resto de la vía va colmado de ciclistas, mascotas y también de niños. Algún que otro chico pasa montado su patineta, mientras que otros han sacado a pasear los carritos cuatro ruedas. Hay madres que hacen el intento de llevar el trote paseando a sus bebes en coches, y otros como los perros son los que van de correa tratando ellos de seguirle el ritmo a sus dueños.

Me encantaría traer a Amaranta conmigo, pero es una pesada cría de apartamento. No está acostumbrada a las personas, a los espacios grandes y mucho menos a otros animales.

Ya he entrado en calor y estoy sudando como quería. Me despojo del suéter y me ato las mangas a las caderas con un nudo al frente. El sol ha surgido de detrás de los jirones espesos de nubes y aprovecho la ocasión para inclinar la cabeza para que su esplendor me peque en el rostro.

Estos son los momentos en los que disfruto la libertad de sentir a plenitud la brisa rozándome el torso semi desnudo. Cada uno anda en lo suyo, por lo que pudiera desvestirme por completo y nadie llegaría a notarlo. Me divierto con la idea de pensar en ir desnuda corriendo por la calle. La imagen se me viene con claridad a la cabeza y me entran ganas de reírme. Me encuentro ya a pocos metros de la línea de las palmeras que antesala una subida dilatada y empinada que se desvía por el flanco derecho. La trayectoria es inclemente, pero es por la que más vale la pena circular. En otra ocasión me estaría dirigiendo hacia allí con denuedo, pero considerando que Yenni debe estar aguardando a que regrese y de que cuento con algunos, por no decir bastantes, grados de alcohol dentro de mi sistema, aunque no lo parezca, no debería abusar de mi buena salud.

SPERO - Piso1 Cuerpo ✔Where stories live. Discover now