50. Verdades

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Capítulo L

Verdades

Al terminar de cruzar el camino de piedras, que conduce a la casa, subo los escalones, entreviendo que la puerta de entrada está abierta. Saco el teléfono para llamar a Dantel, pero unas voces que provienen del interior hacen eco y se cuelan nítidamente por el reducido espacio que deja la abertura de la puerta.

—Debes decírselo ahora, Dantel. Debes hacerlo lo más pronto posible —me detengo al oír el tono firme de Aimé.

—No lo sé —contesta de vuelta la voz de Dantel.

—Se llevará un buen susto —le oigo decir a Laura con advertencia.

—No importa. Así debe ser. De no ser por el anillo nunca hubiera entrado a esta casa. No te hubieses fijado en ella en primera instancia.

¿Es ese Muriel? ¿Qué...?

¿El anillo? ¿Se están refiriendo a mí? ¿De qué anillo habla?

—Lo que Antonella tiene en su posesión es claramente un Cristal verde de poder —asegura Aimé.

—Es impresionante que sea tu Serendipia —argumenta El flaco.

La mano me tiembla, mientras observo mi anillo de piedra verde. Sacudo la cabeza varias veces, pero no obtengo una clara coherencia de mis pensamientos.

—El libro... —mascullo—. Los Cristales verdes de poder...

Tiene que tratarse de una broma, pero una ominosa bruma me ensombrece la vista y me remite imágenes de Dantel alcanzando mi mano a cada momento: la noche que nos conocimos en esa discoteca, luego en la fiesta, después en la cena, el concierto, en su casa, aquí. Siempre me sujetaba de la mano ¿Lo hacía por el anillo? ¿Se acercó a mí por vez primera por el anillo? Eso no puede ser. No tiene sentido. Es un simple anillo. Era de mi abuela. No tiene nada en especial excepto lo que significa para mí porque le pertenecía a ella.

Luego la voz de mi abuela se me viene a la cabeza y me habla: «Tu bisabuela decía que ese anillo tenía poderes».

—No puede ser cierto. Debo... debo estar confundiendo las cosas —me digo.

Mi mente se remonta en el último capítulo que leí ayer en el libro que trataba sobre los Cristales verdes. "Incesante búsqueda de grandes tesoros".

Retrocedo lentamente sin darme cuenta de que estoy aporreando mis pies contra los escalones. Las piernas me pesan el triple de lo normal, pero las arrastro conmigo.

—No puede ser cierto... Tengo que salir de aquí —me digo entre agobios.

—¿Antonella? —oigo que me llaman—. Antonella. Aguarda —ponen una mano en mi hombro, deteniéndome.

Cierro los ojos y me volteo.

—¿Holanda te abrió? —Dantel me observa con detenimiento—. ¿Qué...? ¿Qué tienes?

Me reculo para que su mano se desprenda de mi hombro.

—¿Qué ha ocurrido? —inquiere, derrochando extrañeza.

—¿Por qué te acercaste a mí aquella noche en la discoteca? —le pregunto, sin reconocer el tono de mi voz.

—¿Qué?

—La noche que nos conocimos. ¿Por qué...? ¿Por qué te acercaste a mí?

Dantel mira hacia atrás y sabe que he alcanzado a oír de lo que hablaban.

—¿Qué significa este anillo para ti? —consigo decirle, mostrándole la mano—. ¿Te acercaste a mi aquella noche por esto?

—Antonella. No es lo que estas...

SPERO - Piso1 Cuerpo ✔Where stories live. Discover now