29. CircoBar

69 10 10
                                    

Capítulo XXIX

CircoBar

A unas cuantas millas de aquí un club nocturno tendrá como invitado especial a una inédita banda musical orquestada por jóvenes. La visita de Dantel esta noche en ese lugar no es meramente por placer, sino más bien por proveer apoyo moral y presencial. Según me cuenta, después de verse obligado a decirme hacia dónde nos estábamos dirigiendo, debido a mi repentina incapacidad de hablar, se trata como una especie de código entre intérpretes de alto nivel para con aquellos que carecen de reconocimiento, pero que resuman a su vez vigor y talento. Pese a que los esos novatos se hayan en aguas turbias están a la espera de alguna propulsión que los impulse a terrenos más acreditados. Esta noche Dantel será esa imprescindible propulsión que los elevará a futuros méritos.

Diez minutos más tardes nos adentramos a una calle apretada y concurrida más por autos que por personas, aunque cuando nos detenemos de frente a lo que presumo es el club una masa de gente se desarrolla a las afueras del local. Dantel saluda con amabilidad a un muchacho de cachucha y carné al cuello en cuanto nos bajamos. No me percato que se trata del valet parking hasta que se sube al auto y se lo lleva. Cuando Dantel se encuentra conmigo antes de que nos encaminemos al club me sujeta la mano nuevamente y entrecruza sus dedos con los míos como lo hizo en el auto. Le hecho una mirada fugaz a nuestras manos unidas e inspiro abruptamente en silencio.

—¿Vamos? —me susurra con una sonrisa escabrosa de medio lado, y no me queda de otra que asentir como una idiota atolondrada.

Camino con torpeza agarrada de la mano del bajista de Chupetas de veneno, sintiendo de pronto que me estoy dirigiendo rumbo a la cima del mundo. Si pudiera ver mi cara en un espejo no dudaría que tendría dificultad en reconocerla, visto que, ni yo misma puedo hacerme la idea de cómo debo estar luciendo en este instante, aunándole, además, que nunca en toda mi vida había caminado en público agarrada de manos con un chico, ni siquiera con mi ex.

Un angosto trecho de cuatro peldaños es el único acceso a la plaza, en donde se desenvuelve una aglomeración de gente que pasa el rato en las inmediaciones. En cuestión de segundos son muchos los que notan nuestra presencia; por lo que tengo decenas de miradas clavadas en mí y en él. No me da chance de analizarlas porque otro par de ojos se unen a la miríada en tan sólo instantes, seguido de otro par, y otro par, luego otro, y otro...

Vamos abriéndonos paso entre la gente que se ponen a comentar entre ellos, o simplemente a perseguir atentamente, algunos con disimulo y otros con la completa carencia de lo que significa esa palabra, nuestros pasos con la mirada. Personas que salen de todos lados estrechan sus manos con la de Dantel, como si éste se tratara del mismísimo alcalde de la ciudad.

Debo estar poniéndome de los mil colores, y lamentablemente con la única defensa que cuento por los momentos es con mi cabello que cubre estratégicamente ambos hemisferios de mi cara, cual cortinas entreabiertas. Ojalá y contara con una pollina en la parte delantera también que me serviría para vendarme los ojos y no alcanzar a ver absolutamente nada, así no tendría que estar al corriente de que somos el centro de atención.

Innegablemente mi miedo escénico ha subido en poco segundos a niveles escandalosos.

Me sorprende la cantidad de gente que puede hallarse en un club un lunes por la noche. ¿Es que nadie trabajaba o estudia temprano por la mañana del día siguiente?

Dantel me presenta a un hombre que lo abraza avivadamente y que luce tan impresionado como yo de mi presencia junto a la de su famoso amigo.

—Es un placer conocerte, hermosa —expresa con inquisición, sacudiendo mi mano con fuerza.

Conozco a un par de personas más hasta que nos adentramos al umbroso interior del club. El pasaje de ingreso divide dos ambientes: uno a la derecha y otro a la izquierda, divisándose una taberna de despacho al fondo del pasillo. Dantel me guía por el que se encuentra virando por la derecha, pero antes lanzo un vistazo efímero hacia el otro lado, vislumbrando a personas bailar entre luces azulejas que se despliegan verticalmente junto al bramar de una música electrónica que alcanzo a percibir antes de verme en la obligación de encarrilarme y hacerle frente al lugar en el que estamos ingresando, que es como si acabáramos de aparecernos en un sitio perteneciente a una época distinta a la nuestra, ya que todo se me asemeja a un set de una película de los años veinte.

SPERO - Piso1 Cuerpo ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora