32. Renacer

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Capítulo XXXII

Renacer

Tartén:

El césped está recién podado como cada martes a esta hora de la mañana. La calentura del sol no tarda en evaporar sutilmente el agua de la grama salpicada por las regaderas ubicadas en cada esquina del vasto jardín. Se forman franjas de banderas a través del rocío suspendido a medio metro del suelo. Camino por el sendero de adoquines, mientras escucho trinar a los pájaros sumergidos en las copas de los chaguaramos que se yerguen a mis espaldas.

Hoy se augura un gran día. Han pasado casi cuatro años después del horrible suceso que marcó enteramente su cuerpo, mente y alma. Todo lo que tenía, lo que era, a lo que se dedicaba y todo lo que amaba parecía haberse desvanecido después de aquel día.

Su entorno era uno de los más envidiables, algo por lo que cualquier persona habría dado lo que fuera por tener. Éxito, fama, personas, chicas y relaciones. Lo tenía todo. Cada cosa estaba servida para él en bandeja de plata, a pesar de que su estilo, al igual que el de los otros, era completamente diferente a la superficialidad. La confianza, la seguridad, la astucia y el brío estaban siempre de su lado, y aunque algunas de esas cosas no han cambiado y nunca lo harán, la mayoría sí sufrieron los impactos de la perdida:

La seguridad se convirtió en duda, la exposición se tornó en reclusión, la soledad se volvió su mejor amiga, y la justicia en su más grande ambición.

Es difícil pensar que alguien que ha llevado desde su nacimiento un ritmo de vida tan afortunado pueda sufrir un descenso así de precipitado. Para alguien que nunca había experimentado el dolor, debe ser bastante garrafal. Pero lo que aconteció hace dos noches y lo que está a punto de suceder hoy acierta con el viejo dicho de "Lo que no te mata te hace más fuerte".

Hoy renace oficialmente lo que muchos han estado esperando. Hoy regresa como una nueva joya renovada y perecedera, con el futuro marcando sus próximos pasos. A partir de hoy renace la estrella.

Le hago un gesto de saludo a Lorenzo, el jardinero, que se encuentra apoyado sobre los talones usando tijeras en unos arbustos de rosas espinosas. Corta las púas de los pedúnculos y se levanta tambaleándose para entregarle tres flores a Paca, la servidumbre. Una señora de sesenta y tantos años que raya en lo desdeñosa y lo mañosa, una completa maniática del compromiso y la pulcritud, y que al igual que el jardinero lleva trabajando aquí más años que yo. Después de todo este tiempo lo único que puedo decir de esta gente es que no sé qué haríamos sin ellos.

—Buenos días, Paquita —entro al cobertizo.

—Señor Tartén —asiente encañonando el ceño—. Sacúdase los zapatos antes de entrar a la casa.

Zapateo encima de la alfombra antes de empujar la manilla hacia abajo para tirar de la pesada puerta. Paca hace un gesto desaprobatorio al ver que ha caído tierra en el piso pulido de la entrada. Me devuelvo para sacudir nuevamente las suelas, asegurándome de que no caiga esta vez un sólo grano de porquería encima del mármol.

—El desayuno lleva puesto en la mesa desde hace media hora —Paca se seca las manos con el delantal. Mete las rosas dentro de un botijo de vidrio y las pone en medio de la mesa junto al desayuno.

—Subiré.

—Venga. Voy con usted. De seguro habré de recoger del suelo alguna catástrofe —objeta con aire de irritación. Su semblante está más respingado que de costumbre esta mañana.

Le cedo el paso, dejándola que suba las escaleras delante de mí meneando su gigantesco trasero de cerdo de rebaño. Cuando llegamos a la habitación duda en abrir la puerta, decidiendo luego dar un paso hacia atrás para dejármelo a mí. Me acerco para llamar con golpes leves y blandos, pero como no obtengo respuesta giro la manilla y empujo la puerta adentrándome a una oscuridad total. Camino por instinto, buscando con la mano el dispositivo encima del taburete hasta dar con él. Estiro el brazo en el aire y aprieto el botón del comando. La placa de tela del ventanal se corre hacia arriba dejando entrar los rayos cegadores que traspasan la penumbra en la habitación. Paca entra, poniéndose de inmediato a recoger prendas por el suelo y a guindárselas a las espaldas.

SPERO - Piso1 Cuerpo ✔Where stories live. Discover now