21. Pista de baile

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Capítulo XXI

Pista de baile

No le basta con ser uno de los integrantes de mi banda favorita; haberse conseguido el título de uno de los hombres más guapos que he visto; sino que también, por si eso fuera poco ¿Resulta que este espécimen es todo un santurrón intelectual?

—Eso no lo había logrado antes —a pesar de que estoy flipando, una sombra de irritación se pasea por donde estoy y decide quedarse. Hay que ver que mis cambios de humor de hoy son cosas de análisis y estudio.

Me enfadan las perturbaciones a las que es sometido mi cuerpo cada vez que me encuentro cerca de él: saltos, corrientes eléctricas, puntadas de estómago, sudoraciones y hasta palpitaciones. Parezco una abuela en sus últimos días de vida, o peor aún, una preadolescente en plena pubertad. Me hacen sentir débil y enferma. No obstante, no sé si estoy del todo incomoda con él, pero es inevitable no reconocer que es su presencia la que me pone de malas y me vuelve intolerante a mis propias fluctuantes reacciones. Es como si no fuera yo, sino que mi cuerpo pareciera haberse independizado y ahora da saltitos intrínsecos de aquí y de allá, convirtiéndome en una persona incapaz de controlarse.

—Esta noche lo has conseguido —coge un bastón de apio y le provee un mordisco, impasible, muy lejos de como yo me encuentro.

Le medio sonrío y me acomodo en la silla intentando sacudirme el malestar. Bebo vino.

— ¿Te sientes bien? —me pregunta con el ceño contraído.

—Sí —mi respuesta es tan falsa que, hasta él, que no me conoce nada sabe que no es cierto.

—Puedes decírmelo —su voz sensual y confidente baja de tono casi como un susurro—. Puedes confiar en mí —me dice derrochando seguridad, y noto que de pronto no quiero hacer otra cosa más que serle sincera.

—No es nada. Es sólo que... —me muerdo el cachete, pero algo me impulsa a seguir hablando—. En estos momentos no me siento yo misma —me encuentro sorprendida por la veracidad de mis propias palabras.

— ¿Por qué crees que eso este pasando? —arquea el ceño, ocasionando que una ceja se le tuerza. ¿En serio le interesa saber lo que me pasa? Lo peor del caso es que, si quisiera responderle no sabría qué decir—. ¿Puedo hacer algo para hacerte sentir mejor?

Coloca su mano encima de la mía, igual a como lo hizo anoche en el club cuando me encontraba con medio cuerpo volcado en la mesa, pensando que se trataba de un depredador, alguien que me había drogado con una pastilla para llevarme lejos de allí. Comprendí luego que nada de lo que pasaba por mi cabeza iba a ocurrir, que todo iba a estar bien y que, si permanecía cerca de él estaría segura.

Miro sus dedos sobre los míos. Veo su cara y sacudo la cabeza en señal de negación. Por alguna extraña razón el corazón se me arruga y siento de repente unas incontenibles ganas de llorar. Con la mano que no lleva el anillo, la que él no tiene atrapa debajo de la suya, aprieto un pañuelo que ha estado doblado todo este tiempo junto a los cubiertos. Estoy a casi nada de sentir una lágrima por la arista del ojo y de llevarme el pañuelo a la nariz, cuando tres figuras emergen por la retaguardia.

—Hola —chilla una voz tupida.

Me reculo en el asiento al igual que él lo hace, sin darme cuenta de lo cerca que nos encontrábamos el uno del otro. Recojo mi mano con lentitud mirando para otro lado. Cojo un sorbo de aliento y me trago todo, antes de disponerme a optar por una posición erguida, viendo a las tres chicas y haciendo un esfuerzo por esbozarles un gesto amable. La del medio lleva trenzas de colores en el pelo, y las otras dos que parecen gemelas padecen de acné crónico en las mejillas.

SPERO - Piso1 Cuerpo ✔Where stories live. Discover now