34. Adrenalina por partida doble

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Capítulo XXXIV

Adrenalina por partida doble

Está usando lentillas oscuras de sol y un aspecto tan desfachatado que provoca llamar a defensa civil para que se lo lleven. Agradezco no poder alcanzar a ver sus ojos grises tormenta, pero la situación no dura mucho porque se las quitas, me mira y se acerca. Su cara roza tersamente con la mía y nos saludamos con un beso de mejillas que me enardece hasta en los huesos.

—Siempre una mala costumbre —admite al separarse de mí.

El cercano y fuerte crujir de un motor rompe con el contacto visual. Observo ambos lados de la calle en busca de su procedencia, cuando de un momento a otro un corpulento hombre de estatura mediana emerge de la parte trasera de la camioneta llevando consigo un casco negro debajo del brazo.

—Quedó como nueva señor Tesio. Es toda suya.

—Gracias, Enrique —Dantel le entrega el llavero del que pende un pequeño planeta circular de metal que reconozco como las llaves de su auto, ya que era lo que pendía de estas cuando se mantenían incrustadas en la hendidura del arranque el lunes cuando salimos—. Ella es Antonella.

—Un placer, señorita Antonella —el hombre de unos sesenta y tantos años le entrega el casco a Dantel junto a un pequeño dispositivo rectangular parecido a un control—. Qué disfruten.

El señor procede a subirse al auto por el lado del piloto y a continuación, oigo que el motor se enciende. Sin tener aún una clara comprensión de la situación, la camioneta se pone en marcha y se aleja sin esperar a que nos subamos en ella. El desplazamiento del auto ha dejado al descubierto una motocicleta que reluce entre el negro, el plateado y el rojo, armando incrédulamente las piezas dispersas en mi cabeza.

—¿Qué es eso? —prorrumpo.

—Eso es una mo-to-ci-cle-ta —explica la palabra como lo haría frente a un niño de dos años.

—Ya lo sé ¿Qué hace aquí? Oye —vacilo incrédulamente—. No creerás que... —pero la voz se me quiebra.

—Le pedí a Enrique que fuera a buscarla al sitio del lavado y se encontrara aquí conmigo para irnos en ella.

El corazón se me dispara y estoy empezando a sudar y a caminar en retroceso, como si el peligroso vehículo fuese a venirse solito hasta donde estoy.

—Dantel —hago una pausa para acompasar mi alarme—. No hay manera de que me convenzas para que me monte en esa cosa.

—¿Esa cosa? Es una Aprilia RSV4 del año.

—No. No estas entendiendo. Yo no me subo a motos ni a ningún artefacto que ponga en riesgo mi vida.

—Soy un excelente conductor —afirma.

Está intentando desestabilizarme con ese rostro perfecto suyo.

—A-a —niego con lo cabeza rotundamente—. No lo haré.

—Vamos, Antonella —y ahora sus aires son notoriamente juguetones.

¿Es que acaso se puso estos días a practicar sus más irresistibles y pérfidas movidas? Me cruzo de brazos, enfadada.

—Prometo que no va a pasarte nada. Confía en mí —la imagen de sus francos ojos me inunda e intenta a su vez violar mi reticencia.

No logro formar un coherente pensamiento que me haga examinar con atención el pro y el contra de este asunto. Observo la formidable nave y luego le lanzo una mirada cargada de reproche.

—Hasta has traído el atuendo adecuado, fíjate —se refiere a la chaqueta de cuero que llevo envuelta en el brazo. Él también carga una puesta—. Tu Draeda estaba al tanto de lo que pasaría y confabuló con la decisión de tu atuendo.

SPERO - Piso1 Cuerpo ✔Where stories live. Discover now