17. Fanática #1

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Capítulo XVII

Fanática #1

Atravesamos la vereda de piedras para volver a poner los pies en el suelo forrado de césped fresco. Nos aproximamos a un pequeño bar de madera de pino que se ubica aledaño a un carrito rojo estilo vintage, en donde dos muchachos se mueven con presteza para que los hot dogs, las papas fritas y las hamburguesas estén listos para su despacho.

Nos sentamos en unos minúsculos taburetes y ordenamos dos cocteles de hierba buena reseñado en el renglón número cuatro del menú de bebidas descrito en una pequeña pizarra con forma de porta retrato. A mi parecer es lo menos dulce que ofrecen y Yenni está más que de acuerdo con la elección. Lo último que deseo en estos momentos es beber algo meloso que penosamente me recuerden a los tragos de anoche.

Las personas comienzan a pulular de forma veloz, y son en su gran mayoría adolescentes y preadolescentes; como era de esperarse: hiperactivos, alborozados y derrochadores tanto de vitalidad como de hormonas. Conversan, consumen, se asocian en grupitos pequeños, se disocian y cuchichean. Algunos lo hacen mirando con ojos curiosos y fijos al grupo que tienen al lado. Otros más se toman fotos y se cuelan en los bares alardeando tener entre sus manos coctelitos saturados de frutas que van ligados sutilmente con un poco de alcohol. Los chicos se sabotean entre ellos, se dan golpetazos en las espaldas y en las cabezas, en tanto las chicas se alaban unas a otras con frivolidad, emanando expresiones de complicidad, de amor, de odio, de envidia, de rencor, y algunas parecieran transmitir una mescolanza de todo eso junto.

Atisbo nubecillas delgada de humo saliendo de detrás de las hileras de setos que tenemos como a siete metros de frente a nosotras. Me percato al segundo del origen del humo luego de apremiarme en agudizar la vista, dando con salpicados puntos ardientes anaranjados que se encienden para luego atenuarse. Cosa que me alude a seguir el recorrido de la hilera encubridora y entrever en la distancia a varias parejitas besuquearse contra la pared y a otros escurridizos tomar de algo que probablemente no lo han sacado de los bares.

Me siento tan perpleja como ridículamente inocente al recordar lo retardada que era a esa edad en comparación a estos imberbes de ahora. Para mí lo más pecaminoso residía en escaparme de clases para ayudar a Yenni a reencontrarse con Javier en alguna esquina, o a encubrir a Marisol cuando tenía que salir con el novio que la sobrepasaba en edad. Ahora que lo pienso siempre se trataba de tapar la locura de mis amigas, pero nunca hubo ninguna mía que ocultar. Me pregunto si es esa la razón por la que Yenni ha hecho énfasis con respecto a mis supuestas exigencias.

¿Soy exigente en el amor? ¿Es esa la razón por la que nunca he tenido un novio de verdad en toda mi vida? Desde que Yenni lo mencionó anoche en la cena me ha estado golpeteando en la cabeza la idea de creer que soy rígida con respecto a ese tema, incluso mi asistente Olga lo ha insinuado un par de veces.

No me considero una persona a la que puedan referirse como alguien exigente. Y si de veras existe alguien que me vea de esa manera, no es mi culpa. Simón, mi ex, nunca fue realmente un novio para mí; es decir, jamás se lo presenté a mis padres bajo ese título. Lo veía más como a un amigo muy íntimo. Me agradaba estar con él y posiblemente llegamos a tocar varias veces, y con un exceso ineludible de vergüenza, la segunda base, pero no surgió nada posterior a eso que haya infundido en mí alguna clase de deseo que me hiciera querer ir a por más.

Opino que a nuestra edad no contamos con la madurez competente para afrontar esos tipos de sentimientos. Reconozco que es mejor ahorrarse el sufrimiento de cualquier banal enamoramiento y no perder el tiempo con ellos. Además, Olga no me conoce de nada, sólo tiene la manía de crear hipótesis indeterminadas con respecto a lo que opino acerca de los chicos en cuanto a la actitud, la sonrisa y... las manos.

SPERO - Piso1 Cuerpo ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora