19. Irrevocable

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Capítulo XIX

Irrevocable

Yenni emana de entre la maraña de gente con un aspaviento que denota desorientación. Sostiene un enorme vaso rojo de plástico colmado de líquido hasta los bordes. Me sonríe en cuanto sus ojos logran ubicarme. Puesto a que nunca había sentido tanta sed, le arrebato de los dedos la bebida sin siquiera preguntar qué es. Me tomo más de la mitad del contenido que resulta ser lo que estaba suponiendo que fuera: cerveza. Está helada y espumeante, y me refresca al instante.

—Termínatela si quieres, yo ya llevo cuatro. ¿Y Laura?

—Se ha ido por algo de comer —no aguanto dos pedidas para hacer desaparecer la birra dentro de mi boca. Me relamo los labios.

—No he posteado en la red social ni una sola foto desde que llegamos —refuta como si aquello se tratara de un delito federal.

Nos toma varias selfies con la tarima y el público de fondo, luego se pone a jorungar el teléfono con presteza como si de una actividad de trabajo se tratara. Sospecho que no quiere demorarse en subir las imágenes a la red.

—Faltan cinco minutos para que esto acabe. He estado llevando la cruz todo el rato para no perderme un sólo minuto del concierto, pero ya no puedo aguantar más —repone, con cara adolorida, cruzando las piernas y sonándose los dedos—. ¿Vienes conmigo?

Nos vamos corriendo a los sanitarios pitando corneta. Tres chicas salen disparadas por la puerta antes de que nosotras entremos; apuesto a que quieren estar de vuelta en la olla antes de que finalice el show. Yenni corre al excusado y los oídos empiezan a chillarme debido al drástico cambio de la bulla externa y el silencio que ronda acá. Se escucha únicamente el indiscernible extractor de aire, unido al lejano retumbar de la música colándose por las paredes.

Me he traído conmigo esta vez la carterita de mano. Saco mi brillo frambuesa retirándole la tapa para extenderlo por mis labios, pero antes tiro de una servilleta y me saco el resto del pegoste que cargaba en la boca. Yenni sale del sanitario embutida en el vestido ahora arrugado. Se tira del ruedo y lo aplaca, devolviéndolo hasta abajo.

—En serio que me encanta este pedazo negro de tela —se mira al espejo. Hala del vestido nuevamente, haciendo que los pechos se le remonten.

—Puedes quedártelo —me doy unos golpecitos en la boca untándome más brillo; necesito hidratarme la piel.

—¿En serio? —eleva las comisuras de sus labios en una sonrisa idéntica a la de la carita amarilla feliz.

—En serio.

—¿Y qué has hecho con la pintura rosa mate pasión que te he aplicado? —me regaña con gesto histriónico, como si el maquillaje que me hizo fuera una obra de arte y yo decidí arrojarla al basurero para luego prenderle candela.

—¿Hablas de la letal mescolanza atestada de plomo que me ha cuarteado la boca?

—No te pases. Eres una auténtica exagerada. Eso es lo que todas llevan —se relaja un poco admirándose de nuevo en el espejo. Vuelve a tirar del bajo del vestido en unos movimientos particularmente extraños y característicos de ella. No sé a dónde quiere que le lleguen las tetas—. ¿Qué más cargas ahí aparte de tu preciado hidratante labial? Olvidé mi cartera en la mesa.

Saco el estuche de polvo para la cara y también el blush, que no sé por qué diantres los he metido aquí dentro. Yenni abre el polvo y gesticula un ademán de los mil horrores.

—Necesitas cambiar tu maquillaje con urgencia —me ladra. Pega con cuidado la mopa sobre la placa blanca de polvo que se encuentra partida en mil pedazos, luego se la pasa por la cara como si de excremento se tratara.

SPERO - Piso1 Cuerpo ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora