22. Incomprensible

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Capítulo XXII

Incomprensible

¿Cómo se supone que deba bailar esto?

Mi manifiesta reticencia por naturaleza es notable. Estoy sumida en el pánico porque mi torpeza no tardará en hacer de las suyas si accedo a bailar con él la bendita canción. La mano de la que se prendió para atraerme hacia él se eleva a la altura de su hombro. Sus dedos se abren entrecruzándose con los míos, lo que ocasiona que mi pecho se contraiga en un hálito que me sale inesperadamente por la boca. Esta cercanía envía presurosamente ráfagas de escalofríos a todo mi cuerpo. El hecho de que mis dedos estén unidos de esta manera a los suyos es más íntimo para mí que cualquier otra cosa.

Sin romper contacto visual conmigo se mueve con donaire hacia un lado y yo le sigo a la par, luego al otro lado y repetimos otra vez el paso. El movimiento se va transformando en un baile rítmico y llevadero. Podría decir que estoy atrapada en una danza involuntaria de la que no tengo intensiones de zafarme por lo pronto.

Chorros de humo salen desmedidamente por los laterales de la pista y doy gracias por ello; más humo equivale a menos visión, sólo espero que mientras estemos aquí no se les vaya a pasar la mano a esta gente y consigan quedarse sin reservas. Sé que la pista está repleta de gente que baila al igual que nosotros lo hacemos, pero únicamente puedo percibir sombras que se agitan dentro de la densa masa que envuelve nuestras siluetas, permitiéndome creer que somos los únicos aquí presentes.

Las irradiaciones de distintas tonalidades que nos asedian me traen el recuerdo de anoche cuando la marejada de alcohol produjo en mí un estado de confusión, con él sentado al otro lado de la mesita que nos separaba en el club. A sus espaldas zarandeaban múltiples luces de colores igual a como sucede ahora, sólo que este momento es más palpable dado que esta noche no me encuentro ebria. Y aunque sé que estos instantes son más reales que los momentos del club, parece más fantasioso, puesto que pareciera que estamos bailando sobre nubes tupidas que se desplazan a lo largo de un cielo colorido.

Lo único que deseo en estos momentos es que mi cortedad no se le haga tan obvia y que mis facciones, que ya de por sí son delatadoras, no se lo estén contando a megáfonos. Por el momento me enfoco en mantener una expresión relajada. Reviso cada cierto rato que a mis pies les esté yendo bien allá abajo con estos tacones y estos pasos que en mi vida había practicado. Repaso mentalmente los movimientos de mis piernas dentro del largo vestido cuando ¡Zas! Le piso el pie al bajista de Chupetas de veneno.

—Lo siento —mi cara debe haberse convertido en un poema—. No soy buena en esto. Creo que la última vez que bailé algo así fue con papá en mis quince años, y sólo fue como por dos minutos antes de salir huyendo.

—En mi opinión, eres bastante buena. Sólo tienes que relajarte un poco más —emite una mueca que conlleva un leve indicio de advertencia.

—Estoy tensa ¿Cierto? —me detengo en seco.

—No es eso a lo que me refería —me sonríe con la mirada, haciéndome retomar de nuevo los pasos—, pero sí noto cierta rigidez. No tienes porqué.

¿Que no tengo por qué? ¿Es que no se ha visto en un espejo? ¿Acaso se ha olvidado de quién es?

Vamos. De acuerdo. El chico es un ser humano al igual que yo. Haré lo posible por estar más relajada, y para eso tengo que prácticamente borrarle el rostro. Aunque puedo ser creativa, imaginar que estoy bailando con otra persona y no con él ¿Pero cómo diantres lo consigo? En tanto rebusco una idea, cualquiera que sea, muevo mis hombros de arriba a abajo para ganar algo de soltura. Noto que tengo los músculos de la parte alta de la espalda engarrotados, lo que confirma mi rigidez acumulada en esa zona y que en efecto he estado bailando cual momia todo este rato.

SPERO - Piso1 Cuerpo ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora