45. Velando sueños

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Capítulo XLV

Velando sueños

Me da la impresión de que quiere aprovechar estos momentos en los que mis emociones se encuentran anestesiadas, por tantas arremetidas continuas, para revelarme más sobre su vida y de todo lo que hace.

Observa con detenimiento mi habitación, posando sus ojos en una esquina cerca del escritorio donde mantengo un perchero del que guindan collares, sombreros y un montón de cachivaches que nunca uso y que prácticamente se ha vuelto parte de la decoración del cuarto. El manojo de cosas se estremece como si un roedor estuviera tratando de salir de ahí. De pronto, una pluma blanca se desprende de las cuentas y emprende un vuelo por los aires, dirigiéndose a nuestra ubicación. La pluma se detiene antes mis ojos y cae ligeramente en la palma de mi mano.

—¿Puedes hacer que las cosas se muevan? —despego los ojos de la pluma para mirarle. Trago saliva sonoramente.

—Sí —y de improvisto, uno de los sombreros se desengancha y aterriza sobre mi cabeza—. Qué mona —me dice, entusiasta.

Tengo la boca abierta.

—¿El Piso 3 te permite mover los objetos? ¿Es una broma? —me saco el sombrero, estupefacta.

—Todos poseemos la energía invisible, incluso los objetos. Al tener el flujo psíquico activo somos capaces de afectar la materia porque frecuenciamos con la parte energética de esta. Es el poder de la mente sobre lo físico. Todo sucede porque la energía fluye en todo y en todos. Si descomponemos una estructura física y le damos paso a la molécula, esta se lo da al átomo y, por consiguiente, a las partículas subatómicas en donde existe un espacio vacío comprendido en el centro y a su vez en todo. Ese vacío palpita de inteligencia invisible que no es más que la energía misma.

—¿Logras hacerlo con el poder de tu mente? ¿Con... con tu mirada? —balbuceo —vi que no despegabas los ojos de la pluma hasta que la tuve conmigo.

—Debido a que controlamos la energía de la físicalidad con la mente puedo hacerlo también con mis manos —mueve un dedo en el aire y mi almohada empieza a rodar por la colcha y cae al suelo—... O con mis ojos —observa el sombrero que me he sacado. Este se eleva de la cama y flota hasta ocupar su sitio en el perchero.

Me tapo una risa entre dientes que se oye de lo más senil. Son la tres de la madrugada y mi capacidad para razonar ante tales fenómenos se ha vuelto casi inexistente.

—Pero mantenemos ciertas reglas en el Piso 3. Tratamos en lo posible de mover objetos con la mirada y no con las manos. Veras, la mano es más rápida que el ojo. Es por esa razón que existen los ilusionistas. Desde niños los chicos y yo hemos perseguido la práctica de hacerlo con los ojos hasta que se volvió rutinario. Así evitaríamos usar las manos ante un impulso o un acto de reflejo; cosa que nos pondría en evidencia si nos encontramos en presencia de alguien más. Mover objetos con los ojos conlleva un enfoque y una concentración determinada previamente analizada. Con las manos... —sacude los dedos y la almohada regresa a la cama como si alguien invisible en el suelo le hubiera proferido una patada—. Ni siquiera necesito quitar la mirada de ti para hacerlo. Es inmediato. Además, cuando lo hacemos con las manos aplicamos cierta fuerza, y ésta a veces es desmedida. Hacerlo con la mirada es como una especie de control que nos autoimponemos.

—Parece magia —suelto, desorbitada.

—La magia es ilusoria. Lo que hago es real —me rosa una mejilla con su dedo pulgar—. Veo que tienes sueño.

—Para nada —oculto un bostezo con mi mano.

—Debo irme para que descanses —se levanta del colchón en un ágil salto.

SPERO - Piso1 Cuerpo ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora