CAPÍTULO XIX- LA CENA

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MAX

Balanceo el vaso de cristal jugando con su contenido,  llevo un rato aquí en la barra del bar, incluso el hielo se ha derretido por completo, el vaso a dejado de sentirse frío, pues su contenido se ha vuelto templado y  no le he dado ni un sorbo, el tiempo en el lugar se me ha ido en solo pensar, pensar y pensar, las posibilidades, pros y contras.

Hay una morena en una mesa que me ha observado desde que llegué, tiene buenas curvas y me sonríe esperando que sea yo quien dé el primer paso.

Dejo mi vaso a un lado y pido otro whisky  que no tomaré, puedo pedirme una botella entera y beberla, mañana no tengo que ir a trabajar, pero no tengo planeado hacer nada de eso.

Me entregan el otro whisky en   las rocas y me dedico a contemplar los hielos sólidos en su interior como si en ellos pudiera encontrar las respuestas que busco, de soslayo veo como la morena se levanta de su mesa y se acerca.

— Hola guapo — dice pasando una mano con uñas largas desde mi hombro hasta mi brazo — me invitas un trago —  bate las pestañas para enfatizar su coqueteo y seguramente así lograr su cometido.

— Pide lo que quieras — le digo con una sonrisa.

Ella me sonríe de vuelta y pide un trago de la bebida más cara en el stock, lo sé porque yo soy el dueño de este lugar y muchos otros, pero eso muy poca gente lo sabe.

Me estoy aburriendo aquí, así que saco un puñado de billetes, se los dejo en la barra al cantinero y me doy la vuelta para marcharme.

— A dónde vas — su voz de desconcierto me detiene y me giro, no le contesto solo levanto una  ceja y dejo que ella deduzca lo que quiero decir. — ¿no se supone que me invitarías un trago?

— Tu bebida ya está pagada. —señalo lo obvio. —Acepté invitarte un trago.

— Pero…

— No dije que bebería contigo — la dejo en la barra del bar,  me subo a mi auto y me marcho más decidido que nunca.

Conduzco por la ciudad como acostumbro y llego al edificio, recorro la distancia, tomo el ascensor, cuando salgo del aparato y entro en la habitación un escalofrío me recorre la espina dorsal, una electricidad corre por todo mi cuerpo y la excitación bulle en mi interior. Mientras Daze and Confunse de Ruel, suena de fondo.

— Buenas noches— saludo a la mujer de rojo frente a mi.

Levanta la cabeza y me encuentro con su mirada que me aturde, se queda pasmada por un momento mirándome como si no creyera lo que está viendo pero a la vez un atisbo de alivio surca su mirada, y entonces, después de unos segundos de asimilarlo todo, se  levanta de su asiento lentamente y la imagen que me da me hace apretar la mandíbula tanto que me duele, está enfundada en un ceñido vestido color rojo, luce mejor que en los eventos anteriores en dónde su atuendo era elegante, está vez la elegancia está presente pero con una sensualidad como protagonista que solo ella puede aportarle a un atuendo.

Es un vestido de un rojo  candy  de tirantes con escote en V, la falda del vestido está muy arriba de la rodilla dejándome ver unas piernas torneadas y preciosas. El cabello  con una longitud perfecta lo trae suelto en ondas.

— ¿Tu? — es lo que logra decir después de salir de su estupor.

— Yo— contesto con simpleza y me encajo de hombros.

— Pe… pe… pero.

— Toma asiento. Ya me cansé de estar parado — sugiero.

Su cara de sorpresa es un poema, con solo verla tan desconcertada y en ese vestido hace que valga la pena lo que pagué en la subasta, monto que ya de por sí valía la pena por la causa a la que iba dirigido.

— Necesito tomar aire— obviamente no sería ella si me hiciera caso a la primera— usted siéntese señor Bécquer.

Se da media vuelta y se dirige la  terraza, las puertas son automáticas y se abren en cuanto se acerca, sale al exterior, pero en cuanto el viento propio de un décimo piso la recibe se abraza así misma, se nota que no está acostumbrada a los climas fríos y no contempló que justamente a partir de esta noche las temperaturas iban a empezar a descender por el próximo cambio de estación.

La sigo hasta donde está y me posiciono tras ella colocándole mi chaqueta, ella se tensa de inmediato y se da la vuelta para mirarme de frente, pero se aferra a mi prenda, no la rechaza.

Cuando sus ojos color avellana me enfocan y me miran de esa manera en que lo está haciendo en este momento, me hace ser consciente de todo, desde la distancia que hay de mis pies a tierra firme, hasta del roce de la tela del traje en mi piel, pero en especial soy muy consciente de lo poco que nos separa, solo una inclinación de cabeza, una mínima inclinación de mi parte y volvería a chupar ese maldito labio que ella está chupando ahora.

— Deberíamos entrar, hoy la noche es especialmente fría, no como ayer.—ofrezco, mientras levanto mi mano izquierda y libero su labio del agarre de sus dientes.

— ¿Que es lo que quiere de mi señor Bécquer? — el tono en que lo hace es una mezcla entre la confusión por la sorpresa y su habitual sensualidad al hablar.

— ¿Por qué crees que quiero algo de ti?

— Entonces, ¿Por qué está haciendo esto?

— Hacer qué — me gusta ser un hombre directo, pero encuentro una divertida fascinación en hacerla enojar, la forma en que sus ojos destellan de furia, me gusta de una manera retorcida porque algo así no puede ser normal.

Ahora en este preciso momento me está mirando de esa forma.

— Pagó $200,000 dólares por una cena conmigo, —espeta con molestia — ¿Por qué lo hizo?

— Porque si te lo hubiera pedido habrías dicho que no. — le suelto.

Consideré hacerlo pedírselo de frente y sin rodeos y lo hubiera hecho si no fuera la mujer más pinche terca que jamás en mi puta vida he conocido.

Probablemente hubiera sido más fácil pedírselo de frente, porque lo que le voy a proponer probablemente se mal interprete por el contexto de la situación.

Se queda callada solo mirándome, en estos momentos me gustaría saber qué es lo que piensa.

— ¿Por qué iba usted a querer cenar conmigo? — pregunta después de un suspiro.

— Te quiero proponer un trato, pero antes si no te importa me gustaría cenar.

Me hago a un lado para permitirle pasar y al llegar a la mesa, separo la silla para que se siente, me lanza una mirada que me lo dice todo.

— A veces, muy rara vez, puedo comportarme como un caballero.— le guiño un ojo.

— Debería intentarlo más a menudo, señor Bécquer. — contesta con sequedad.

Pido que nos traigan la carta para ordenar. La cena es una completa tortura, verla saborear cada bocado y la forma en que su garganta se mueve cuando pasa el vino es alucinante, pero cuando se pasa la lengua por los labios carnosos para atrapar los restos de las gotas del líquido que se quedaron ahí, es demasiado.

— ¿Pasa algo? — pregunta al ver mi interés en sus labios.

— Se me antojó el vino — le contesto.

— Es del mismo que usted está tomando — apunta frunciendo el ceño.

— Puedo jurar que el que tú estás bebiendo sabe mejor, Castelar.

— Eso es imposible — aún no capta la indirecta o si lo hace está fingiendo demencia.

— No lo creo — una sonrisa lenta se dibuja en mi rostro, me gusta a dónde nos está llevando la conversación. — aunque si lo probara podría verificarlo.

Levanta una ceja y me mira con cara de pocker.

— Lastima, tendrá que ser para la próxima. — toma su copa y bebe todo su contenido de un solo trago.

Pero no calcula bien la cantidad de líquido en su copa, porque unas cuantas gotas de vino le  salen por la comisura de su boca.

Una vez tomado todo el contenido se apresura a bajar la copa para limpiarse, pero soy más rápido y detengo su mano a medio camino para alcanzar la servilleta en su regazo.

Me inclino un poco para tener mejor acceso a ella y recorro con mi lengua el trayecto descendente que habían hecho las gotas de vino, ella se queda quieta, si se siente incomoda, bien puede separarse pero no lo hace y sonrío para mis adentros, planeaba detenerme al llegar a la comisura de sus labios, pero soy codicioso y no puedo parar, así que continuo mi sagrado recorrido hasta pasar la lengua sobre sus labios, ella entre abre la boca en una invitación tácita a que siga, pero me detengo una vez que he recogido todo el vino errante y me separo de ella saboreando la combinación embriagante del vino y sus labios, tan delicioso que mis ojos se cierran cuando lo paladeo.

— En efecto, tu vino sabía mejor que el mío, aún mejor que Ambrosía, Castelar.

No dice nada solo se limita a mirarme pero su pecho sube y baja por su respiración errática.
Cuando la cena ya está terminada los camareros llegan a  retirar los platos.

Los camareros  terminan y se marchan, pero antes les agradece afablemente por sus servicios. Debo admitir que su sencillez me sorprende, es algo que ella tiene y a mí me falta. No recuerdo que alguna vez haya agradecido por un servicio.

Cuando por fin estamos solos nos miramos a los ojos, pero está vez no son las típicas miradas beligerantes de siempre está vez solo hay expectación.

— ¿Qué es lo que quiere de mi, Señor Bécquer?  — rompe el silencio.

— Tu obediencia— soy directo esta vez.

— ¿Disculpe? — espeta descolocada, obviamente no se esperaba eso.

— Ya me escuchaste, quiero tu obediencia. — nuestro camarero particular se acerca a servirnos más vino, le digo que   vamos a prescindir de sus servicios y que no se nos moleste más.

Tomo un sorbo de mi vino, este no sabe para nada igual al que probé de sus labios, aunque sea de la misma cosecha, incluso siendo de la misma jodida botella.

— Mi obediencia la tiene— contesta muy altanera. — en el ámbito profesional, que es lo más importante— agrega de la misma forma.

— Quiero más— declaro balanceando mi copa en la mesa.

— No le estoy entendiendo.

— Por una noche, no hoy, la que tú quieras y elijas, quiero tu obediencia.— la miro directamente a los ojos esperando su reacción.


— ¿En qué ámbito? Entonces.

En el sexual — le suelto y  abre los ojos de par en par, el reconocimiento llegando a ella,
pero un rubor empieza a extenderse por sus mejillas, quisiera  decir que es por vergüenza por lo que le acabo de pedir, pero veo furia en su mirada y su semblante se ha endurecido.

— Así que de esto se trata ¿No? — espeta colérica — pagaste una fortuna en una subasta pensando que estabas pagando por sexo.


— No — corto su alegato, mi tono es firme, sabía que esto podría pasar y no la culpo, la situación se presta para mal interpretar— ofrecí para tener la oportunidad de cenar contigo.

— Pero…

— Eres tan obstinada—continuo con el mismo tono— que si te lo pedía me dirías que no, por eso todo fue anónimo, eras capaz de bajarte del pódium  y parar la maldita subasta con tal de no cenar conmigo si sabías que era yo.

Se queda callada por un momento, sabe que es verdad lo que le digo.

— Lo que me está pidiendo es absurdo — contesta después de unos momentos de analizar lo que le digo.

— ¿Por qué? —  pregunto  más rápido de lo que me gustaría.

— Me está pidiendo que sea su sumisa— señala — es una petición absurda, señor Bécquer. Yo no le caigo bien y pretende que me ponga a su merced para obedecerlo en todo. Además  ¿Qué es esto? Una mala versión de 50 sombras de grey? Si acepto, mañana recibiré por correo un contrato para analizarlo y posteriormente nos reuniremos para firmarlo?  ¿Habrá fustas, látigos y todo eso?


— Por supuesto que no — digo tranquilo— porque esto solo será por una noche, aunque tal vez quieras más. Solo. Será. Por. Una. Noche. —hago énfasis en cada palabra. — no creo que sea necesario firmar un contrato, yo prefiero un acuerdo solo de palabra,  aunque si te hace sentir más tranquila podemos hacerlo. En cuanto a las fustas y látigos, si son de tu preferencia puedo usarlos.— nunca me han gustado demasiado esas mierdas, pero me lo  reservo, no se lo digo.

— ¿Eso hace con todas las mujeres con las que se acuesta, señor Bécquer? Hay una cena preliminar  para posteriormente follarlas sin compromiso. Si lo hubiera previsto, le hubiera pedido algún consejo a Serena, para venir mejor preparada.— dice con acidez.

Si supiera que a Serena no me la cogí, por más que insistió antes de ir a la gala no hice nada con ella, lo único que logró fue arruinar un poco mi esmoquin de esa noche, pero al llegar dejé que todos pensaran que sí me la había follado antes , porque en el fondo una parte retorcida de mi quería ver cómo reaccionaba Das Kätzchen.

— Nunca me tomo tantas molestias, — y ni siquiera sé por qué me las estoy tomando con ella — por qué por lo regular ni siquiera tengo que pedírselos, ellas solas llegan a mi, yo solo me limito a elegir con cuál quiero pasar la noche.


— ¿Entonces por qué yo? Si hay muchas haciendo fila. — no entiende  porque lo hago y la verdad es que yo tampoco.

Le dí muchas vueltas en el bar antes de llegar aquí, analicé los pros y contras y siempre llegué a la misma conclusión, no debería hacerlo, va contra una de mis reglas, pero la deseo y en lo único que pienso es en tenerla.

Me quedo callado un momento, pensando la respuesta más sencilla.

— Porque si — digo finalmente.

— Eso no es una respuesta— sus palabras tienen un matiz de molestia.

— No todo tiene un por qué.

— No puedo — determina.

— ¿Por qué? — pregunto más rápido de lo que me gustaría.


— Usted, señor Bécquer, está solicitando en mi una sumisa, y eso es algo que yo no soy, no es un rasgo propio de mi personalidad, así que debo declinar su oferta.

Quiero su obediencia, pero no quiero que sea sumisa, ni siquiera sé si eso tenga sentido, pero no pienso admitirle que me excita cuando me reta y me lleva la contraria. Prefiero dejar que piense que quiero su sumisión y servilismo porque de esa forma será más rejega y terca.

— Tal vez no estés familiarizada con el concepto o la tengas definido en términos erróneos, por eso no quieres aceptar.

— Del latín «submissus», lo que quiere decir; “Que se deja dominar”. —recita — Participio pasivo de «submittĕre» significa someter.  Sé  muy bien qué implica el término, la definición, etimología, etcétera, por eso no lo acepto, aunque eso es solo  una de las razones.

La maldita demuestra que le gusta siempre estar un paso adelante y a mí me gustaría estar arriba de ella.

— ¿Cuáles son las otras? — inquiero.


— ¿No son obvias? — Levanta una ceja y le da un trago a su vino.


— Por favor, señálalas— hago un ademán para alentarla a continuar.


— Trabajamos juntos, usted aunque no directo e inmediato, es mi jefe, esto lo haría … incómodo. — es exactamente lo mismo que he estado pensando, pero llegué a un punto dónde eso me importa una mierda, además con el proyecto de los Rusell estaré una temporada fuera de la firma.

— Entiendo tus inquietudes, por eso solo será una noche.

Así me gusta y así siempre lo he hecho, incluso llegué a un punto dónde no me gusta acostarme con la misma mujer dos veces y follarla es exactamente lo que necesito para que deje de vagar por mi mente a cada momento.


»Después de eso, haremos como si nada hubiera pasado, no se forman lazos afectuosos, todo será puramente carnal. Al finalizar la noche en cuestión, nosotros seguimos nuestros caminos, tú sigues con tu vida y yo con la mía. Si te hace sentir mejor, voy a tomar el proyecto de los hoteles Ruseller estaré fuera por un tiempo, creo que será lo suficiente para que te sientas cómoda.

Me mira de hito en hito analizando mis palabras.

— Usted no me soporta, señor Bécquer y no le caigo bien, como sé que esto no lo está haciendo con otras intenciones, como hacer que me despidan o algo parecido.— sugiere después de un momento de análisis.

— ¿Por qué dices eso, Castelar?

— Siempre me mira como si quisiera estrangularme  — reclama.

— Tal vez es porque sí quisiera ahorcarte, pero no de una mala manera,  pues me aseguraré de que lo disfrutes. — mi comentario hace que se ruborice, aunque trata de parecer fría pero no lo logra, no del todo, porque está pensando mi propuesta.

— Eso no quita que me odie.

— ¿Tu me odias?— la corto antes de que continúe.

— Probablemente — contesta con simpleza despreocupadamente.

— Entonces es aún mejor, yo te deseo y sé que tú también me deseas, combina el deseo con el odio que, según tu, nos tenemos y obtendremos una buena sesión de sexo que nos permita desquitarnos y seguir adelante. He escuchado que el sexo por odio, es otro nivel, imagina toda esa energía y ganas acumuladas siendo desfogadas de forma desinhibida. — la sola imagen de lo que digo hace que mi erección crezca aún más.


— De cualquier forma, usted me está pidiendo algo que no puedo darle.

— ¿Por qué no?


— Porque no  soy sumisa, no va conmigo prestar mi cuerpo para la satisfacción de un hombre. Estoy segura de que hay lugares en los que puede satisfacer sus fantasías.

— Mi fantasía eres tu— le suelto e inmediatamente me doy cuenta de que no debería haberle dado esa información. —No solo sería la mía, yo me encargaría de que tú también lo disfrutes. — agrego rápidamente.

— No puedo disfrutar de algo cuando la premisa principal del concepto  contraviene con mis gustos y por consecuencia afectaría mi placer.

Ahora entiendo porque siempre Isaac y Enzo están hablando de su potencial como abogada, la maldita es buena.

— Tal vez es porque no lo haz intentado y no sabes de lo que hablas.

— Tal vez sí sé y por eso lo digo con tanta seguridad— un atisbo de algo atraviesa su mirada cuando termina de hablar, y lo que dice hace mi mandíbula apretarse.


— ¿Así que ya has sido la sumisa de alguien? —las palabras me  saben amargas en la boca, pero mantengo mi semblante serio e imperturbable.

— No — su tono es firme y claro.


— Entonces— arqueo una ceja.

— No me gusta recibir órdenes en la cama, si yo quiero algo, así quiero que sea. — aprieto los puños en mi regazo, la determinación con la que lo dice hace que mi polla se tense dolorosamente.


— Por fin en algo coincidimos.

— Precisamente por eso no puedo. Podrá tener mi cuerpo, pero no mi entera obediencia. — maldición ya está entendiendo y si sigue hablando así no podré controlarme, pero no quiero hacerlo hoy, está noche no.


— A qué te refieres con no tener tu entera obediencia. — obligo a mi voz a permanecer neutral, pero sale más ronca y entrecortada de lo que debería.

— Si usted me pide algo, lo haré si quiero, en eso podré obedecer, si no me place hacerlo, no lo haré, así de simple. — declara en un tono bajo y altanero  pero sensual.


— Está bien— accedo, es exactamente el punto al que quería llegar.

— ¿Qué? — chilla, pensó que no lo iba a aceptar.


— Que está bien, no serías tú si me obedecieras en todo, si fueras sumisa y agacharas la cabeza sin protestar y yo no quiero que finjas lo que no eres,   yo te quiero a ti, — inmediatamente de que pronunció las palabras me doy cuenta de como suenan— es decir, que seas tú. — agrego rápidamente para que no haya malas interpretaciones.

Aprieta los labios hasta formar una fina línea y me mira por un momento analizando su respuesta.

— No — dice después de un suspiro.

— ¿Por qué?

— Porque no— touché.

Me responde de la misma forma en que yo lo hice y su insolencia solo aviva mis ganas. No entiendo porque no puedo controlar mi libido cuando estoy cerca de ella.

— Piénsalo, no es necesario que me contestes esta noche.

— ¿Tantas ganas tiene de follarme, señor Bécquer? — levanta una ceja y levanta la comisura de sus labios en una sonrisa.

— Tantas que no sé cómo es que no te he inclinado en la mesa y te he comido como postre. — mis palabras la hacen cruzar las piernas, no lo admitirá pero está exitada.

— Está bien — accede— pero dudo que mi respuesta pueda cambiar mucho.

Se levanta de su lugar, toma mi chaqueta del perchero y me la ofrece.

— Gracias por la prenda y por la cena, pero creo que es hora de irme.

— Quédatela, hace frío. — no acepto mi chaqueta, está haciendo frío afuera y puedo notar que a ella le afecta de una manera particular, porque si no fuera así, ni de chiste la hubiera aceptado cuando la puse sobre sus hombros —Te llevaré a tu casa.

Holaaaaa!!!

Como estoy muy cansada, seré breve,  ya quiero leer sus comentarios de este capítulo.

*Se va gritando como perra loca.

Lxs quiero.

JL VELZ FUERA.

PUDE HABER SIDO YO [+18] COMPLETA ✓Where stories live. Discover now