CAPÍTULO XLVII- EL AHORA.

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❗EN ESTE CAPÍTULO NO INDICO QUIEN LO NARRA PARA DARLE MAS EMOCIÓN AL ASUNTO, IGUAL ES DEMASIADO OBVIO, PERO ME GUSTA JUGAR CON SUS MENTES. *inserte risa malvada*❗

— Te vas a divertir — dice mi amigo mientras paseamos por el pueblo, anoche llegamos a este lugar y en cuanto puse un pie fuera del auto ya quería darme la vuelta y regresar, pues prefiero las comodidades de la gran ciudad.

— Si, como digas — contesto con aburrimiento, ahora vamos caminando por las calles empedradas buscando un lugar en dónde comer.

Recorro con la mirada la plaza del pueblo, la gente camina con parsimonia y tranquilidad, sin preocuparse por llegar tarde a dónde quiera que vayan, a diferencia de la ciudad donde prácticamente todos corren de un lado a otro.

Los hombres usan sombreros y llevan un morral en el hombro, las mujeres llevan una bolsa con recaudo del mercado en su interior, las hojas de cilantro, epazote y perejil se asoman desde adentro.

— Quita esa cara y mejor trata de respirar el aire fresco— vuelve a hablar mi amigo, yo solo ruedo los ojos al escucharlo, sin admitir que empiezo a disfrutar de la tranquilidad del pueblo.

Continuamos caminando hasta llegar a la plaza y el movimiento de un vestido con estampado de flores me llama la atención, es una chica pequeña quien lleva una canasta la cual luce pesada por las frutas y verduras que contiene.

A mi lado mi amigo sigue parloteando pero ya no le presto atención, su voz se escucha distante mientras trato de escuchar la suave voz de esa niña.

— Ahora vuelvo — me oigo decir y avanzo hasta donde se encuentra, está escogiendo meticulosamente la fruta del puesto.

— Te ayudo — me ofrezco cuando llego a su lado, se gira un poco deteniendo su inspección y me mira, una sensación extraña me recorre el cuerpo cuando lo hace, pero aparta la vista rápidamente evitando el contacto visual, el deseo de que me vuelva a mirar se incrementa en mi.

— Yo puedo sola — contesta suavemente reposicionando la canasta en su brazo, cuando lo hace vislumbro la marca roja que ésta ha dejado en su piel.

— No lo dudo — comento — pero aún así insisto.

— Se lo agradezco — su voz es suave y aterciopelada, se siente como una caricia. — pero no.

Es terca, pero no sabe que yo soy más.

— Cómo te llamas — cambio de tema y vuelve a mirarme, sonrío ampliamente por lo bonita que es.

— Me llamo Ayer — contesta alzando los hombros y sé que me está mintiendo.

— Mucho gusto Ayer  — contesto siguiendo su juego — yo soy Mañana.

Sonríe y dicho acto le agrega un brillo a su mirada que hace que mi estómago se contraigan.

— Niña — grita una mujer al otro extremo del puesto haciéndola exaltarse — date prisa que no tenemos todo el día.

— Adiós, Mañana— se despide y corre hacía donde se encuentra la mujer.

Me quedo aturdido por un momento sin entender lo que acaba de suceder.

— No pierdes el tiempo — comenta mi amigo cuando llega a mi lado.

— Cállate — contesto y sigo caminando sin rumbo fijo.

De regreso a la finca me tumbo en un camastro a tomar el sol pensando el la niña que conocí apenas unas horas y que no ha dejado de dar vueltas en mi cabeza.

Matías corre alrededor del camastro con los brazos extendidos  fingiendo que es una avión e imitando el ruido con su pequeña boca, apenas tiene cinco años, pero su imaginación e inteligencia es de un niño mayor.

— Por qué estás sonriendo — pregunta con inocencia, su voz infantil plagada de curiosidad. Ni siquiera había notado que sonreía.

— Por nada — contesto inmediatamente sintiéndome atrapado por un niño.

— Yo sonrío cuando estoy muy feliz — comenta — o cuando estoy emocionado, o cuando la cocinera prepara la comida que me gusta — va levantando un pequeño dedito para numerar sus razones — o cuando mi amigo viene a jugar conmigo a casa, o cuando…

— Ya entendí Matt — lo corto — simplemente estoy feliz es todo.

— Pero ¿Cuál es la razón? — no se da por vencido. — ¿van a preparar tu comida favorita?

— Si, eso es, van a preparar mi comida favorita por eso estoy feliz.

— Que bueno — se alegra. — Quiero otro hermanito — cambia abruptamente de tema.

— ¿Qué cosa?

— Quiero otro hermanito — repite — bueno prefiero una hermanita, pero no importa, lo que resulte es bueno.

Me río aún más por su ocurrencia.

— ¿Por qué? — inquiero.

— Necesito alguien con quién jugar.

— Yo puedo jugar contigo — comento— tu mamá también puede hacerlo, también tu…

— Ustedes ya son muy viejos — explica — quiero alguien de mi edad, que tenga la energía para correr conmigo.

— Oye — me hago el ofendido — pero si tienes un hermanito o hermanita no será exactamente de tu edad, él o ella será más pequeño que tú.

— No importa, quiero ser el hermano mayor   genial que se encargará de protegerlo.

Empiezo a reír nuevamente.

— Muy bien — contesto — pero eso no tienes que comentarlo conmigo solamente, tienes que…

— Ya sé — blanquea los ojos y hace gesto de fastidio.

Vuelve a extender la manos y continúa jugando y yo me quedo pensando en su comentario.

Al día siguiente regreso a la plaza, está vez  solo para ver si tengo la suerte de volver a encontrarme a la chica cuyo nombre aún no sé, pero no logro verla.

Todos los días a la misma hora regreso a aquella plaza pero no tengo suerte.

Se llega el día de marcharnos y siento un vacío en el estómago al hacerlo.

El personal de la finca se encarga de subir nuestras cosas al auto, Matías se intenta subir solo a la camioneta pero sus pequeñas piernitas no alcanzan.

Lo cargo para que pueda subirse y él me lo agradece. Fen, su madre se sube disgustada a la camioneta y debo evitar poner los ojos en blanco, ese ha sido su comportamiento habitual durante toda nuestra estancia.

Una vez que todos estamos a bordo el chófer arranca y salimos de la finca, pasamos por las calles empedradas del pintoresco pueblo y ya casi en las afueras alcanzo a vislumbrar a Ayer.

Camina agarrada del brazo de otra chica, pero a ella ni la noto, pues Ayer acapara toda mi atención.

Fen me mira con curiosidad al igual que mi amigo, trato de disimular pero no puedo, la chica acapara toda mi atención, la camioneta pasa junto a ellas y el deseo ferviente de bajarme e ir a alcanzarla bulle en mi interior, pero me abstengo.

Simplemente la veo mientras el vehículo se aleja y la pierdo con la mirada.

Las siguientes semanas no dejo de pensarla, de recordar el tenor de su dulce voz y el resplandor de sus bellos ojos.

Después de un mes de pensarla a todas horas,  día y noche, mientras como, mientras salgo a correr e incluso en mis momentos más privados, decido regresar, está vez sin compañía, yo solo, voy en busca de Ayer.

En cuanto llego a la finca a medio día me dirijo a la plazuela esperando está vez tener suerte, pregunto por ella pero la gente recelosa no me dice nada útil, tomo una de las calles empedradas y me dirijo a las afueras del pueblo en dónde la vi la última vez, las casas se hacen más escasas y en el camino solo transitan hombre a caballo y nada más, a lo lejos se escucha el ruido de agua correr, sigo el sonido saliendo del camino y adentrándome en la floresta.

El sonido se intensifica a medida que avanzo y me topo con un hermoso río de agua cristalina.

Sus orillas están cubiertas por hermosa hierva color verde y flores, la frescura de la brisa me recibe aliviando un poco el calor que siento por el clima de la zona.

Decido tomar un descanso y me siento inclinándome hacia atrás apoyado en mis brazos y me permito cerrar los ojos para disfrutar del sonido del agua acompañado del viento y el alegato de las aves.

Después de unos latidos y, como si mis sentidos la percibieran abro los ojos y la veo emerger del agua como si fuera una sirena.

Sale a unos metros de dónde estoy yo, usando únicamente unas bragas de algodón blanco y una camiseta desgastada  también blanca, sus pezones erguidos y el color de sus aureolas visibles por la tela casi transparente por el agua, me quedo embobado viendo su figura, mis pantalones empiezan a apretarme por la vista.

En cuanto me ve se apresura a cubrirse con la mullida toalla que la espera pacientemente en la orilla y, en la cual no había reparado.

Otra chica, a la cual no había notado y que es   la misma de la última vez, la acompaña vistiendo casi igual que ella, pero a diferencia, ella no se cubre, al contrario se pavonea aún más.

— Mañana — susurra con su suave voz.

— Ayer — mi voz sale aún más grave y ronca de lo que es, mientras me pongo de pie.

Su amiga se ríe y se presenta conmigo, casi empujando a su amiga en el proceso, no le presto atención a su nombre ni a su insinuación evidente.

Al ver que no le hago caso se aleja aún pavoneándose y se dispone a tomar el sol para secarse.

— ¿Que haces aquí? — pregunta suavemente.

— Nada — contesto alzando los hombros — solo explorando.

— Bueno, mmmm — duda — te puedes dar la vuelta, me quiero vestir.

— Por supuesto — me giro dándole la espalda.

Escucho  el movimiento de su acción y mi mente empieza a querer fantasear con lo que está haciendo, pero alejo esos pensamientos inmediatamente.

— Ya puedes girarte — informa luego de un momento.

Cuando lo hago noto que se ha puesto la ropa seca encima de la mojada, su vestido empieza a mojarse por eso.

— Cómo te llamas — pregunto.

— Ya te lo dije — contesta con una sonrisa.

— Es un bonito nombre, pero así no te llamas , quiero saber el verdadero.

— ¿Por qué tanta insistencia?

— Solo es curiosidad.

— La curiosidad mató al gato — responde.

Chica lista.

— Pero murió sabio — contesto.

Se ríe suavemente y juro que el sonido compite con las notas de piano más suaves formando el más bello de los sonetos.

— Dime el tuyo primero — contrataca.

— Yo pregunté primero.

— Prefiero que me sigas llamando Ayer.

— Entonces tú seguirás llamándome Mañana.

— No tengo ningún problema.

— En dónde vives, después de aquella mañana ya no te volví a ver.

— No tenías por qué. Solo voy a la plaza una vez a la semana.

— Es bueno saberlo — respondo.

— ¿Por qué?

— Porque entonces serán los días que yo también vaya.

PUDE HABER SIDO YO [+18] COMPLETA ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora