CAPÍTULO XXXVIII- FELIZ CUMPLEAÑOS PARTE II

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EMILIA

— Max — musito su nombre, Steven como siempre va echado en mi regazo— creo que está más que claro que Dimitri y su novia no han terminado.

Suelta un largo suspiro y me mira por un breve instante, en la oscuridad del auto, las farolas de la carretera iluminan su rostro a medida que el auto avanza.

— Perdóname — contesta igual de bajo— me dijo que te vio en el centro comercial.

— Me mentiste — hablo tan bajo y despacio que pienso que no me escuchó.

— Si — acepta, — pero es que estaba preparando tu sorpresa y no sabía que otra escusa poner.

— ¿Toda la semana? — inquiero un poco incrédula.

— Así es, desde el día que llegué de madrugada a tu departamento.

— Pero…

— Ssshhh— me detiene, la vista fija en la carretera en todo momento.

— Ya verás de qué se trata Kätzchen.

Sigue conduciendo y salimos de la ciudad, llegamos al lugar donde aquella tarde sacamos a pasear a Steven, a lo lejos se alcanza a ver un camino iluminado con luces solares para jardín, el lindero que iluminan se ve bastante largo, pues las luces se pierden entre los árboles.

Abro la puerta y Steven baja de inmediato, sostengo su correa para que no se vaya a escapar, me reúno con Max frente al auto y él me sostiene de la barbilla para que lo vea a los ojos.

— Sé que hice algo bueno que parecía malo, pero te juro que siempre estuve trabajando en tu regalo, no creí que descubrirás la mentira antes de tiempo y en ese aspecto todo me salió mal, pero no te he fallado y nunca lo haría, mi gatita, mein schönes kätzchen.

Escucharlo hablar en alemán hace que se me detenga el corazón y me empiece a palpitar otra parte del cuerpo.

— Aunque en el fondo creí que me buscarías para reclamarme porque estabas celosa — admite un poco decepcionado.

No puedo creer que me esté insinuando que quiere que lo cele más.

No le contesto nada, porque el día que me llegue a poner celosa de verdad, le voy a hacer entender a mi manera que él me pertenece y talvez no le va a gustar, mi hombre no sabe lo que pide.

Me paro de puntitas y lo comienzo a besar con toda el hambre que tengo de él por no haberlo tenido en toda la semana.

— Kätzchen — gime cuando hacemos esfuerzo de separarse y por fin lo logra— para, amor, por favor, porque soy capaz de hacerte el amor aquí mismo sobre el auto sin esperar a estar siquiera a meternos al asiento trasero.

— Creí que ese era mi regalo— me muerdo el labio para provocarlo — hacerlo a la intemperie.

— Me gusta la idea pero hoy no, amor, será otro día, además no podemos con nuestro pequeño aquí presente.

Por un momento me olvidé de Steven quien está muy atento observándonos sentado aún lado de nosotros, ha está muy calladito, pero ladra cuando ambos lo miramos. 

— Es hora de tu primer regalo  — dice y se dirige al asiento trasero de su auto — pero primero abrígate bien, pues aquí la temperatura es más baja y no quiero que te vayas a enfermar.

Me pone la chamarra extra y la bufanda que trajo, mi cuerpo inmediatamente lo agradece, por estar absorta en la conversación no me di cuenta que hacía más frío que en la ciudad.

— Ven — me toma de la mano y me da un último beso — tu sorpresa está por aquí. — empieza a caminar y el toma la correa de Steven.

Caminamos por la floresta siguiendo el lindero iluminado, andamos aproximadamente doscientos metros, la imagen del lugar por sí sola es como un sueño, ver el bosque iluminado por las lámparas enterradas en el sendero le da un aspecto mágico, más por como se ilumina el follaje de los árboles, la luna se hace visible de vez en vez , cuando alguna nube le da tregua y le permite asomarse, regalando un espectáculo en el cielo al iluminar con su luz las nubes a su alrededor, sin duda es una noche perfecta y la expectativa de lo que Max  ha preparado para mí me hace revolotear el estómago.

— Ya casi llegamos —susurra.

El sendero iluminado se acaba justo donde empieza un claro, en  el cual no hay más iluminación que la luz de la luna misma.

Solo está el enorme campo despejado, en esta parte el cielo es completamente visible, la luna brilla con intensidad y baña con su luz el lugar.

Suelta la correa de Steven del arnés de su pechera y lo deja que corra libre.

— Se puede ir— me apresuro a decir.

— Descuida, él me estuvo acompañando cuando venía aquí, ya conoce el lugar y sabe que no debe salir del claro.

— ¿Estás seguro?

— No te preocupes por nada mí amor — se acerca más a mi y acuna mi rostro en sus cálidas manos, me da un tierno beso y recarga su frente en la mía —  ¿confías en mí? — pregunta con los ojos cerrados.

— Si — contesto sin dudarlo, porque lo hago. Una sonrisa de satisfacción de forma en sus hermosos labios.

— Entonces cierra los ojos— susurra — y no los abras hasta que  te lo pida.

Pongo mis manos sobre su pecho, siento  el ritmo de sus latidos aún por encima de la ropa, su corazón está muy acelerado y me pregunto si es normal.

Le doy un casto beso en los labios y lo obedezco.

Cuando tengo los ojos cerrados, Máximo Bécquer, mi Max, empieza a cantar, bajo, suave y lento, con esa  voz varonil que tiene y tanto me gusta.

PUDE HABER SIDO YO [+18] COMPLETA ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora