CAPÍTULO XXVII - BOUDOIR

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MARATÓN 1/3

EMILIA

— Yo soy quien decide cómo puede llamarme — aclaro mirando a Max. — Y si él quiere llamarme Emilia, Emi, Castelar o Licenciada, puede hacerlo. Las formalidades no me gustan cuando considero a la otra persona un amigo. — lo último lo digo dirigiéndome a Jake. 

Avanzo hasta la mesa en dónde diviso a  Max, Phill y Harry sentados, dejándolos a ambos  rezagados.

Nos encontramos sentados todos en la mesa del lujoso restaurante. Por supuesto en estos momentos estoy sentada entre Matías y Max.

Cuando llegamos a la mesa Jake retiró la silla para que me sentara, después retiró la silla de un lado para sentarse él, pero cuando lo hizo, Máximo sin darle tiempo a nada se la ganó. A su vez a mi otro lado Matías ya  estaba sentado, al pobre de Jake no le quedó de otra que sentarse frente a mí.
Tuve que aguantarme la risa, fue una escena muy cómica, aunque no me sigue gustando su manera de actuar, porque no tiene cavidad, él y yo no somos nada, solo follamos una vez y ya.

— Ya dimos arranque con el papeleo del registro de su nueva marca — inicia Matías  después de ordenar — en unos días les estaré haciendo llegar los documentos correspondientes.

Lo veo un  más relajado, su semblante ha cambiado un poco, pareciera que se ha quitado  un gran peso de encima pero aún hay preocupación y se debe a la forma en que reaccionó Isaac.

— Me parece estupendo, me gustaría que fuéramos a visitar el lugar en dónde se asentará el hotel — propone Phill.

— Te va a encantar Emilia — exclama Jake.

— Gracias por la oferta, pero no tenemos tiempo.  — interfiere Max.

Matías y yo lo miramos mal.

— Por supuesto que no sería hoy —  aclara el señor Rosell — ¿mañana les parece bien?

— Lo elegimos porque es un lugar precioso, además la comunidad se verá beneficiada por los  trabajos que se crearán, sobretodo las artesanías que ellos hacen las pueden comercializar con los huéspedes. — comenta Harry entusiasmado.

— Mañana está estupendo — acepta Matías antes de que Max abra la boca.

Parte del almuerzo transcurre hablando de los proyectos y cosas relacionadas con ellos. Expongo ante los clientes algunas ideas tanto para mejorar el proyecto como para ahorrar tiempo y beneficiar aun más a las comunidades circunvecinas al hotel, pues es un tema que les preocupa mucho al parecer.

Después de terminar de almorzar omitimos el postre y en su lugar pedimos café  mientras terminamos de ajustar los puntos aburridos del trabajo.

— Señorita, ¿quiere leche para su café? — Me pregunta el mesero al igual que hizo con todos los presentes.

— No gracias, café negro está bien.

— Tenemos , leche deslactosada, de soya, de almendras— menciona una letanía de tipos de leche.

— Gracias, pero es porque no me gusta la leche — aclaro afable.

El mesero asiente y se retira.

Max se inclina hacia mi lado para susurrarme.

— ¿No te gusta? — pregunta mientras le doy un sorbo a mi café. — a  mi leche no le pusiste pero, te  pasaste hasta la última gota.

Su comentario hace que me ahogue con el café y el muy sínico me da golpecitos en la espalda para que me recupere.

— Estaba muy caliente…— hace una pausa — el café — les explica a los presentes mientras sigue palmeándome la espalda, yo lo miro mal.

Es un completo idiota.

Terminamos el almuerzo acordando que mañana iremos al lugar donde se construirá el hotel, tanto para conocerlo como por cuestiones de trabajo.

— No hay lugar para tu comportamiento — le reclamo a Max de regreso a la firma.

— ¿Cuál comportamiento? — inquiere insondable.

— El que tuviste con Jake— enfatizo.

— Tal vez no lo sepas Castelar, porque no habíamos tenido la oportunidad de trabajar juntos, pero me gusta que haya formalidad y profesionalismo mientras estamos trabajando, así que te pido que no seas tú quien mal interprete mi comportamiento.

— Muy bien, así como pides profesionalismo de mi parte y tus clientes, yo también te pido que lo tengas conmigo. — acoto. — Y dejes de hacer comentarios fuera de lugar. Y te abstengas de realizar actos indecentes cómo el de tu auto hace unas horas.

— Fue un chiste que no podría dejar pasar, y la paleta para mí solo era un juego. — una media sonrisa se dibuja en su rostro, aunque no despega la vista de la carretera. — pero no te preocupes, ya me estoy aburriendo de jueguitos pendejos. —  lo último lo dice con una nota de acidez.

— Bien — espeto molesta sin saber porque.

— Bien — repite.

Guardo silencio y dirijo mi vista a la ventana ignorando por completo su perfume, cercanía y lo que pasó con la paleta hace unas horas.

— Llama a Serena — habla Max al comando de voz de su auto.

— Llamando a Serena — responde una voz mecánica.

Algo se retuerce en mis entrañas pero me mantengo relajada. No sé porque tuve que venirme con él, bien podría haberme venido con Matías.

La tal Serena atiende la llamada al primer tono.

PUDE HABER SIDO YO [+18] COMPLETA ✓Where stories live. Discover now