41. Todo perfecto.

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La casa que alquilaron Rosalind y Edward Quinn en Hartford era grande. Pero no era tan grande como su casa en Londres. Mi madre y yo nos paramos frente a las grandes puertas de madera mientras esperábamos a que alguien nos dejara entrar.

—Recuerda—me reprendió mi madre justo cuando se abría la puerta.

—Lo sé, sé amable—, repetí sus palabras desde el auto cuando entramos a la casa. Hattie, una de las criadas de mi abuela tomó nuestros abrigos con una tímida sonrisa. —Hola, Hattie— la saludé.

Hattie era una dama menuda de poco más de veinte años con rizos de cabello rubio. Era tan pequeña que tenía miedo de que se rompiera bajo el peso de nuestros abrigos. —Hola señorita.— Ella respondió antes de irse corriendo. A pesar de mi insistencia para que deje de llamarme señorita, sigue haciéndolo.

—¡Estamos aquí!— Escuché a mi abuela llamar desde la sala de estar. Mi madre y yo nos dirigimos hacia ella y mi abuelo.

—¡Cassie!— Mi abuelo dijo alegremente antes de abrazarme con fuerza. Era una buena cabeza más alto que yo, con cabello negro grisáceo y ojos castaños oscuros. —¿Qué tal la escuela?

—Bien—, dije con una sonrisa en la dirección de mi abuela.

Tenía su habitual cabello castaño con mechones grises recogidos en la cabeza. Llevaba un vestido muy elegante con un estampado floral. —Siéntense, la cena estará lista pronto— nos dice mientras tomamos asiento en los dos sofás opuestos.

Todos conversamos un poco mientras esperábamos a que sirvieran la cena. Estaba asintiendo con la cabeza de vez en cuando, pero el interior de mi cabeza daba vueltas con varios pensamientos sobre lo que le diría a mi madre después de la cena.

Le había dicho a Jess que le contaría a mi madre sobre nosotros y planeaba cumplir mi palabra. Era solo que había muchas maneras en que esto podía salir mal. Decidí que le diría en el camino de regreso a casa. De esa forma, si planeaba matarme, tendría que esperar hasta que llegáramos a casa. Parecía que muchas de nuestras intensas discusiones habían sucedido en el automóvil, entonces, ¿por qué no mantener viva la tradición?

—Cassie—, mi abuela me sacó de mis pensamientos. —Solo estaba preguntando si había algún chico en tu vida—. Preguntó como si mirara a través de mi mente.

Me aclaré los pensamientos -y la garganta- antes de responderle, tratando de no revelar nada. —Um, no, no lo hay.

—Será mejor que no haya—, agregó mi abuelo desde su lugar a mi lado. A sus ojos, podría salir con Leonardo DiCaprio y aún así no sería lo suficientemente bueno para mí.

Mi madre interviene desde el otro lado de mí. —Incluso si lo hubiera, lo sabría—dice con confianza. Odiaba ser yo quien le dijera que estaba equivocada.

Cherry | Jess Mariano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora