42. Panquques, huevos revueltos y sirope de arce.

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El restaurante de Luke estaba tan ocupado como de costumbre para un sábado por la mañana temprano. La señorita Patty y Babette se sentaron en su mesa habitual en la esquina que, según ellas, era "perfecta para observar a la gente". Lorelai y Rory se sentaron en su mesa habitual con mi madre a su lado.

Hablando de mi madre, todavía estaba un poco amargada por nuestra discusión de anoche. Y por un poco amarga, quiero decir que no me ha hablado desde entonces. Pero no creo que sea porque esté enfadada, sino más bien por procesar lo que dijo anoche. Ella dijo que lo aceptó. Ella aceptó mi relación con Jess. Tenía la fuerte sensación de que se arrepentía, pero ya era demasiado tarde.

—No voy a hacerlo—, le digo a Kirk severamente con mi bloc de notas en la mano.

—¿Por qué?— Preguntó con el ceño fruncido. —No es que sea duro, solo pon los huevos en el panqueque y luego vierte el jarabe de arce sobre él.

Le suspiro. Tratar con Kirk era como tratar con un niño demasiado grande. —No voy a ser cómplice de un crimen— le digo disgustada por su elección de comida.

—No es un crimen querer buena comida— argumenta Kirk con su habitual voz monótona. —Luke siempre lo hace por mí.

Niego con la cabeza ante su mentira. —No, no lo hace.

Kirk asiente con la cabeza, —No, no lo hace—dice con tristeza. Abre la boca, sin duda para volver a pedir su ridícula comida, pero lo interrumpo.

—Si dices que quieres huevos revueltos encima de tus panqueques con jarabe de arce una vez más, te voy a echar— Le digo a Kirk severamente con mi bloc de notas en la mano.

—No puedes hacer eso—, dice Kirk. Luke no lo permitiría.

Le envié una sonrisa sarcástica, —Solo espera a que escuche tu orden.

—Tomaré una taza de café y un jamón con centeno— se da por vencido con una mirada abatida hacia la mesa.

—Pensé que sí—, dije triunfalmente mientras me dirigía a darle la orden a Luke, que estaba en la cocina.

Me detuvo Lorelai atrayendo mi atención agitando su papel de seda blanco en el aire como si fuera del siglo XVIII. Tenía una sonrisa burlona mientras me miraba, mientras que Rory y mi madre miraban la mesa avergonzados.

—¡Oh, hermosa doncella!— Lorelai gritó en una terrible impresión de uno de los personajes de Shakespeare. Cuando se dio cuenta de que me había llamado la atención, junto con la mayoría de los otros clientes, comenzó a hablar.—¿Serías tan amable de volver a llenar nuestras tazas de café?— Batió sus pestañas hacia mí exageradamente.

Rory le gruñó a su madre antes de mirar a los clientes que miraban el intercambio con diversión, —Me disculpo por ella.

Tomando la cafetera, vuelvo a llenar las tazas para las tres. Asegurándome de evitar la mirada de mi madre, me vuelvo hacia Lorelai y Rory.

Cherry | Jess Mariano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora