64. Seis meses después.

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Los siguientes seis meses pasaron en un borrón de trasnochadas y música a todo volumen a las tres de la mañana. La universidad fue mucho más difícil de lo que parecían en las películas, les concedo eso. Sentí que mi cerebro iba a explotar por todas las tareas y casos que tenía que memorizar. Pero sabía que al final, no cambiaría nada.

Me levanté aturdida de mi cama mientras apagaba el despertador en la mesa de al lado. Levantándome de la cama, me froté los ojos con cansancio mientras salía a la cocina. A través de mis ojos probados logré ver a Zayna empacando una bolsa de lona llena de ropa. Su cabello colgaba en rizos mojados por su espalda mientras vestía un suéter holgado.

—¿Por qué tienes una bolsa llena de ropa? ¿Planeas huir?— Bromeé mientras me acercaba para sentarme en un taburete en el mostrador. —Además, ¿por qué te levantas tan temprano?

Ella suspira mientras cierra la cremallera de la bolsa, —Me quedaré en casa de Benjamin esta noche, ¿recuerdas?— Sus palabras activaron un interruptor en mi cerebro, activando mi memoria. —¿Por qué estás despierta? Por lo general, los domingos no te levantas hasta las doce, y eso es solo porque tienes un turno a la una.

—Tomé un turno más temprano hoy—, le expliqué. —Siempre me vendría bien un poco de dinero extra—. Recientemente conseguí un trabajo en una librería antigua en 2246 Broadway. Que también resultó ser la misma librería donde me encontré con Jess cuando vine a visitarlo aquí. Era como si todo lo que hacía Jess estuviera en el fondo de mi mente, para mi consternación.

Inspeccioné nuestra máquina de café rota con el ceño fruncido. —Todavía está roto—, me quejé cuando escuché a Zayna burlarse detrás de mí. La maldita máquina de café había estado rota durante tres días, lo que significaba que no hubo café para mí en los últimos tres días.

—Bueno, no se va a arreglar por arte de magia ya que no tienes intención de hacerlo— Ella comentó mientras se paraba a mi lado. —No voy a arreglarlo, así que tú tienes que hacerlo.

—Pero no sé cómo— protesté mientras ambos mirábamos la máquina rota. —Estoy desesperada.

—Entonces llama a tu mamá— me dijo Zayna exasperada. —Ella te lo dio, para que pueda ayudar.

Niego con la cabeza ante su sugerencia, —Ella no va a venir hasta aquí solo para que podamos mirar la cosa hasta que esté arreglada.

—Tú no eres Matilda—, me dijo Zayna lentamente como si le hablara a un niño. —Arréglalo como una persona normal.

—Nah—, me retiré para sentarme en mi taburete. Coloqué mi cabeza en mis manos, —Solo compraré café en el camino y tal vez un bagel también.

—¿UM Hola?—Zayna agitó su mano frente a mi cara.—Somos estudiantes universitarias, estamos en quiebra.

Cherry | Jess Mariano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora