3.

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Por su propio instinto...

Le siguió.

Mostró una faceta más relajada durante el pequeño camino donde muy pocas personas transitaban. Aún con ello, no dejó atrás la búsqueda de una grieta en él, en un destello de escape y libertad que pudiese encontrar escarbando en las próximas situaciones que iba a tener. Extrañado y asqueado por alguien como quien tenía en frente, suspiró. Entraron a una zona extraña donde un avión grande y de color blanco típico que tenían se posaba de pie frente a ellos. Sólo contaba con el logotipo del aeropuerto. El hombre delante de si extendió los brazos.

—¡Mi amor! Hace cuánto no viajaba en ti —soltó con unas risas. Él puso los ojos en blanco unos instantes antes de seguir—. Hace tantos meses, tienes que estar triste, pero no hay problema, vengo con un invitado.

Uzui se giró y le presentó al avión.

—Es una de mis tantas posesiones, se llama Tsuru. Estará muy contenta de tenernos a nosotros como pasajeros.

Asintió y la saludó con la mano con un tanto de fastidio cuando le indicó que lo hiciera. Entonces Uzui comenzó a caminar por las escaleras para subir.

—Ven, Zenitsu.

Dudó. Dudó muchísimo. No se movió del lugar donde estaban porque en serio no quería irse. Todavía podía girar su cuerpo e intentar correr a la distancia, gritar y gritar a alguien. Habían tantas personas muy, pero muy cerca de él que podrían ayudarlo.

Le resultó todo tan extraño y atípico. ¿Por qué él tenía que estar pensando esas cosas? Sólo había ido a trabajar como siempre, y por alguna casualidad del destino había terminado en manos de un perverso enfermo que sólo buscaba complacer sus bajos instintos y curiosidad sexual. Sacudió la cabeza al verse en el panorama donde un completo desconocido estaba haciendo de su vida un juego por el abuso que le había hecho y que quería que fuera con él a un lugar desconocido. Se encontró con su mirada. Enseriado, parecía que no le gustaba que no le hiciera caso. Incluso, se atrevió a creer que tenía en su mente la forma de como castigarlo por hacerle pasar ese tiempo en silencio.

Impulsó sus pies a continuar el camino. Uzui no desvió la mirada ni siquiera cuando estuvo a un escalón del suyo. Se hizo a un lado, a unos centímetros. Este sonrió de nuevo y tomó de su mano para continuar el pequeño trayecto que restaba. Dieron la bienvenida al transporte aéreo que esa mañana los iba a llevar a un paradero desconocido. Él abrió los ojos, un tanto impresionado de lo cómodo que relucía cada esquina en su interior.

Había subido a aviones antes, pero sus experiencias con el servicio y con los compañeros de servicio (se especificaba a los clientes) no había sido tan buena. Entre personas que daban contra su silla, o niños que le molestaban por su cabello, o gente que olía muy, pero muy mal y él tenía que aguantar el vómito antes de faltar el respeto. En el servicio entraba lo que era el mal ambiente laboral que se veía de a leguas, el mal trato que daban algunas azafatas y esa comida, pero por lo menos la comida estaba en parte ya razonada. Estaban en el aire, no podía esperar a que supiera buena.

El avión se dividía en la cabina de los pilotos al principio, a su izquierda, unos baños cercanos a estos y la cocina a su derecha. Pudo identificar el camino a otras secciones que, al parecer, a Uzui no le interesó explicar. Así que le siguió porque este le indicaba que lo hiciera. Las puertas del avión se cerraron luego de entrar unos empleados más y él pensó que ya se había ido la oportunidad para escapar por unas buenas horas.

El diseño interior del avión era para lamerse los dedos del gusto que daba verlo. Sólo cohabitaban dos tonos. El blanco, y el negro. Eso si excluía las luces largas y tenues de tonos azulados en el techo. El aire acondicionado estaba igual de frío que en cualquier lado que haya estado con ese hombre. Los asientos eran de formas circulares y minimalistas. No había ningún tipo de decoración que no fuese la propia del avión.

Uzui [UzuZen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora