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Parecía que Uzui se había metido en un pequeño lío, tal vez, y lo más probable, era que el causante había sido el mismo Kaigaku. Era incapaz de salir de la habitación donde era confinado la mayoría de las semanas y de los días, pero eso no evitaba ni dejaba de lado el hecho de que pudiera intuir que algunas de las discusiones verbales que tenía su captor eran con personas del bando de Kaigaku. Aun así, Uzui parecía ser un perro salvaje. Con todos se metía y a todos les daba su porción de violencia, o bueno, a los más bravucones. Zenitsu había mantenido especial y respetuoso silencio cuando llegaba repleto de golpes morados y rojizos porque sabía que la forma en la que sus ojos parecían dagas filosas y su lengua una pistola, las cosas podrían no acabar bien.

En una de esas noches donde regresaba con los ánimos por el suelo, el rubio limpiaba con cuidado su rostro. Las bolitas de algodones humedecidos por el alcohol se paseaban levemente en las heridas de aquel imponente hombre, quien ni un quejido soltaba. Zenitsu la pasó por su labio inferior roto antes de suspirar.

—Papi, no me gusta que vengas así de golpeado —susurró.

—¿Y qué quieres que haga?

Ese tono cortante le detuvo.

—... Que vengas bien. Papi siempre se ve presentable y guapo.

Un extraño tono rosado se apoderó de las mejillas de aquel charlatán después de lo que dijo.

—Tengo que defenderme. Se la pasan bramando como chimpancés porque maté a ese imbécil.

—Tienes que tener cuidado, ¿y si te terminan haciendo mucho daño?

—Algo me haré. No me matarán tan fácil.

Zenitsu dudó en parte de esas palabras. A saber en realidad cuanta gente había enojado. Sintió su corazón apretarse cuando los brazos del hombre atraparon su cuerpo y lo dejaron encima de su pecho. Evitó tocar por alguna instancia sus golpes, ya que no quería que le dolieran. Aprovechó eso y le miró con los ojos más inocentes que tenía. Uzui parecía siempre ser una persona fuerte y que podía con cualquier tipo de cambio. En realidad sabía que las cosas no eran así. Uzui no era un dios. Algún día moriría.

—¿Y Muzan no la tiene contra ti? —preguntó curioso. La última vez que los había visto, parecían llevarse bastante bien.

—Te vendió a mi, ¿crees que le importa de algo Kaigaku?

La sorpresa acogió su rostro y luego susurró:

—Buen punto... Espera, ¿cuánto te costé entonces?

Los ojos del hombre volaron hacia los suyos. Batió sus pestañas negras antes de echarse un suspiro.

—Cerca de los cinco mil dólares.

—Muy barato. Hubieses pagado más.

—Lo hubiese hecho, pero él fue quien puso el precio.

—Bueno, ya que. Deja llevarme las cosas.

Uzui no lo soltó. En realidad con una de sus piernas tiró al piso la pequeña caja con algunas cosas para ayudarlo a curarse. Zenitsu no peleó ni dijo nada, posiblemente el hombre arreglaría eso después. Lo apretó todavía más en contra de su pecho y le robó un necesitado beso a pesar de que tenía el labio roto. De repente pareció transformarse en un loco necesitado de afección y de sus toques, como si jamás en su vida hubiese estado con alguien y fuera la primera vez en su vida en besar a otra persona. Palpó con algo de angustia el sabor a sangre en su lengua, porque era obvio que Uzui tenía el labio magullado.

—P-papi, espera —susurró antes de alejarse al poner sus manos en sus hombros. Fue inevitable que algunas gotas rojizas de sangre cayeran en su ropa—. Estás sangrando.

Uzui [UzuZen]Where stories live. Discover now