24.

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Abrió sus ojos, despacio y precavido. No supo cuando había terminado el castigo porque, sin querer, había entrado en un sueño que no le dejó quieto hasta ese momento. Ya no tenía encima las sogas, ni tampoco tenía la pelota de silicón en la boca. Se extrañó incluso de sentir una sábana cubrir su cuerpo adolorido, la suavidad de la cama atraparlo y permitirle descansar. Estaba, en realidad, aterrado. No había soñado nada raro, pero supo que despertar significaba volver a la realidad.

Intentó moverse un poco, pero se percató que no se podía mover. Le dolió inclusive dentro de su cuerpo el hacer un mínimo movimiento. Sólo ahí figuró a Uzui, quien le miraba. Este alzó una ceja cuando sus ojos se encontraron. Entonces dejó caer su mirada, por odio y tristeza.

—Hola, Zenitsu.

Alzó la mirada, asustado. Su cuerpo comenzó a temblar al ver que sonrió.

—H-ho-hola...

—¿Qué tal estás?

Del culo, ansió responderle desde lo más hondo del corazón porque no aguantó la situación en la que se hallaba. Además, el descaro en su voz era impresionante. ¿Cómo se le ocurría preguntarle cómo se hallaba, si le veía dormir como un imbécil luego de todo lo que le hizo? Volvió a moverse unos centímetros y soltó un quejido. Eso pareció responder la cuestión de Uzui. Este tomó fuerzas y sólo ahí notó un regalo al lado de Uzui. Lo agarró y se encaminó cerca suyo. No quiso mentir, pero de que estaba asustado del regalo, lo estaba. A saber qué clase de juguete o depravación habría ahí.

—Estoy contento —le comentó Uzui, con un tono angelical y nada borde como el día anterior—. Como siempre, eres un amante... algo salvaje y complaciente. Digo, no hiciste bien tu castigo, pero por lo menos no te desmayaste. No había pensado en eso en su momento y creí que sería agradable que tuvieras algo bueno.

Oh, qué increíble proeza, pensó. No era obvio decir que su tono era uno de sarcasmo. Jodida mierda. Contempló cómo el hombre le acercaba la caja. Zenitsu la observó.

—Es tuyo.

Uzui se la colocó en las manos. El rubio volvió a mirarle antes de intentar moverse. Poco a poco pudo quitar el envoltorio y abrir la caja de lado a lado. Lo que halló dentro le hizo sudar frío. Notó una pequeña pero bien decorada navaja, de color tornasol y curvilínea. Uzui aplaudió eufórico.

—¿A qué no es hermosa? —preguntó sonriente y le contempló a par de centímetros. Zenitsu se quedó congelado cuando le notó agarrarla y acercarla a su rostro—. ¿Tienes alguna idea acerca de la razón por la que la quiero?

Negó con el cuello endurecido. Le dolió tanto que no pudo ni respirar.

—Yo... pensé que cada vez que te quisieras escapar, podría quitarte un ojo —susurró sonriente—. Esta vez seré bueno contigo porque me fascina que me observes, sin embargo la próxima ocasión, te quitaré uno. Y al final, te quitaré el otro. Así seré yo la última persona que veas y la última persona que esté contigo siempre. No creo que logres escapar con ceguera. Y si lo haces te encontraré y arrancaré las piernas. Si intentas con tus manos, te encontraré y las destrozaré. Al final quedará tu lindo cuerpo dispuesto a toda mi merced hasta que me harte de ti.

Se quedó sin habla porque, de alguna forma, supo que por el tono que lo había dicho, uno entre romántico y tierno, aquello era verdad. Se tensó al sentir el filo del cuchillo acariciar su mejilla antes de desaparecer.

«Recuerda siempre que cada castigo que recibes es por tu propia culpa. Yo no me vería dispuesto a dejarte ciego e inválido si tú no quisieras escapar. La dejaré enmarcada para que siempre la tengas presente, amor».

Uzui [UzuZen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora