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Muzan sonrió. Se levantó en silencio y le invitó asimismo a que se sentara. A Uzui le tomó algún tiempo, pero le hizo caso. Apartó algunos mechones de sus cabellos que se habían colocado en su cara y con algo de resentimiento fue que ignoró la supuesta imagen de jefe de policía que le demostraba el hombre. Le daba arcadas, pero era la única opción disponible. Este le miró con cierta pena. Habló antes de que pudiera hacerlo Uzui.

-Supongo que sé el motivo por el cual has venido a verme.

Uzui bajó su mirada con una pizca de molestia. Cabía decir que no estaba en las mejores condiciones. Luego de haber pasado dos meses sin Zenitsu, no sabía qué hacer. En un intento por obtener dinero y buscarlo, por si acaso, había vuelto a la venta de drogas y ahora tenía más enemigos a causa de haber matado a Kaigaku. Aunque eran unos cuantos, dichos hombrecillos estaban jodiéndole la vida cada vez que podían. El estrés lo tenía en las nubes y rodaba en cada una de ellas a una altura tan peligrosa que si caía, moriría explotado. En un viaje de locura se había metido al primer avión posible y había regresado a Japón. Tal vez estaba ahí metido. Colombia parecía ser terreno perdido.

-Sí. Es por eso mismo. Eres a la última persona a la que puedo llegar. Tú tienes que saber algo.

Obvió el por favor que estaba ansioso por soltar. La mente le daba vueltas y necesitaba muchísimo verlo. Cada vez que llegaba a cualquier sitio solamente con su presencia podría sentirse mejor. Había vivido con él unos ocho meses, pero parecía que la vida se le había quedado anclada a su recuerdo. Movió su cabeza un tanto cuando escuchó el suspiro del hombre al frente suyo y una alerta le recorrió el cuerpo cuando pareció tener una respuesta negativa.

-Parece que esa pregunta se la has hecho a todo el mundo cada vez que puedes. No sé en realidad dónde esté Zenitsu. Luego del caos que se formó en el hotel, se perdió su rastro. Deberías saberlo más que nadie.

Muzan se movió en conjunto con la silla y en silencio tomó una carpeta. La acercó hasta su rostro, donde sus ojos se abrieron al ver que buscaba entre unas páginas. Halló en una de estas una fotografía de Zenitsu que le robó un suspiro. Se veía un poco más pequeño, pero tenía ese rostro hermoso que tanto le gustaba y una sonrisa que parecía iluminar el lugar. Con cuidado agarró la carpeta y le observó con más cuidado. Cada una de sus facciones marcadas, su cuerpo que en un pasado pudo disfrutar y esa juventud que tanto le apasionaba. Muzan se acomodó.

-Te creo, sabes. Lo que no creo es que alguien cercano a ti no sepa dónde está.

-Hace poco se reveló su certificado de defunción, Uzui.

-Él no está muerto -susurró con sus ojos pegados a la imagen. Quería observarla para que se le quedara en la mente durante un buen tiempo-. Sigue vivo. Lo sé.

-Uzui, sabes bien de que puedes conseguir a otra persona. He conocido a algunos hombres atractivos que han empezado a trabajar, puedo darte uno.

-Me gusta Zenitsu.

-Tú y esa obsesión insana por él.

-... ¿Sabes algo en realidad?

-No, lo lamento.

No dijo nada más, pues se había quedado vacío en realidad y las últimas dudas se le habían escurrido por los dedos. Entonces se había quedado sin Zenitsu. Cerró sus ojos. No quería darse por vencido, sin embargo no tenía forma de acercarse y de saber dónde estaba. Si Muzan sabía algo, seguro se lo callaba. Acarició con cuidado su foto y cerró la carpeta con un agudo dolor en el pecho. Luego la apartó y se levantó.

-Bueno, gracias.

-¿No deseas a alguien más?

-No.

Salió de la oficina sin causar un escándalo entre la pandilla de policías que trabajaba en silencio. Era de tarde, casi noche, o eso pensó cuando notó algunas pequeñas estrellas en un cielo violáceo. Se dirigió en silencio hasta una parte de Japón, sin sentido alguno, sin un objetivo claro sobre cuáles serían sus siguientes pasos. Con los ojos algo vidriosos y el cuerpo tambaleante, se preguntó si en serio Zenitsu estaba muerto. Si en serio ese certificado de defunción sobre el cual le habían dicho era verdadero y si no era una tapadera para que él se la creyera. Porque si era así, entonces, ¿por qué no deseaban decirle dónde se encontraron sus supuestos restos? ¿Por qué no podían decirle dónde falleció con exactitud? Algo dentro suyo le indicaba que estaba vivo y que alguien se había puesto en su contra para verle sufrir de esa manera. A mitad de camino se detuvo algo asombrado de ver, a unos cuantos metros de la estación de policía, a unos hombres en pleno acto de hurto a una tienda. Sonrió un tanto al notar a uno de ellos en una motora. Con cuidado se acercó por detrás y le otorgó un fuerte golpe en la parte posterior de su cuello que le hizo caer debido a su interés en la escena de la tienda. Movió su cuerpo y se llevó la motocicleta como si fuera suya. Bueno, ahora lo era por unos momentos. Recorrió con dicha motocicleta varios kilómetros, con los brazos cubiertos por el abrigo de lana oscuro y unos pantalones blancos. Mientras divagaba en sus pensamientos, pasó buen tiempo y se percató de que se hacía más de noche con una intensidad abrumadora. Ya no había sol, solo una fuerte oscuridad que no le gustaba.

Entonces en su trayecto por una de las tantas calles, logró recordar el camino por donde iba y el mundo se iluminó unos segundos. Ante su repentino interés dejó la moto tirada cerca de un lago por si acaso, ya no le importaba más. Se acercó en silencio y con curiosidad hasta una casa en específico. Sus ojos observaron con melancolía cada una de las partes de la edificación al haberla visto antes. Con algo de cautela se movió entre los árboles y se puso camuflajear entre las hojas. La noche ahora que estaba ahí era perfecta y aún más cuando empezó a llover y cubrió toda la zona de una inmensurable cantidad de agua que le ocultó de la visión de muchos. Ya que había faltado información sobre Zenitsu, había tenido que recabar datos de otras maneras. Durante horas observó, en el frío de la noche y la tormenta, cómo la familia Agatsuma se encontraba en el interior. Habían cenado a eso de las siete de la noche. A las ocho Rengoku le dio comida a unos pájaros que tenían, la señora Agatsuma se encontraba rezando y el padre de familia veía televisión. La vida sin Zenitsu continuaba como si nada.

Un tanto repudiable, pensó. Hizo el primer movimiento dentro de mucho luego de que las luces se hubiesen apagado. Recorrió en silencio toda la casa alrededor y encontró de memoria el sistema eléctrico que antes había vigilado. Con una navaja cortó los cables de manera cautelosa, en la búsqueda de no matarse a si mismo con todo lo malo que significaba aquello. Para su buena suerte, salió bien. Como Japón era un lugar seguro y la familia estaba despechada y deprimida por la supuesta muerte de su hijo menor, dejaban algunas veces la ventana de la cocina abierta a modo de olvido. Aunque Uzui era un hombre alto, cabía perfectamente, algo que la daba regocijo. Entró y dejó el piso húmedo. Cerró luego de eso la ventana.

Caminó poco a poco entre la oscuridad de la casa. Subió las escaleras mientras miraba el suelo. Al quedarse en la parte de arriba, notó tres puertas. Una de Zenitsu que siempre estaba cerrada, la de Rengoku y la de sus padres. Se dirigió a la de su hermano mayor con sigilo y algo de molestia. Abrió la puerta y no fue extraño verlo dormir. De repente le entró un bajón respecto a su estado de ánimo. Poco le importaba ser consciente de que lo que hacía estaba mal, bastante mal si le preguntaban. Lo que le ponía un tanto melancólico era tener que conformarse con su hermano mayor. No era lo mismo. Era un producto de mala calidad, pero a pesar de su desmotivación, algo era algo. Y era mejor si era cercano a Zenitsu a tener a alguien por completo desconocido. Observó la habitación con algo de dificultad porque le era arduo saber que podía utilizar. La habitación de Rengoku era limpia y ordenada, minimalista.

Cerró la puerta detrás suyo. El sonido del aire acondicionado ayudaba un poco con el plan que tenía. Aburrido se movió por la habitación en la búsqueda de algo para poder noquearlo. Encontró en medio de la negrura de la noche y los escondrijos del cuarto, ahí escondida en una caja, la pistola que utilizaba. Podía utilizarla y dejarla, pero lo mejor sería llevársela. La tomó desde el mango y se encaminó donde el hombre. Tenía que llevarse su cuerpo y esa sería una tarea complicada.

Tal vez no era el momento adecuado. Se volteó y se llevó la pistola por si acaso.

Ya pronto se lo llevaría.

Uzui [UzuZen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora