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Había pasado algo extraño.

Rengoku había despertado agitado, con la piel sudorosa y las manos que le temblaban. Había tenido un recuerdo con su hermano menor para nada agradable. Él sufría y se encontraba al lado de alguien que estaba, por no decir, loco, pero no pudo reconocerlo. Con el corazón enloquecido se sentó en la cama y respiró para calmarse. Necesitaba hacerlo para poder estar bien. Se llevó una mano al pecho e inhaló grandes cantidades de aire por la nariz y los dejó escapar por su boca.

Miró al techo y se dejó caer en la cama. La desaparición de Zenitsu había causado estragos en la familia y las rupturas entre ellos se habían empezado a formar y agrietar. De la nada tenían más peleas que antes, su madre se había vuelto sobreprotectora y su padre estaba más sensible que nunca. Rengoku, como el hijo mayor, había aceptado que le cuidaran por si acaso. Habían pasado nueve meses desde que Zenitsu se había ido a trabajar y nunca volvió. Rengoku recordaba bien el día en el que se enteró que su hermano menor, aquel que amaba y cuidaba, no aparecía por más que su madre le llamaba al teléfono, desesperada por saber algo de él.

Esas horas se transformaron en días, semanas y para los lamentos de todos, meses. Toda la comunidad se había enterado, les enviaban miradas cargadas de una profunda lástima y al principio, les ayudaron al colocar carteles sobre su imagen para saber si alguien le había visto. Las respuestas brillaron por su ausencia y eso llenó su vida de agobio, desesperanza y melancolía. ¿Cómo era posible que en ningún lado, nadie había visto algo? Si el automóvil donde se hallaba lo habían encontrado, repleto de agujeros de bala. ¿Dónde estaba él? ¿Nadie escuchó algo? Rengoku lo había creído muy imposible y llevó durante mucho tiempo una creciente ira que de repente se vio apagada a la fuerza cuando, en un país desconocido, se le envió una supuesta carta de defunción con el nombre de su hermano. Según información de la Policía, lo habían encontrado muerto y lo único que había restado de su cuerpo como tal había sido la ropa que había utilizado, por ende habían sacado el ADN de ahí y habían encontrado similitudes con el de Zenitsu.

Lo veía tan extraño que en la soledad de su habitación se rió ante la respuesta que le habían dado. ¿Zenitsu había muerto en Tailandia? Por Dios, si era así, ¿dónde estaba la supuesta ropa? Ni siquiera habían mencionado que era su uniforme o algo así, mucho menos la causa exacta por la que había muerto. ¿Ahogamiento, muerte por arma blanca, por una bala o estrangulado? ¿Cómo? Rengoku estaba hasta la coronilla de que sus compañeros de estación estaban especialmente susceptibles ante ese tema y le daba furia, de manera principal, el desinterés que demostraba Muzan ante la pérdida de uno de sus trabajadores. Tan calmado, indiferentes y estoico que le parecía inhumano. Había pensado con seriedad el renunciar. La presión de sus padres sobre el tema y su propia incapacidad para mantenerse objetivo era algo que no aguantaba.

Ahora que pensaba en su familia, esta se había quebrado más desde el conocimiento de que su hijo menor había muerto. No hicieron muchas preguntas al respecto, a diferencia de las cuentas de dudas que brotaban de la piel de Rengoku. Su madre, quien en parte había tomado eso como algo que iba a suceder, le hizo un pequeño altar a su hijo más pequeño y durante todas las mañanas la escucha rezar y llorar. Su padre se ahogaba en trabajo, se iba desde que abría sus ojos hasta las once de la noche al trabajo. Los días libres los pasaba en silencio, con los ojos fijos en la televisión. Un muerto andante. Nada extraño si pensaba que Zenitsu era el menor de los dos, el mimado, el consentido y aquel que tenía muchos sueños por delante. Había sido el orgullo de la familia, era inevitable que todos se vieran así de afectados por la situación.

Rengoku movió su cabeza de un lado al otro, preguntándose si en serio tenía que levantarse, si tenía que aparentar que era fuerte, si tenía que creer que estaba bien sonreír otra vez. Aún con todo y pensamiento, se sentó de nuevo. Al poner sus pies en el piso una alerta recorrió toda su piel y se encontró más pálido de lo que creía. Un sudor frío recorrió su espalda y su nuca se erizó.

Uzui [UzuZen]Onde histórias criam vida. Descubra agora