23.

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Zenitsu había creído que había podido escapar. Luego de algunas horas sin tener a Uzui cerca y haber descansado lo suficiente fue que se levantó con cuidado. Miró a todos lados. Ya había caído la noche y en realidad hacía mucho frío. Un temblor recorrió su cuerpo, que estaba cubierto por varias manchas de sangre y suciedad. Tenía hambre y dolor en sus manos. A pesar de que había buscado quitarse todos los vidrios, algunos se le habían enterrado lo muy profundo como para que se le hiciera imposibles sacarlos.

Se acomodó cerca de unos arbustos para poder meterse en el medio y tener un poco de calor. Supo que había sido una muy mala idea irse en un país del cual no conocía ni siquiera el idioma. Tal vez lo tuvo que haber hecho con algunos compañeros que hablaran japonés para así poder entenderlos e irse. Además, de sólo pensar en la cara que pudo haber tenido Uzui cuando se percató que se había escapado por la ventana del automóvil le mantuvo aterrado y cagado en pánico. Si le encontraba, moriría. Lo sabía porque se lo había dicho ya. Si lograba escapar era un milagro, un buen milagro. No pudo cerrar ojo en la mayoría de la noche. Podía escuchar conversaciones de personas que por obviedad no conocía, ajenas a él y con susurros peligrosos que le ponían la piel de gallina. Su estómago vibró del hambre y escondió sus manos con sangre seca en su propia y frágil ropa que no le cubrió del helado viento que azotaba las desoladas y oscurecidas calles a esa hora.

A eso de la mañana tuvo que levantarse de aquel lugar y huyó a quien sabía donde. Sólo comenzó a apretar su ropa para evitar que la gente viese que estaba manchada de sangre. ¡Maldición! Supuso que era por la rara seguridad de la ciudad, pero le pareció extraño no ver una hilera de policías vigilando o patrullando por las carreteras. Se escondió en otro callejón y se sentó para que no le pudieran ver. Hasta que no cambiara de ropa y pudiera curarse las manos, no podría hacer nada.

Sin embargo, no le duró mucho. A la distancia lo notó. Sintió su corazón acelerarse del pánico que agobió a cada una de las células de su cuerpo cuando el cuerpo fornido de Uzui caminó desde la distancia y se acercó a donde se hallaba. Se levantó precavido y ambos conectaron miradas a la lejanía. Uzui sonrió y él tembló de arriba para abajo. No, esa sonrisa no era como las de siempre. Intentó huir, pero se halló con otro hombre con el cual chocó por querer correr. Hacia atrás era lo mismo.

—Hey, Zenitsu. ¿Te gustaron las mini vacaciones que tomaste sin siquiera pedir permiso?

Tenía que gritar, tenía que hacer algo. Uzui llevó un dedo a su boca.

—Shh, sé que no eres estúpido, poli. Seguro que quieres gritar para que la gente nos vea —comentó. Le vio sacar una caja de cigarrillos de su saco y tomó uno para prenderlo—. Lo mejor será que vengas conmigo, tranquilo y sin hacer pelea.

—¡No quiero!

El hombre alzó una ceja y soltó un poco de humo por la boca.

—A mi no me importa lo que quieras y mucho menos si viene de una puta como lo eres tú.

—No soy ninguna puta.

Uzui se rió.

—Lo eres. Me das tu cuerpo, ¿Qué es eso si no es ser una jodida puta? —se burló—. He sido tan bueno contigo a pesar de todo, te he tratado como un cabrón rey, te he comprado cosas y en realidad, si evitamos decir de las palizas y los castigos, viviste bastante bien a mi lado, pero... eres tan malo conmigo que me veo obligado a tratarte de formas horribles.

—Y-yo no soy el malo, enfermo.

—Uh, ¿yo soy el enfermo? ¿Y quién era el que estaba rogando porque este enfermo se la metiera hace nada?

—¡Cállate!

—Me pregunto si eres así de malcriado normalmente —soltó con asco—. Al parecer no te he educado como se supone. Tendré que hacerte entender de otra forma que conmigo no puedes hablar así.

Uzui [UzuZen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora