45.

368 60 17
                                    

Había pasado algún tiempo desde que las cosas habían mejorado. Zenitsu, o mejor dicho, Tetsuo, aún no se acostumbraba a su nuevo nombre de pila y a la situación que ahora vivía en un país remoto. Parecía que, sin querer, se había quedado encerrado en el pasado y los recuerdos de esos meses eran irrompibles sogas que rodeaban su mente y asfixiaban su cordura en los momentos de silencio. A pesar de haber empezado un tratamiento psicológico para su situación, Zenitsu todavía rememoraba las imágenes que había tenido con Uzui. Soñaba con su rostro, con sus manos, con su voz. No podía dejar de dormitar con el leve pensamiento de que él estaba cerca y podría hacer con su cuerpo lo que le daba gana. El miedo que había germinado en su interior, posterior a las semillas de caos y de obsesión que había cuidado con tanto esmero, ahora florecidas, no sabían que hacer sin la voz de su cuidador alrededor.

Estaban más sensibles que nunca y su piel se erizaba a la simple mención mental de su abusador. Su cuerpo ardía en contradicción, puesto que en sus sueños rebosaba una insana cantidad de asco, mientras que en la soledad de su, ahora nueva, habitación recordaba con placer sus toques en momentos donde no sabía cómo protegerse de otra manera. La forma en la que ambos se complacían era lo único agradable que podía identificar de su persona.

Con cuidado cerró la llave de paso del agua en la ducha. Permitió que las gotas de agua faltantes cayeran una por una en silencio. La cabeza le dolía porque el pensamiento de estar vacío no le dejaba tranquilo ni un solo minuto. No sabía qué hacer. En un mundo así, la sensación de sentirse ignorado por todos le daba cierta jaqueca. Era, a pesar de todo, comprensible. Había vivido un período anormal donde se había vuelto más sensible que antes al hecho de que había alguien pendiente a cada uno de los pasos que daba. Sin la presión encima de sus hombros, ¿qué quedaba entonces? Uzui estaba vivo, posiblemente lo estaba. Era consciente de que él no moriría tan fácil porque sabía que estaba cerca. No había mucha duda si le preguntaban. También tenía en cuenta que haría todo lo que estuviera a su alcance para encontrarlo. O... ¿Acaso se olvidaría? Llevó una mano a su pecho. Ahora que la veía, sus dedos todavía seguían un tanto heridos.

Era imposible que Uzui pudiera dejarlo atrás. Zenitsu lo sabía bastante bien. Vivía obsesionado con él, no había otra persona que no fuera él.

Soltó un quejido cuando el dolor en su abdomen le hizo apretar sus manos. Una en su piel y la otra apoyada en la pared de la bañera. Con lentitud colocó sus pies fuera. Ahora la vida sin un rumbo fijo ni gustos particulares le era monótona. Debía encontrar algo que desviara su atención de Uzui, pero era difícil. La manera en cómo su mente se saturaba de manera incontrolable la soledad de recuerdos vívidos y susurros atrayentes le envolvía en una gruesa capa de desesperación. Caía en la manta de una tarántula y sin poder escapar veía como cada una de sus patas acortaba las distancias para devorarlo.

No sabía qué más hacer.

***

Uzui había intentado de todo.

Había buscado en cada zona del país, en cada recóndito sitio donde se pudo haber metido. En realidad, había llamado a Ubuyashiki, quien tenía algunos contactos importantes. Quería saber si tenían información confidencial sobre Zenitsu o documentos importantes que le dijeran algo en específico. No obstante a pesar de su positivismo, la llamada cayó en picada cuando luego de un mes, Ubuyashiki le comentó que, según lo visto, lo habían declarado muerto. Sintió un repentino balde de agua helada de tener cada uno de los músculos de su cuerpo.

Se levantó con sacudidas extrañas y los ojos abiertos lo máximo posible. ¿Muerto? No, lo dudaba. No podía ser cierto. Nadie podría quitarle a Zenitsu de tal manera, ¿verdad? El celular se le cayó de las manos y se rompió un poco en el piso cuando no le importó pasarle por encima. Su mente se atiborró de continuos pensamientos. No, no, eso no debía ser posible. No debería estar pasando.

No consigo nada más de él después de su defunción de muerte. Eso fue hace algunas semanas. Lamento llamar tan tarde, Uzui. Estaba buscando más información extra, pero eso fue lo que publicó el gobierno.

Alguien tenía que estar jugándole una puta broma. Eso no podía ser posible.

Se llevó las manos a la cabeza y tomó un buen puñado de sus cabellos para halarlos. Estaban locos. Seguro le mentían. La última vez que le había visto había sido en esa maldita habitación y estaba seguro que alguien se lo había llevado. De repente sintió como algo pesado se sentó en su cabeza. Un intenso dolor y su corazón acelerado por la idea de que Zenitsu le había dejado le hizo pensar que ahora estaba solo en el mundo.

Moriría.

Soltó sus cabellos. Se llevó las manos al pecho. En silencio se quedó varado en la mitad de la habitación mientras temblaba y sus ojos se llenaban de lágrimas. No podía vivir más sin Zenitsu, tenía que tenerlo cerca.

Morirá. Morirá.

Morir.

El dolor se hizo más intenso unos cuantos segundos y se dejó caer en sus rodillas. Luego cayó de espaldas. Se colocó en posición fetal mientras se calmaba de a poco. Quiso llorar.

Zenitsu.

—No estás muerto, ¿verdad? ¿qué me haré sin ti, Zenitsu?

Cerró sus ojos. Podía seguir en la búsqueda y hacer todo lo posible para encontrarlo, sin embargo si ese fuera el caso, ¿en dónde empezar? El planeta era gigantesco y las extensiones de tierra parecían ser infinitas. Él podría estar escondido en cualquier zona y jamás se daría cuenta. Incluso podría pasar por su lado y ser alguien invisible para su mente. Se sintió ahogado mientras extrañaba con ahínco la forma en como sus cabellos rozaban algunas veces su pecho desnudo.

Estaba volviéndose loco y necesitaba saciar su hambre. Quería verlo, apretarlo, morderlo, besarlo y hacer lo que nunca pudo, enamorarlo hasta el punto en que su obsesión de volviera cotidiana. Uzui mordió sus uñas con tanta violencia que las rompió y la sangre goteó en el piso.

Poco le interesó. Sus párpados cubrieron sus cansados ojos y siguió absorbiendo la sangre de sus dedos con lágrimas en sus orbes. Estaba loco. Se sentía enfermo y fuera de si. Como una bestia. Lo quería tanto para él. Era suyo. Zenitsu era suyo.

¿Por qué se lo habían quitado? Si era su maldito muñeco, ¿por qué ya no estaba ahí? Lo ansiaba, lo quería. Comerlo entero, hacerlo suyo de una buena vez y por todas. Entonces cayó en la conclusión de que si Zenitsu estaba muerto, buscaría a su hermano y saciaría su descomunal descontrol con él.

Y si Zenitsu estaba vivo, lo mataría. Porque debía ser suyo.

Vivo o muerto.

Uzui [UzuZen]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt