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Después de, supuso, dos semanas, había tomado un soplo de aire fresco cuando salió por la noche. Le había comentado al hombre de las ganas que tuvo de salir, y este abrió la puerta que colindaba con el exterior. Ahí, descalzo, frotó la planta de sus pies con el cemento frío y pronto con el césped bien cortado y húmedo por causa de las pequeñas lloviznas que habían pasado esa tarde.

Una carpa que cubría la piscina comenzó a moverse de a poco. Se giró. Uzui controlaba un pequeño y circular control que supuso que era para ello. Entonces regresó la vista. El agua se movía con lentitud. Pequeñas líneas radiantes en brillantina y energía ascendían del agua gracias a la luz de la luna. Entonces puso ser capaz de observar a la distancia. Más de cuatro montañas se situaban a su alrededor, sentadas, tranquilas. La brisa de la noche bailaba con las hojas de los árboles y permitía que las plantas también se unieran con movimientos delicados.

Muy, pero muy a la lejanía, los colores de la ciudad destellaban en tonos amarillentos, dorados y blancos. Una rara nostalgia se abrazó a sus ojos. Quiso llorar cuando los recuerdos se amontonaron en su mente. Extrañaba tanto lo que era Japón. Ir a su casa, dormir en su cama y reír con su hermano. Ansió tener un momento allí a solas. Sentir el viento calar dentro de su organismo, enfriar su cuerpo. Quería ahogarse en el llanto. Permitirse extrañar y anhelar donde había estado hacia tan poco.

Vivir la vida como tocaba, no como la tenía ahora.

Cerró los ojos en un inútil intento de no sentirse angustiado. No quería acceder a experimentar sensaciones. Allí él sólo servía para un propósito: complacer. Abrir su piel y desnudarse para poder ser capaz de sobrevivir. Sonrió amargo al darse cuenta de lo rápido y fugaz que era la vida. Tan pronto como se quejaba en la silla de su oficina en su trabajo por algún ciudadano maleducado y ansiaba no volver a trabajar, como así de rápido ya no tenía a nadie cerca para poder conversar. Así como había caído en un mutismo selectivo, se arrepentía de no haber aprovechado antes otros tipos de oportunidades.

Alzó la mirada al firmamento oscurecido cuando pudo regresar la calma a su mente. El nubarrón de tristeza había tenido que ser evaporado. Contó en su interior cada una de las infinitas estrellas que, tal vez, ya estaban muertas.

Pensó que había sido increíble, en cierta parte, el que pudiese ver el mundo con sus propios ojos y no a través del cristal. Las ventanas a pesar de todo no demostraban lo que él podía ver con su mirada.

Tranquilidad. Eso era lo único que habitaba en su corazón en esos momentos. Podría llorar después, podría pelear después, podría recibir golpes... después. Ahí cuando había visto el cielo desde su perspectiva, él prefería mantener la calma y hundirse en su propio beneficio. Podía ser que fuera egoísta, aunque viéndolo desde la claridad de su situación, pedir un poco más no era de carácter egoísta, sino que pertenecía a una categoría más apropiada para él, para su beneficio. La calma tendría que ser su mano derecha, y, aunque no quería, el olvido temporal la izquierda.

Si quería seguir vivo, tendría que olvidar y calmarse.

Tal vez, también, convertirse en su muñeca. En aquel que pudiera tranquilizarlo con par de toques como si fuera experto domador de animales. Dudaba con seriedad y realismo que Uzui pudiera sentir otra cosa que no fuera la posesividad y la obsesión por las personas. Era como un agujero negro. Cualquier cosa que para él no significara un beneficio, lo absorbería para desaparecerlo. Así se sentía su seguridad, y mientras tanto, la esperanza le seguía el paso.

Una pregunta brotó de su mente. Había irrumpido a todas las demás y se había quedado en flote.

¿Cuánta gente no era capaz de mirar el cielo esa noche?

¿Cuánta gente estaba así, como él, encadenado a su captor? ¿Cuánta gente ahora mismo había tenido un episodio de maltrato del cual no podía escapar? ¿Cuántos habían deseado abrir la puerta una vez más, e irse?

Uzui [UzuZen]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن