48.

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De repente se le cayó la taza, por ende el estruendo que provocó el vidrio llamó la atención de su madre, que le gritó algo que no procesó. Sus ojos abiertos de par en par, casi a punto de explotar y sus manos temblorosas no pudieron contenerse cuando siquiera sus piernas lo hicieron. Retrocedió con un repentino frío en su cuerpo. Su corazón iba rápido. Muy rápido. Tan rápido que le dolió.

Joder.

Cerró de inmediato la puerta porque estaba consternado. No podía dejar que nadie viera eso. Se bajó a limpiar los restos de vidrio de lo que había sido una taza que llevaba años ahí. Los pasos de su madre llegaron hasta su lado porque pudo identificar las zapatillas con forma de corazón que ella utilizaba la mayor parte del tiempo.

—Hijo, ¿qué pasó?

Respiró como pudo y puso su mejor sonrisa. Alzó su cara para que ella le viera. La mujer pareció verificar su estado.

—Es que tenía el celular en la otra mano. Entonces se me iba a caer y por reflejo se me cayó la taza. Discúlpame.

Ella se relajó. Dio una lenta caricia en su nuca, moviendo sus cabellos con una sonrisa amable.

—Ve con cuidado, hijo.

—Claro, mami.

Su progenitora se fue de ahí, con la petición silenciosa de que recogiera lo que se le había caído. Cuando ya no la vio a través de ningún lado porque se había dirigido hacia afuera, recogió con rapidez los restos de vidrio que estaban en distintas partes del piso. Al hacerlo se metió a su habitación y contempló horrorizado el contenido del interior de su cuarto.

—¿C-cómo...?

Había llegado de su trabajo porque le había comentado la situación a Muzan y este le dijo que le brindaría protección ante la sospecha de una persona que pudiera estar cerca con malas intenciones, pero eso que ahora veía era imposible de mostrar. ¿Cómo le mostraría eso a los demás? ¿A su madre y a su padre? Dejó en el piso, en una esquina, los vidrios y observó atónito las cientos de fotografías de Zenitsu que estaban esparcidas por la cama. Habían varias. Tantas que siquiera podía predecir un número exacto.

Él golpeado. Él llorando. Él dormido. Él riendo. Delgado. Con los ojos hinchados. Sus dedos rotos. Sus piernas repletas de moretones. La sangre. Su piel llena de sangre. Mucha sangre. Demasiada. Zenitsu desnudo, de piernas abiertas. Atado. Manteniendo relaciones sexuales. Mal vestido. Había... ¡Había de todo! Desde lo más normal hasta lo más bizarro. Se alejó precavido, con la boca seca y el corazón latiendo con profundo desespero y tristeza. Ver de esa forma a su hermano, a quien había creído muerto, le provocó un inmenso y abismal dolor de cabeza.

Llevó sus manos a su frente. Sus ojos siguieron observando la cantidad de imágenes que estaban ahí. No se atrevió a moverlas porque no sabía si había algo más debajo de estas. Se sentó a trompicones cerca de su cama y la pequeña mesa que tenía para poner papeles y su computadora. Entonces se giró y se congeló.

La mesa, que esa mañana había tenido papeles guardados en sobres, estaba parcialmente vacía. La única diferencia residía en la presencia de un pequeño papel doblado. Tragó con fuerza y dudoso como nunca lo tomó en silencio. Lo abrió.

Te llevaré conmigo hoy. Haré lo mismo contigo. Serás su sustituto.

¿Hoy? Miró la hora. Ya estaba cerca de hacerse de noche. Se levantó temeroso. No podía ser eso cierto, ¿verdad? Contempló la cama. Entonces, quedarse ahí era un peligro, pero, ¿qué haría? Observó la situación y respiró con fuerza. Primero necesitaba hacer algo clave. Calmarse. Si no pensaba con la cabeza fría entonces tomaría el mismo rumbo qué su hermano y aunque le amaba, y aunque hubiese preferido tomar su lugar, si su hermano estaba muerto, seguro que él no hubiese querido que algo similar le pasara.

Uzui [UzuZen]Where stories live. Discover now