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Efectivamente había transcurrido algún tiempo desde el horrible suceso que habían tenido los dos. Uzui, a pesar de todo, había dado por cumplido su palabra. Temía en creerle, confiar en él poco a poco y recibir más golpes conforme a sus estados de humor. Cada vez que venía (algunas veces con pequeñas manchas de sangre o bien vestido) le entregaba diferentes cremas que decía que servían para el dolor y posibles desgarres. Él le decía que lo mejor era que le llevara a un médico, no obstante Uzui prefería hacer de oídos sordos y seguir como si nada.

Una de esas tantas tardes donde el hombre había regresado hecho una fiera fue que él se encogió en la cama. Todavía le dolía bastante el cuerpo entero, y tenía que mantener la cabeza tranquila para que Uzui no tomara represalias contra él apenas verse.

Y eso sucedió. El hombre entró a la habitación soltando gritos y dando patadas. Él se giró. Le observó. Bien, tenía que tomar su lugar como... cómo eso que él quería, como si fuera una jodida mujer, pero no podía negarse tampoco.

Con cuidado se giró un poco para sentarse. Uzui se había ido al baño a seguir con quejas que él no comprendía. Seguro que era de ese «trabajo» al cual se dedicaba. No sabía si estaba haciendo alianzas con la mafia colombiana, o si era que ya tenía conexiones antes con otras personas de ese lugar, o que tenía enemigos, lo que esperaba que no fuera cierto. Salió lo más lento posible. Primero una pierna, luego otra. Sus pies descalzos tocaron el frío suelo y se impulsó para levantarse.

Cuando lo estuvo, retuvo el balance y se encaminó al baño. Una corriente de nervios se expandió por todo su organismo. Se aproximó hasta la puerta del baño y dirigió su mirada hacia donde se hallaba el hombre, en la ducha. Todavía podía escuchar murmullos de rabia dentro de aquel lugar donde el vapor salía cerca del techo. Paso a paso se acercó hasta la puerta empañada de vapor. Tocó.

—¿Uzui?

—¿Qué quieres? —espetó con brusquedad.

—¿Puedo entrar?

El silencio únicamente se vio interrumpido por el agua que caía del grifo. De pronto la puerta de cristal se abrió y este extendió un brazo. Zenitsu sólo se despojó de un camisón que se abría en su pecho y entró a su lado. Ahí, a pesar de lo ancho que fuera el mismo, el hombre prefirió mantenerse cerca suyo. El agua tibia, pero más caliente que fría, arropó su cuerpo cuando lo atrajo a su costado.

—¿Puedo...? ¿Puedo preguntar por qué estás enojado? —cuestionó con la voz temblorosa mientras enfocaba sus ojos en su cara.

El hombre rodó sus ojos.

—Imbéciles que no saben hacer lo único que les toca, eso es —respondió.

No le había dicho nada en realidad. Optó por asentir y no cuestionar de más. Si él no quería decirle, no estaba en su mente verse como un entrometido. Tal vez podría pensar que había conseguido alguna forma de comunicarse con su antiguo trabajo para querer contarle lo sucedido. Eso sin duda sería un punto fatídico. Aunque agradecía que eso no había sucedido aún y esperaba que no fuera una idea que se le cruzara por la mente por el tiempo que estuviera ahí. Se estiró precavido antes de acercarse lo último que restaba a su cuerpo.

Tal vez, si le ayudaba, él le tomaría un poco más en cuenta.

Así que respiró hondo y colocó sus manos en su abdomen. Uzui desvió su mirada del champú a la distancia a su persona, pero no le dijo nada antes de continuar con el lavado de su cabello y echar el rostro hacia atrás. Él decidió, porque parecía que le había dicho que sí, dejar caer con suavidad su mano hasta el inicio del monte de Venus de su entrepierna.

—No deberías hacer eso —aconsejó el mayor.

—¿No quieres?

—¿Qué? ¿Una mamada o será tu mano?

Uzui [UzuZen]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang