11.

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-Bien, he pensado en estos días tener lo que he llamado un entrenamiento especial -habló cuando se sentó cerca suyo con una sonrisa-. ¿Sabes cuál es?

-No.

Era obvio que no conocía de lo que se trataba. Era tan temprano, las ocho de la mañana, y él tenía ganas de ser parlanchín. A diferencia suya, Uzui se levantaba con ganas de ser más «productivo» y siempre hacía algo, o por lo menos de ello se había dado cuenta cuando se despertaba y ya estaba enfocado en hacer algo de la casa para pasar el rato. Se sintió incómodo cuando este pasó uno de sus brazos por sus hombros y acercó su mentolado aliento a su nariz mientras le miraba.

-Quiero que te acostumbres a mi, ¿sabes? Que seas... como una extensión mía. Que sepas lo que me gusta, lo que no, qué cosas hacer, que cosas no. De tal forma que cuando me mires logres conocer que es lo que quiero. Será nuestra forma de comunicarnos mentalmente.

Se le había ido la olla, pensó con decepción. Uzui estaba loco de remate si pensaba que iba a terminar siendo todo como él quería. Apretó los labios. Había decidido voluntariamente cocinar algo para el hombre, ya que desde su llegada a la casa este había sido quien había tomado riendas de la cocina, y bueno, así pasaba también el momento de manera más rápida. Si alguien pudiera preguntarle a él que pensaba de su estadía en aquel lugar, además de dolorosa y horrible, diría que era aburrida. Uzui si no se la pasaba afuera, estaba adentro, y veía televisión durante varias horas, o en el peor de los casos, quería coger. Después de eso las horas transcurrían a paso de caracol.

-Entonces, me pregunté cuál era la mejor manera de que recuerdes lo que a mí me gusta -sonrió y agarró sus mejillas para mirarlo-. Y... creo que si te vuelvo loco, será la mejor opción para los dos.

Se tensó.

¿Cómo...? ¿Cómo que volverlo loco?

-¿Y eso?

-Como lo escuchaste, poli. ¿Qué tal que si te vuelvo tan loco que lo de nosotros sea perfecto? Pero loco por mi, obvio. Que no puedas hacer nada más que quererme, que desearme, que sentirte... seguro a mi lado. Eso.

Tenía que ser una grotesca mentira, o una muy cruel broma. No supo como sobrellevarlo. Sin embargo este no le brindó mucho tiempo antes de que hablara de nuevo.

-Aunque es algo que tengo en mente, está el entrenamiento especial. Quiero que aprendas poco a poco lo que no me gusta primero, y después será obvio lo que me agrada. Por ejemplo, esto -señaló la cebolla- no me gusta. Sólo lo repetiré una vez. Si haces comida luego y se te olvida, recibirás un castigo. Pero como soy tan caritativo contigo, te dejaré una lista. ¿Ves que soy muy bueno?

Se alejó de ahí con una risa floja antes de desaparecer por el pasillo. Él arrojó la cebolla en un plato aparte y suspiró. No podía creer aún que estaba en convivencia con un hombre de ese calibre. Tuvo que aguantar las arcadas que quisieron llegar cuando recordó sus besos y su piel ardió de frialdad. Le daba tanto asco.

Para su fortuna y paz mental, Uzui se mantuvo tranquilo y en silencio después de comer y quedar dormido. Él, a la distancia, le miró. Sabía que tenía sueño ligero, e intentar abrir las puertas tendría un efecto contraproducente. Un suspiro se escapó de sus labios cuando abrió la ventana de la cocina y observó la lejanía de las montañas. Era un riesgo. Lo peor de todo el lugar era esa sensación de realidad que le golpeaba todos los días. Estaba tan pensado como para que a él le doliera ver el campo, y saber que podría morir ahí de hambre, o que se perdería en la inmensidad de la flora de los bosques.

Todo le recordaba que no podía salir.

Cerró la ventana y se encaminó lo más silencioso posible al otro sillón. Se acostó ahí para mirar el techo. No se atrevió a encender la televisión por el miedo que le daba que eso le enojara.

Uzui [UzuZen]Where stories live. Discover now