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Incomodidad.

¿Qué es realmente la incomodidad? Yo lo definiría perfectamente con la situación que me estaba pasando en este preciso momento, sentía ganas de morir o de despertar y darme cuenta de que solo había sido uno de los tantos sueños que solía tener en noches de tormentas.

Estábamos desayunando, bueno, Tom y yo. Nos habíamos ido al living para no tener que desayunar con el resto de mi familia y su invitado, no nos dijeron nada porque estaban lo suficientemente ocupados con el futbolista como para notar nuestra ausencia.

Así de irrelevantes éramos.

—Re de tilinga lo que estás haciendo —escuché la irritante voz de mi prima Lara y la ignoré, al parecer aquello no le gusto mucho porque se acercó rápido hacia nosotros, haciendo resonar sus tacos contra el suelo—. ¿Cómo vas a desayunar don satur con mates y encima viendo esa porquería?

—Si te molesta tomatelas, nadie te invitó a desayunar con nosotros —respondí con simpleza y no saqué mi vista del televisor, estábamos viendo la final de Argentina vs Francia.

—Sos re crota nena, no cambias más.

—Bueno, esta crota te mantiene y si no fuera por ella no vivirías con todos los lujos que te das. Así que yo que vos, lo pienso muy bien antes de abrir esa boca de cotorra que tenés —le dirigí una mirada fría y ella hizo una mueca de desagrado.

—¡Le voy a decir a mi tía!

—Decile, y de paso pasame el teléfono así te corto las tarjetas —pedí con una sonrisa y su cara se transformó en una de horror, salió rápido de mi campo visual y solté un suspiro de satisfacción.

—Eres mala —acusó Tom y me encogí de hombros.

La final se estaba poniendo picante con el segundo tiempo, yo no había tenido la suerte de poder verla en Argentina porque estaba cumpliendo con mis últimos conciertos en mi último tour así que me perdí de verla en mi país. Por suerte, había logrado hacer que en el estadio pasaran el partido y no empecé con el concierto hasta que la final terminó.

Unos pasos se escucharon por el living y no le tomé mucha importancia, Lara seguramente volvería a molestar y yo estaba lista para afilar mi lengua y cortarle todo de ser necesario, odiaba lo insoportable que se portaba a veces.

—Buen día —escuché la voz de Paulo atrás de nosotros y me metí dos galletitas en la boca a propósito, para no responder.

—Buenos días —respondió Tom por educación y el cordobés me miró a mi, esperando alguna respuesta.

—Buen día —murmuré sin despegar mi vista de la tele y él se sentó en el medio de mi amigo y yo.

—Partidazo ese, eh —comentó y ninguno de los dos respondimos.

Después de que Paulo viniera con nosotros, el living se llenó con toda mi familia y con ello, mi paz se vino en picada.

—Nicole, vení un momento —me llamó mi mamá y me levanté rápido para hacer lo que me había indicado.

—¿Qué pasó, Silvina? —me mordí las uñas después de hablar y me pegó en las manos para que dejara de hacerlo.

—¿Es verdad lo que vino a decirme Lara, que la amenazaste? —cuestionó con un tono de voz seco, me encogí de hombros y sonreí con malicia.

—Sí, ¿Algún problema con eso?

—Sí, te prohíbo que lo vuelvas a hacer —decretó y levanté una ceja con incredulidad—. Somos tu familia, no podés andar por la vida abusando de tu poder. Sabés que tu apoyo es con todo lo que contamos y no podés ir amenazandonos con quitarlo así como así.

—Mi apoyo era para vos solamente y en todo caso, para Aylu que está estudiando —me defendí y crucé mis brazos—. La otra sanguijuela me tiene las pelotas por el piso, se vive despilfarrando mi plata como si yo no trabajara por conseguirla, ¿Nunca agarrar la pala esa mina, no?

—Pero qué decís, si no te cuesta nada. Cantas dos cancioncitas y ya tenés como tres millones de dólares —recriminó y sentí que esa fue la gota que rebasó el vaso.

—¿Vos te pensas que no me cuesta nada? Si tanto rebajas mi trabajo, andá a trabajar vos y mantené vos a toda tu familia de lacras —levanté la voz, estaba harta y recién era el segundo día—. O anda a pedirle a tu hijito que las mantenga, total él también trabaja.

—Sos igual a tu papá, una desagradecida —escupió con desprecio.

—¿Yo una desagradecida? Te pago todo, nunca te saco nada en cara, te llamo todos los putos días para saber cómo estás y vos ni siquiera contestas mis llamadas, vengo a verte y traes a la única persona que me hace sentir como una mierda, ¿Yo soy la desagradecida? —reí con ironía y ella ni siquiera se inmutó—. Gracias a Dios que me parezco a mi papá, eso me asegura al menos que no voy a odiar a mi propia hija por una relación fallida que no me concierne.

—Yo no te odio, estoy decepcionada de tener una hija como vos —confirmó dándome una mala mirada y mi corazón empezó a latir con fuerza—. Antes eras una mina de oro, ahora sos un desastre Nicole. Dejas a la persona que supuestamente amas por fama, estás con un chabón que ni siquiera le llega a los talones a Paulo y encima sos tan pelotuda que tenés que cantar para él cuando le pida casamiento a su novia. Me das mucha lástima, pero sos una boluda feliz al parecer.

Giré sobre mis talones para no decir más nada y fui directo a la mesita del living, agarré mi teléfono, mi billetera y mi abrigo. Caminé hasta Tom y empecé a hacerle señas para que se levantara, cuando lo hizo los dos salimos de la casa sin despedirnos de nadie ni dar explicaciones de a dónde nos dirigíamos.

—Oye, quiero decirte algo —comentó Tom a medida que nos alejábamos de la casa—. Tengo que grabar una película y prefiero no posponerla para esto, no la estoy pasando bien y se que tú tampoco. Te quería decir que vengas conmigo.

—No me voy a ir —suspiré y rebusqué en mis bolsillos hasta encontrar una caja de cigarrillos que Tom rápido me sacó de las manos.

—No vas a fumar, no te hace bien —frunció el ceño y reí con fuerza—. No sé que te habrá dicho tu madre, pero no debes dejar que ella te haga sentir así.

—Ella no hizo nada, ¿Cuando te vas?

—Ahora, de hecho —rascó su nuca y yo lo miré de forma acusatoria, si se iba ahora significaba que ya lo tenía planeado desde un principio—. Lo siento pero no tengo ánimos para soportar a tu familia, ¿Tu dónde irás ahora?

—A lo de mi viejo, quiero ver a mi hermano—me encogí de hombros y Tom me envolvió en un fuerte abrazo, me quedé estática con los brazos a mis costados y a él no le importó. Ya sabía que yo era así y no le molestaba en lo más mínimo.

—Cuidate mucho, te voy a extrañar.

MIDNIGHT RAIN-Paulo Dybala ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora