19

2.7K 258 30
                                    

—Vamos a ir a cenar.

No pareció una propuesta, sonaba más como una orden pero su tono de voz no iba acorde a su expresión. Estaba con una sonrisa alegre y unos ojitos que irradiaban ilusión al igual que siempre, era lindo verlo así.

—Estoy cansada, estuve grabando todo el día —me quejé, estaba tirada en el sillón de una manera un tanto impractica y seguro mi columna iba a terminar hecha mierda pero en ese momento me sentía cómoda.

—¿Y? Yo estuve entrenando todo el día pero estoy acá en mi tiempito libre porque quiero salir con mi novia —se cruzó de brazos y reí.

—¿Tu qué?

—Mi futura novia —se corrigió y me tiró un almohadazo a la cara—. Dale Nicole, no seas tan pajera.

—¿Me tengo que cambiar de ropa?

—No.

Enarqué una ceja con curiosidad, no podía imaginar a dónde quería ir pero si tenía en cuenta que yo estaba con un vestido de gala puesto y él estaba de un modo elegante sport, supuse que iríamos a algún restaurante. Bueno, aunque en Italia todo parecía ser más elegante que en cualquier otro lado, hasta los pueblos chiquitos.

Enredé mi brazo en el suyo como esas viejitas chismosas que siempre andan juntas y soltó un gruñido, sonreí para mis adentros porque sabía perfectamente que le molestaba cuando hacía eso. No entendía por qué, si era lo más cómodo del mundo.

—¿Tenés algún chisme? —comenté divertida y rodó los ojos con fastidio.

—Parece que la novia de Lautaro está embarazada —comentó y abrí mi boca sorprendida, en definitiva no me esperaba eso. Ni siquiera sabía que Lautaro tenía novia—. Pero no digas nada, ni siquiera le contó a Dolo así que imaginate.

—Nooo, es una banda —reí y entré a su auto cuando me abrió la puerta—. Me parece que la mujer de Leo también está embarazada, estuve hablando con ella estos días y me dijo que tiene un retraso.

—¿Cami? —preguntó sorprendido y asentí—. Fua, esos si que no pierden el tiempo.

—Se me antojan unas pastas —cambie tema olímpicamente y Paulo me miró por el rabillo del ojo—. Con salsa blanca o una buena boloñesa, fua.

—A mi se me antoja un beso que me deje toda la cara manchada de ese lindo labial que tenés puesto.

Me acerqué a él para darle un beso cuando el semáforo se puso en rojo y le amague los labios para darle un beso en el cachete, mis labios habían quedado marcados y su cara de disgusto valía millones.

—No dijiste donde, y veo tu cara bastante manchada.

Siguió manejando como un nene berrinchudo y reí más de la mitad del camino por la cara que tenía, apretaba los labios y fruncía el ceño. Estaba segura de que si no tuviera que estar conduciendo, también se cruzaría de brazos.

—¡Ay mirá, venden plantitas! —llamé su atención señalando a la ventana—. Frená, quiero comprarme una.

—Pero...

—Frená te dije culia'o.

Frenó pero no se bajó del auto, seguía con la misma expresión de nene berrinchudo y yo bajé más que satisfecha, me acerqué para ver las diferentes variedades de plantitas y quedé totalmente enamorada de una que normalmente conseguiría en cualquier lado, pero esta tenía manchitas rosas en las hojas y me pareció bellísima.

—Hola, ¿Cómo está? —saludé a la señora que las vendía y me dedicó una débil sonrisa—, ¿Me vende esa, por favor?

Regresé al auto feliz con mi plantita nueva y Paulo chusmeó un poquito antes de poner el vehículo en marcha de vuelta. Fruncí el ceño cuando me di cuenta de lo que acababa de hacer, no había comprado plantas en años y eso me llevó a darme cuenta también que hace semanas no fumaba nada.

No necesité buscar una respuesta a esa situación, era obvio que la presencia de Paulo decía más que mil palabras. No había fumado nada desde que estaba con el de vuelta, y tampoco había ingerido ninguna otra clase de droga.

Estaba sobria y me sentía tan jodidamente bien que hasta me compré una planta.

Cuando al fin llegamos agradecí el haber salido a comer porque mi estómago rugió ferozmente con hambre, me senté rápido y no tarde mucho en pedir. Había elegido unos ravioles de ricota con salsa boloñesa así que estaba más que contenta con mi elección.

—¿No es perjudicial que nos vean en público? —pregunté en voz baja y Paulo se encogió de hombros.

—No me importa la verdad, lo único que quiero es que nos saquen diez mil fotos así se termina todo este anonimato de una vez por todas —confesó dejándome sorprendida—, ¿Sabés lo frustrante que es no poder darte un beso adelante de nadie? Dios, siento que me muero cada vez que veo esos labios rojos.

—Yo también me muero de ganas por besarte adelante de quien sea —admití y sonrió travieso.

No supe qué iba a hacer hasta que se levantó de la silla y caminó hasta llegar a mi, se agachó un poco y unió sus labios con los míos tomándome por sorpresa a pesar de que ya me lo esperaba. Puse mis manos alrededor de su cuello y saboreé esos labios que últimamente habían sido la mejor droga que probé en años, todavía seguía pensando que nuestros labios encajaban a la perfección como las piezas faltantes de un rompecabezas.

Y lo único que quería hacer era besarlo hasta que se me desgaste la boca.

Sonrió cuando se separó de mi y me guiñó un ojo, reí al ver sus labios manchados y estaba segura de que los míos estarían peor que los de él. Muchas personas nos miraban atentas pero no le tomé importancia, que se jodan.

Limpié mi boca justo cuando la mesera trajo nuestros pedidos y no esperé mucho para empezar a atacar mi comida, por un segundo me había olvidado del hambre que sentía, pero solo había sido un segundo.

—¿Cuándo falta para tu concierto? —cuestionó curioso.

—Una semana —informé emocionada.

Extrañaba eso, sentirme emocionada por algo. Extrañaba sentirme emocionada por cantar.

Eso también había cambiado desde que estaba con Paulo de nuevo, había empezado a disfrutar de las entrevistas, ya no me irritaba que me pidieran fotos en la calle, las letras surgían como agua y las canciones cada vez se acumulaban más.

Y no veía la hora de que llegara el concierto para poder subirme a un escenario y volverme a sentir completa, volver a tener ese sentimiento de emoción que hacía palpitar con fuerza mi corazón cada vez que tocaba la última canción.

—Una semana es mucho, ¿Me podés cantar algo? —pidió como un nene chiquito—. O al menos dame una pista de qué canciones vas a cantar, porfis.

—Vas a tener que esperar una semana más al igual que cualquier persona normal.

—¿Me estás diciendo que no me amas, que me odias, que tu peor error fue estar conmigo y que deseas nunca haberme conocido?

—Te estoy diciendo que no te voy a cantar nada hasta que sea el concierto.

—Es lo mismo.

MIDNIGHT RAIN-Paulo Dybala ✓Where stories live. Discover now