21

2.6K 245 16
                                    

Un día. Solo faltaba un día y ya sentía que todos estábamos enloqueciendo, había recibido más de cinco llamadas de Paulo que no pude contestar porque Matt estaba atrás mío para decirme sobre los detalles de últimos minutos, los arreglos, la escenografía, los micrófonos.

Quería morir, nunca en mi vida había sentido tanto estrés juntos y sentía que en cualquier momento dejaba este mundo.

Abrí la puerta de mi hogar temporal y sentí que todo el cuerpo se me relajaba, era como si mis músculos supieran que lo peor ya había pasado y que ahora podría estar tranquila o que al menos eso intentaría.

—No me contestaste el teléfono —escuché la voz de Paulo y no me sorprendió, de cierta forma me había acostumbrado a sus invaciones.

—¿Cómo hacés para entrar? —me saqué mi cardigan junto a los zapatos y solté mi cabello para estar más cómoda.

—El recepcionista es un amigo mío.

Bueno, eso confirmaba mi teoría. Al recepcionista le importaba una mierda la seguridad de sus huéspedes y si tenía que aceptar un soborno de algún loco acosador, lo haría

Por suerte Paulo era un acosador pero no de los locos.

—Te tengo una sorpresa —avisó emocionado y dió un pequeño saltito en su lugar como un nene chiquito, tenía una hermosa sonrisa plasmada que me derritió—. Como no pude estar con vos esta semana por los entrenamientos, quise hacer algo lindo para compensarlo.

Agarró mi mano y empezó a estirarme hasta afuera a lo que hice una mueca de desagrado, acababa de sacarme la única prenda abrigada que tenía y mañana daría un concierto de más de tres horas. No quería morir de neumonía antes.

Deje que Dybala me guiara por el lugar y me encontré a mi misma parada frente a una hermosa mesa llena de flores y cositas ricas para merendar, me pareció un detalle precioso así que sonreí agradecida y abracé al futbolista.

—No tenías que hacer esto.

—Ya va a empezar el atardecer —susurró ignorando mi comentario y asentí.

Me alejó un poco de la mesa hasta donde habían varios almohadones acomodados con mantas encima, los dos nos sentamos ahí y empezamos a contemplar el bello espectáculo que el cielo nos estaba regalando.

El cielo se pintó con degradados de naranja y las nubes tomaron un color rosado precioso, era un deleite visual para cualquiera que se tomara los minutos necesarios como para apreciarlo.

Me causó emoción y sentí que era lo más romántico que habíamos hecho hasta ahora, sonreí contenta y apreté las manos de mi chico.

—¡Paulo, mirá el cielo! —señalé como si fuera una nena chiquita—, ¡Mirá qué lindo que está!

Paulo tardó unos largos segundos en responder, supuse que estaría viendo el cielo al igual que yo y no lo culparía por no hablar. El ambiente era simplemente perfecto.

—Hermoso...—susurró finalmente y me di media vuelta para poder mirarlo a él. Sus ojos brillaban y me miraba con una sonrisa amplia.

Nuestras miradas hicieron contacto por un largo momento, momento en el que todo parecía ser más lindo de lo que en realidad era, en dónde el brillo de sus ojos se sentía como la luz que podía iluminar toda una cuidad entera, en dónde la paz que transmitía su sonrisa podía calmar hasta mi más profundo lamento.

Momento en donde solo éramos nosotros dos.

Ambos nos acercamos y unimos nuestros labios casi al mismo tiempo, enredé mis brazos alrededor de su cuello y él acarició mi cintura. Sentí como la piel se me erizaba aún por encima de la fina tela de mi camiseta, Paulo tenía ese efecto en mi.

Nos separamos sonrientes y nos acostamos en los almohadones, el cielo todavía seguía portando la misma belleza que hace minutos, solo que se encontraba un poco más apaciguada.

Mi teléfono empezó a sonar y tuve que levantarme al ver que se trataba de Matt, Paulo entendió y solo me sonrió cuando me alejé un poco de él.

—¡Nicole! Olvidé arreglar lo del viaje —fue lo primero que lo escuché decir.

—¿A Estados Unidos? —cuestioné intentando ser lo más silenciosa posible, no había hablado de eso con Paulo aún.

—Exacto, hay que volver a casa.

—Sí, claro.

—¿No lo decidiste aún, verdad?

—No, en realidad no. No se lo he dicho a Pau tampoco —admití nerviosa.

—¿Crees que lo mejor sea quedarte con él? Nicki, no me importa el dinero. Te he visto más feliz este último mes que en todos los años que trabajamos juntos, si quieres estar con él no voy a oponerme.

—Es que sí quiero hacerlo, considero que es lo mejor.

—Bien, entonces supongo que mañana será nuestro último día juntos.

—¿Mañana es el viaje a Estados Unidos?

—Lo es, voy a extrañarte mucho.

—También yo, estoy ansiosa.

Corté el teléfono y sentí un enorme alivio, había tomado una decisión y había elegido a Paulo por encima de todo. Sabía que mi carrera no iba a acabarse acá nomás, seguiría en contacto con Matt y él se encargaría de todo desde Estados Unidos pero ahora yo podría quedarme en Italia con Paulo.

Volví con una enorme sonrisa hacia donde estaba el futbolista, Paulo tenía una expresión ida mientras observaba a un punto fijo. Ni siquiera se había percatado de que yo ya estaba sentada al lado de él y me causó ternura, a veces desearía saber lo que pasaba por esa loca cabecita.

—¿En qué pensas? —pregunté haciendo que se sobresaltara.

—En nada —forzó una sonrisa y asentí no muy convencida—. Va, en realidad si pensaba en algo. Tengo que dividirme en mil pedacitos mañana y me estresa bastante.

—¿Por qué?

—Los chicos quieren que vayamos todos juntos al concierto así que tengo que pasar a buscarlos y antes tengo una entrevista también, es re aburrido trabajar —suspiró y se tiró en las almohadas.

Reí y lo imité.

—Bueno, mirá el lado positivo. Estoy segurísima de que vas a pasarla bien mañana en el concierto, o al menos eso espero.

—¿No podés adelantarme lo que va a ser alguna sorpresa?, ¿Van a haber invitados? —preguntó exasperado y sonreí porque sabía que iba a hacerlo, era obvio que no se iba a poder resistir a ser chusma y saber un poquito.

—No voy a decirte nada —me negué sin mirarlo—. Pero sí van a haber muchas sorpresas, y te vas a sorprender bastante.

—¿Ah sí? Bueno, vos también te vas a sorprender bastante mañana —comentó travieso y esbozó una sonrisa que no pude descifrar.

—¿Cómo? No entiendo, decime.

—Ah no, es sorpresa. Ahora te dejo porque tengo que arreglar un par de cosas con los pibes y el Tucu me va a matar si llego tarde.

—Bueno dale, te acompaño hasta la puerta —intenté ponerme de pie pero él se negó.

—No, vos merendá que seguro que no comiste nada en todo el día —me acusó y fruncí el ceño ofendida—. Nos vemos mañana, Nicole. Te amo.

—Nos vemos mañana —le dí un rápido beso y lo ví irse todavía más rápido.

Raro.

MIDNIGHT RAIN-Paulo Dybala ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora