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Acababa de cortar con Tom. Hace tiempo venía queriendo hacerlo pero nunca había tenido la motivación suficiente como para hacerlo, ahora sí la tenía y estaba más que lista para luchar por lo que quería.

La puerta sonó varias veces y abrí rápido, Paulo estaba ahí con una sonrisa y una rosa. Sonreí cuando estiró la flor hacia mi y plató un beso en mis labios, di un paso hacia atrás con sorpresa y él levantó ambos brazos en forma de inocencia.

—Corté con Oriana —fue lo primero que dijo y entreabrí mi boca sorprendida. Una sonrisa se dibujó en mis labios y cerré la puerta detrás de Paulo.

—Corté con Tom —respondí yo y él me miró incrédulo, no parecía estar creyendo nada de lo que le decía—. En serio te estoy diciendo, culia'o.

—¿Entonces ya es oficial?, ¿Ya podemos estar juntos?

—No —respondí apenada—. Tendríamos que esperar un poquito más, acordate que somos figuras públicas y se nos armaría alto escándalo si empezamos a salir justo ahora que los dos terminamos nuestra relación.

—Tenés tazón —se tiró en el sillón e hizo una mueca cuando vio la prenda de ropa que estaba al lado de él—. Qué feo cardigan.

—¿Qué decís nene? Es hermoso.

Agarré mi ropa con completa indignación y me alejé de Paulo con una sonrisa, sabía que solo lo había dicho para molestarme porque odiaba que opinen sobre mi ropa. Más sobre mis prendas favoritas.

—Odio ese cardigan horrible —decretó cuando me volví a sentar con él y lo ignoré para prender la tele.

—¡Mirá!, ¡Volcancitos de chocolate! —apunté el programa de cocina emocionada y Paulo arrugó la nariz—. Ay, vamos a hacer uno. Dale, porfis, dale.

—Sos una criatura.

—¿Eso es un sí? —lo miré haciendo ojitos, a lo que solo soltó una risa y negó rendido.

—Sí.

Los dos nos levantamos rápido y Paulo iba con sus manos en mi cintura, fuimos hasta la cocina y empezamos a revisar todo. Hice un puchero cuando ví que no tenía ni la mitad de los ingredientes para hacer un volcán de chocolate y Paulo se aguantó la risa para no hacerme sentir mal.

—Podemos hacer galletitas —propuse, si había algo que no faltaba en cualquier lugar que yo esté, eran los ingredientes para hacer galletitas de vainilla.

Paulo sostenía a Jagger mientras miraba como yo hacía la mezcla y de vez en cuando le dejaba probar un poquito, me pidió como diez veces que le pusiera chispitas de chocolate y las diez veces me negué. No podía arruinar de esa forma mi receta.

—Ahora el toquecito especial —lo miré con una sonrisa traviesa y partí en dos un saco de te para tirarlo en la mezcla.

—¿Cómo le vas a poner te a las galletitas?

—En realidad solo le da el olor porque no influye en nada con respecto al sabor —me encogí de hombros y Paulo asintió no muy convencido—. Ponelas en el horno así yo me puedo lavar las manos, ¡Y dejá en paz a Jagger!

Sequé mis manos y pegué un bostezo que hasta a mí me sorprendió, ¿De qué podría estar cansada? Esta vez sí que no había hecho absolutamente nada, las grabaciones para Style empezarían más pronto de lo planeado, después el gran concierto que cierra una etapa, y después chau Italia.

—Che nini —me di vuelta cuando Paulo me llamó y sonreí al ver que mi gato ahora se estaba alejando de él—. Si yo fuera un color, ¿Qué color sería?

Lo pensé unos segundos, había pasado muchas etapas de color con respecto a Paulo. Siempre decía que perder a alguien era como un gris, no un negro ni un blanco, sino un gris.

Un gris que era tan neutro, pero tan triste a la vez. El negro para mí representa el vacío, el blanco la espera de algo que concientemente no va a suceder, y el gris la tristeza de tener que superar a alguien que jamás pensaste perder.

Pero yo a Paulo no lo estaba perdiendo, lo estaba reencontrando. Tenía un color para eso, pero cuando miraba a la joya Dybala solo podía pensar en uno.

—Celeste.

—¿Por qué celeste? —frunció el ceño y se sentó arriba de la mesada—. Yo creo que soy más un verde.

—Sos un celeste —contradije de brazos cruzados—. Pero no un celeste normal, sos el celeste del cielo. Sí, eso sos.

—¿El celeste del cielo?

—Ese celeste pacífico que te quedarías mirando por horas, el que te da tranquilidad cuando tenés miedo de que la oscura noche llegué para quedarse —me encogí de hombros, había sonado cursi—. El celeste del cielo que sabes que siempre está ahí, sea de noche o de día. Sea oscuro o alegre.

—Yo te veo como un violeta —entrecerró sus ojos y me analizó unos segundos—. Un violeta oscuro, ese mismo violeta que usaste el día que te fuiste. Es como si te apropiaras de todo en todos lados, como si hicieras de todo lo tuyo.

—¿Y eso es bueno o malo?

—Nada que venga de vos va a ser malo para mi.

Quise evitar sonreír pero no pude hacerlo, negué con la cabeza y me senté en el piso calentito por el horno. Paulo no tardó mucho en bajarse de la mesada y sentarse en el piso conmigo.

—Y también siento que sos la luna —frunció el ceño y lo miré confundida—. Triste pero hermosa, siempre sentí melancolía al ver a la luna pero sin embargo, nunca dejé de verla porque su belleza me cautiva siempre.

—Es linda la luna.

—Es hermosa —sonrió y sus ojos brillaron cuando se encontraron con los míos, sentí como las maripositas revoloteaban por mi estómago y me obligué a mantener la calma—. Muy hermosa.

¿Todavía se refiere a la luna?

Se acercó a mi con lentitud y en ningún momento rompimos nuestro contacto visual, sentía que cada vez que se acercaba, yo me derretia por dentro y todas las barreras que había luchado por construir tantos años caían tan débiles como una hoja de papel al ser soplada.

El timbre del horno sonó y me levanté rápido, Paulo soltó una risita y me puse los guantes de cocina antes de sacar las galletitas. No me quería quemar como la última vez que había cocinado.

—En unos meses voy a tener el partido más importante de mi vida —decretó y lo miré atenta—. Quiero que estés ahí, quiero que la mujer a la que amo me acompañe como lo hizo por tantos años.

—Voy a estar ahí.

—¿Me lo prometes? —estiró su meñique y sonreí con ternura antes de envolver su dedo con el mío—. No podés faltar eh, mirá que sino te voy a tener que cortar el dedo.

—Ay callate tarado.

—Leí un artículo que dice que este va a ser el concierto más importante de tu carrera —comentó y me mordí el labio inferior, si antes no sentía presión, eso ya había quedado atrás.

—Es en el estadio más grande que jamás haya pisado —murmuré—. Además esta gira es demasiado importante para mi, es la primera que hago a pesar de haber estado tantos años en la industria así que sí, se podría decir que es el más importante.

—Quién lo diría —canturreó alegre—. La vida nos volvió a juntar justo ahora, y los dos vamos a estar en los momentos más importantes del otro.

Espero que sí, de verdad lo espero.

MIDNIGHT RAIN-Paulo Dybala ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora