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Me encerré en una de las habitaciones de la casa de Paulo, un día después de que todo había explotado en Twitter me obligó a irme con él a Roma, así que ya llevábamos ¿Dos semanas? Conviviendo, o algo así.

Ni siquiera le dirigía la palabra porque no tenía las fuerzas para hacerlo, y él no se enoja a conmigo por eso así que se lo agradecía demasiado. Agradecía lo comprensivo que estaba siendo conmigo, incluso cuando se quedaba horas sentado contra la puerta de mi nueva habitación para contarme como había sido su día e intentar que yo le cuente el mío.

Había vuelto a entrenar, así que en las mañanas se iba y volvía a la tarde bastante hiperactivo. O al menos eso parecía cuando lo escuchaba jugar con los perros o retar a Jagger por romper el sofá, todas las noches me dejaba una bandejita con comida afuera de la habitación y me deseaba las buenas noches, acompañado de un te amo, voy a dejar la puerta abierta por si querés dormir conmigo hoy.

Me había entrado que Silvina estaba sacando muchísima plata de toda la polémica, o eso me había contado Matt la única vez que le atendí el teléfono. Lo había tenido que tirar a la basura porque lo único que llegaba eran mensajes de odio, amenazas de muerte... Tanto así que se perdían los mensajes de Leandro, Selena y Harry. Me había enterado también que Paulo los mantenía al tanto de mi salud, eso me lo había contado él en una de sus tantas platicas nocturnas.

Yo me había dedicado a escribir canciones y comer el helado que Paulo me llevaba, porque no podía tocar un bocado de comida sin sentir asco.

—¡Llegué amor!

El grito de Paulo me hizo desconcentrar, estaba escribiendo una nueva canción y solté un suspiro frustrado cuando no quedo como yo quería. La habitación a este punto era un chiquero, habían hojas arrugadas en el piso por doquier e incluso las cortinas estaban cerradas.

Unos suaves golpes en mi puerta me hicieron levantar de la silla, como cada día, me senté al lado de la puerta para escucharlo hablar y sentirme más relajada.

—Te traje un regalo, ¿Me abrís?

Lo dudé unos segundos, seguramente estaba con unas ojeras espantosas. Me había desvelado escribiendo y era lo que hacía los últimos días, para lo único que me levantaba era para escucharlo hablar o para bañarme.

Finalmente, abrí la puerta y su emoción no fue pasó desapercibida en lo absoluto, sus ojos se iluminaron y su sonrisa se trasladó a todo su rostro. Tenía lavandas y girasoles en sus manos así que, por primera vez en dos semanas, sonreí.

—Son hermosas —murmuré, agarrandolas con delicadeza.

Él besó mi frente para no invadir mi espacio y llevó una rápida mirada a la habitación, con curiosidad.

—¿Comiste hoy? —quiso saber—. Hace días no comes, estoy preocupado.

—Perdón, estuve trabajando —rasqué mi nuca, y él me miró de forma acusatoria—. Pero estoy bien, no tengo hambre y comí algo de helado.

—Eso no es comer. Vení vamos a la cocina, te preparo algo —agarró mi mano y antes de que pudiera negarme, ya me estaba arrastrando con él.

Jagger corrio hacia mi apenas me vió, se subió sobre mi regazo cuando me senté y empezó a acariciarme con su cola en busca de mimos que sí consiguió. Lo había extrañado y me sentí mal por no haber estado con él en estos días, también me sentí mal por no haber hablado con Paulo.

Lo miré, se había sacado la camiseta por el calor que estaba haciendo y picaba verduras sobre la mesada. Me sentía bastante fuera de lugar conmigo misma, así me había estado sintiendo este último tiempo.

—¿Estuviste escribiendo canciones nuevas?—fue él quien rompió el silencio, así que le agradecí internamente.

—Sí, más o menos. Estoy trabajando en un nuevo álbum...

Él se dió media vuelta con una amplia sonrisa.

—¿En serio?, ¿Vas a volver a la música? Me gusta la idea.

—Bueno... No voy a volver —intenté explicar—. Pero cuando lo haga, necesito que todo sea perfecto. El álbum tiene que ser perfecto.

—¿Por qué? —me miró extrañado.

—Porque ya no puedo darles más razones para odiarme.

Lo escuché suspirar, y se acercó a mi con su usual expresión de tranquilidad.

—Pensé que ya habíamos hablado de eso, Nicole.

—Ya sé, pero esta vez es diferente —arrugué la nariz—. A vos todos te aman, Paulo. Apuesto lo que sea a que si yo ahora salgo a la calle, van a amenazarme o a lincharme.

—No creo que sea así, tu mamá no tiene tanta relevancia.

—Ya no se trata de ella —suspiré, frustrada—. Luché años para forjar mi carrera y todo parecía ir medianamente bien. Pero sacale un solo engranaje al reloj, y ya todo se desmorona.

—Te entiendo.

—No me entendés. A un hombre que escribe canción sobre sus relaciones se lo alaba, si yo lo hago, estoy despechada —dije, tomando mi carrera como un ejemplo—. Yo soy la que siempre está en la mira, Paulo.

—Bueno, no te entiendo —me dió la razón—. Pero quiero entenderte, para poder ayudarte a terminar con esto de una vez por todas.

Sonreí agradecida, y me estiré para darle un beso en los labios. Él continuó cocinando y yo continué jugando con Jagger hasta que la pasta estuvo lista, y los dos nos pusimos a almorzar o bueno, cenar.

—Compré algo pero me da miedo dártelo, porque tal vez no lo vayas a entender y va a quedar como si yo fuese...

—Tranquilo, Pau —reí, se había puesto a hablar tan rápido que casi parecía estar rapeando.

Metió su mano al bolsillo y saco una cajita de terciopelo, recé porque no sea lo que estaba pensando pero cuando me la estiró y la abrí, solté el aire de mis pulmones y esbocé una sonrisa.

—¿Una cadena con tu inicial? —lo miré burlona—, ¿Es la t de Troy?

Soltó una carcajada y supe que ya no estaba nervioso, era una medallita redonda de oro con una P en el centro. La verdad, lo había amado porque me parecía algo sutil y hermoso.

—Es la P de para siempre —rodó los ojos, bromeando también.

—Es la P de pelotudos —le seguí la corriente.

—Es la P de Paulo.

—Es la P de Pamor de mi vida.

Los dos nos pusimos a reír y sentí que todos desaparecían cuando estaba con él, ya no estaba pensando en mi mamá y en toda esa polémica. Y lo amaba por estar conmigo.

—Te amo, Nicole —susurró, como si me acabase de leer la mente—. Te amo hoy, te amé ayer, te voy a amar mañana y en serio es para siempre.

—Te amo, Paulo.

Por primera vez en todos estos años, le había dicho que lo amaba. Y estaba más que segura de ello.

MIDNIGHT RAIN-Paulo Dybala ✓Where stories live. Discover now