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Macarena tenía su brazo entrelazado con el mío, mi atención no estaba puesta en las palabras que salían de su boca y en parte me sentía mal por ello.

Miré a Mateo y sonreí por lo afortunado que era, desde chiquita siempre me imaginaba que mi vida era un sueño y que al despertar, Macarena sería mi mamá y tendría la familia que siempre soñé. Incluso cuando iba al secundario, decía que  tenía dos mamás porque en ese entonces, la verdadera al menos sí me mostraba algo de cariño.

En todo el día, no había recibido un solo mensaje de mi mamá para desearme un feliz cumpleaños, ni uno de mi tía. Intenté no pensar mucho en eso y disfrutar del almuerzo con mi madrastra y mi hermano, pero se me hizo inevitable no pensar en lo despreciada que me sentía cada vez que veía cómo Macarena atendía los pedidos de Mateo, como lo llenaba de besos o como lo abrazaba, incluso cuando lo retaba.

—¿En qué pensas, Nikki? —la voz de mi madrastra me hizo salir de mis pensamientos, le dediqué una mirada vacía y negué con la cabeza—. Tu papá me dijo que en breve está acá.

Asentí sin darle demasiada atención y me senté en la primera mesa libre que había visto, miré varias veces la pantalla de mi teléfono con la esperanza de que se iluminara con el nombre de mi progenitora. Pero no pasó.

Es decir, es casi imposible que se lo haya olvidado, y si lo hubiera hecho, soy una figura pública. Al menos una historia dedicándome un feliz cumpleaños tuvo que haber visto, ¿No? Digo, Tini subió más de diez, hasta Messi me había felicitado vía historias de Instagram.

—¡Quién soy!

La clara voz de mi papá se hizo presente, mientras que mis ojos eran tapados por sus manos y su aroma a perfume inundaba mis fosas nasales.

—No sé, ¿Darth Vader? —bromeé.

—Yo... Soy tu padre —me siguió la corriente, sacando sus manos de encima de mis ojos.

Me envolvió en un cálido abrazo y dejó un peluche enorme encima de mi regazo, sonreí. Era un unicornio con el típico pelo en forma de arcoiris que de alguna forma retorcida, era demasiado adorable.

—Gracias, pa.

—Lo mejor para mi princesa.

El resto de la tarde se basó en pasarla con mi familia, mirar el teléfono en espera de un mensaje que nunca llegó, resubir alguna que otra historia y, básicamente, comer.

Ahora estábamos en la casa de mi papá y su mujer, mientras me miraba al espejo y me arrepentía de haber comprado ese vestido que ahora brillaba frente al espejo. No me veía mal, no me sentía mal ni nada por el estilo, sin embargo sentía que era demasiado.

Macarena planchaba y peinaba mi cabello mientras que yo me perdía entre las notas de la canción que estaba sonando de fondo, Okupa de wos.

—¡Estás hermosa! —llamó mi atención con una sonrisa radiante, después de terminar de estilizar mi cabello.

Sonreí sincera y le di un fuerte abrazo sin decir ninguna palabra, ella se sorprendió, pero no me apartó.

—Pero no hice mucho Nikki, solo te planché el pelo —rió en medio del abrazo.

—Hiciste mucho más que eso, Maca.

Su expresión era de ternura cuando la solté, besó mi frente y fue a buscar una campera para Mateo.

—Me siento como cuando eras pendeja y te tenía que ir a buscar a las jodas con Paulo —bromeó mi papá cuando llegué al living—. Mirate ahora, casi treinta años y tu viejo todavía te sigue llevando a las jodas.

—Hay cosas que nunca cambian —sonreí.

Los tres me acompañaron hasta el lugar donde sería la fiesta y se despidieron de mi con un abrazo y un beso, como siempre.

El lugar era bastante amplio y me sentí bastante mal cuando noté que fui la última en llegar, habían globos dorados y negros por todos lados, estaba lleno de personas. Todo el plantel de la selección, muchos artistas argentinos, algunos extranjeros, Selena.

Sonreí para mis adentros cuando ví mi nombre escrito en dorado, tenía algunas banderitas de Argentina a sus costados y a pesar de no pegar ni con moco, se veía lindo ante mis ojos. A pesar de todo, era un festejo en simultáneo para los campeones y para mí.

—¡Felíz cumpleaños! —escuché decir como un coro a todos los invitados.

Nicole se acercó a mi y me tuve que agachar un poco para abrazarla cuando se aferró a mi cintura como un gatito a su madre.

—¡Felíz cumpleaños, Nicki! —la escuché decir entusiasmada.

—Gracias, Nicki.

—Son Nicole al cuadrado —bromeó Valentín acercándose a mi, para apartar con delicadeza a la ojiverde y envolverme entre sus brazos—. Feliz vida, rubia.

Después de que casi todos se acercaran a saludarme personalmente, inspeccione el lugar. Mis ojos no tardaron mucho en encontrarse con los de Dybala y me sorprendí bastante al verlo solo, creí que su futura esposa estaría con él al menos en el festejo.

Luego recordé que era pésima haciendo suposiciones.

—¡Dale rubia, prendete ese! —gritó Nicolás Otamendi, mandándome un abrazo sin tocarme.

La expresión de Selena cambio a una de advertencia y solté una risita nerviosa cuando Otamendi prendió un porro frente a mi y me lo extendió con una sonrisa.

Mis manos temblaron y mi boca se secó, tenía los ojos de mis amigos encima de mi, atentos a mi reacción o a mi respuesta ante la propuesta del futbolista.

—No Nico, gracias. No fumo yo —forcé una sonrisa con la voz entrecortada y, con dificultad, tragué saliva.

Selena sonrió orgullosa y pasó un brazo por encima de mi cuello para estirarme y hacerme bailar.

—No puedo creer que se haya atrevido a venir —susurró cuando me hizo dar una vuelta.

—¿Eh?

—Paulo, no puedo creer que haya venido.

—Ah. Igual lo festejan a él también —me encogí de hombros, con tranquilidad.

Leo y Cristian me vinieron a agarrar de las manos para hacer una enorme ronda en el medio del salón, dejando a Valentín en el medio. Sonreí cuando le tiraron un micrófono y cuando melón vino empezó a sonar antes de que me dedicara una sonrisa y me hiciera un gesto con la cabeza.

—Esta va para la cumpleañera, una de mis mejores amigas.

Casi acabo llorando de la emoción gracias a su presentación, los chicos hicieron una especie de pogo y empezaron a empujarme. Haciendo que chocara contra el pecho de Rodrigo y callera para atrás, dónde me volvieron a empujar y una manos se posicionaron en mi cintura, evitando mi inminente caída.

—¿Estás bien? —reconocí al instante al dueño de esa voz y ese acento—. Te había estado buscando para decirte feliz cumpleaños y darte ésto.

Estiró una cajita blanca hacia mi con una sonrisa tímida y no la acepté, su mirada cambio al notar eso y mordió su labio inferior.

—Ya sé que no confías en mí, pero no te regalaría una bomba eh —intentó bromear para cortar la tensión, pero no reí.

—Gracias —murmuré cuando acabé por aceptar la cajita y saque su mano de mi cintura para alejarme de él.

—Nicole...

—Espero que disfrutes de la fiesta, Paulo.

Caminé lo más rápido que pude hasta donde estaba Tini hablando con Nicole y solté un largo suspiro antes de tirar la cajita encima de toda la pila de regalos.

—¡Ay que linda! —habló Tini mirando la caja, tenía dibujitos en dorado y mis iniciales—, ¿Quien te la regaló?

—No sé, no le ví la cara.

MIDNIGHT RAIN-Paulo Dybala ✓Where stories live. Discover now