26| NOA

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Andrew estaba un poco raro cuando salíamos juntos del comedor de la facultad al día siguiente. Quedaban dos días para las vacaciones de Navidad y estaba más callado de lo normal y no sabía qué le ocurría. ¿Quizás sí se había enfadado al fin y al cabo por no haber quedado con él anoche?

—Oye, ¿estás bien?

—¿Mhhh? —Me miró unos segundos y vio algo en mi expresión que hizo que sonriera—. Sí, estoy bien. Perdona, estoy un poco despistado.

—¿Te encuentras mal o algo?

—No cariño, estoy bien, no te preocupes.

Este mote cariñoso siempre me hacía sonreír y ruborizarme un poco. No era su cariño, no realmente. ¿Por qué tenía que llamarme así? ¿Y por qué me gustaba tanto?

Me dio una pequeña sonrisa antes de fruncir el ceño mirando la nada. Se había vuelto a ir, estaba raro de nuevo.

—Sabes que puedes contármelo.

—¿El qué? —Andrew puso sus manos en los bolsillos.

—Lo que te pasa, probablemente haya cosas peores —le dije dándole un codazo juguetón en las costillas ganándome una pequeña sonrisa por su parte.

Siempre había dicho esta frase casi sin darme cuenta ya que nunca nadie me había contestado. Hasta que Andrew me respondió y desde entonces era un pequeño juego entre nosotros. La cosa había empezado con tonterías sueltas, pero, sin saber cómo, habíamos empezado a contarnos anécdotas reales que nos habían sucedido.

—¿Cómo qué? —me preguntó curioso.

—Como chulearte en educación física delante del chico que te gusta porque te está mirando y torcerte el tobillo hasta tal punto que acabas con un esguince.

—No... ¿En serio? ¿Te pasó eso? —me preguntó riéndose a carcajadas olvidándonos totalmente de su momento de lejanía.

—Sí... —respondí avergonzada riéndome—. Pensé que al menos sería un caballero y vendría a ayudarme a levantarme, pero no, el muy cabrón se empezó a reír de mí y empezó a burlarse con sus amigos. ¡Qué decepción!

Andrew paró de caminar apoyándose con las manos en sus rodillas sin parar de reír.

—No te rías, atontado. —Lo empujé divertida. Aunque en realidad me gustaba escuchar su risa.

—No puedo evitar imaginármelo, debió de haber sido tan gracioso.

—Fue penoso, vergonzoso y humillante —resoplé—. Para ya de reírte.

Le dije empujándolo de nuevo mientras me reía con él.

—Cariño, eres la caña.

De repente su móvil empezó a sonar.

—Perdona.

Miró la pantalla y frunció el ceño. Tenía curiosidad por saber quién lo estaba llamando, haciendo que su expresión cambiara de nuevo.

—¿Qué pasa? ¿Quién es? —pregunté intentando sonar casual.

—Ni idea, pronto lo averiguaremos.

Descolgó.

—¿Diga?

No escuchaba la voz del otro lado del teléfono así que no tenía ni idea de quién podía ser, pero por la cara que puso Andrew imaginaba que eran buenas noticias. Me miró con una sonrisa lobuna.

—Amanda. —Me guiñó un ojo y yo reprimí un gemido. Por supuesto que era una chica. Los celos empezaban a salir, aunque intentaba ignorarlos o por lo menos disimularlos. Le devolví la sonrisa como pude, probablemente parecía más bien una mueca—. Por supuesto... esta noche. Bien. Hasta luego, amor.

No me llames amor  (Serie «Solo tú I»)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu